2019/03/28

Potosí, donde para ganarse la vida hay que morir


Latinoamérica; pinceladas, imágenes y enlaces de un viaje (09)

Potosí, donde para ganarse la vida hay que morir
(19 / 10 / 2018)



Miro el Cerro Rico desde el tejado de la iglesia del convento de los franciscanos. De las entrañas de este Cerro Rico o Cerro Hermoso (Sumaj Orko) de 4.800 metros salieron ingentes riquezas para mantener el imperio español, toneladas incontables de plata. Según algunos historiadores también los muertos se cuentan por millones. Cada año, por medio del sistema impositivo de la Mita, más de 15.000 indígenas eran obligados a desplazarse para trabajar en las minas. El trabajo y los accidentes mataron a muchísimos de ellos.

El Cerro Rico está agujereado; la mayor parte de la plata que tenía ya tomo el camino de Europa en el pasado, pero el cerro se sigue explotando, y sigue tragando personas como antes. ¿Cuántas? Dicen que mueren unas catorce cada mes, pero no hay estadísticas oficiales. Es el destino de quienes aquí trabajan: “desaparecen muchos y no pasa nada”.

Hoy el cerro y su minería es una atracción turística. Las agencias ofrecen al turista la posibilidad de entrar en una mina, una vez que hayas firmado que conoces los riesgos. Al llegar a Potosí pensé en aprovechar la oferta. Después de ver un par de vídeos y, sobre todo, después de una larga conversación con la mujer que ha sido mi guía en la visita a la torre de la catedral, he desechado la idea. La mujer me ha explicado que son cooperativas las que explotan la minería del cerro, pero que la mayoría de quienes entran en las galerías no son cooperativistas. Quienes ponen su vida en peligro, muchos hasta perderla, son de todas las edades posibles (la esperanza de vida es de unos 35 o 40 años): peones sin contrato de trabajo, estudiantes que tienen que pagar sus estudios, menores de edad…; también mujeres, que además de enfrentarse a los peligros del lugar y del trabajo, sufren agresiones sexuales.

¿Es lícito convertir en espectáculo la explotación de personas? Desde este tejado contemplo el Sumaj Orko. Se puede entrar para ver cómo se muere lentamente, o para adivinar muertes y desapariciones repentinas. No aprovecharé la oferta de visitarlo que se me ofrece.


(Para leer: IZAGIRRE, Ander. Potosí. Libos del K.O., Madrid, 2017)

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