2021/12/21

GR 282 SENDA DEL PASTOREO ( y 6)

 

5.- DE PUERTO EN PUERTO

GR-282. Camino natural Senda del Pastoreo.
Viaje a pie y en solitario realizado en 20 etapas (en periodos de 3, 4 y 5 días) entre el 8 de junio y el 8 de julio de 2021.

2021/12/02

GR 282 SENDA DEL PASTOREO (5)

 

4.- BOSQUE, CUMBRES Y RASOS

GR-282. Camino natural Senda del Pastoreo.
Viaje a pie y en solitario realizado en 20 etapas (en periodos de 3, 4 y 5 días) entre el 8 de junio y el 8 de julio de 2021.

2021/11/14

Una iglesia sorprendente

 


2021/11/13

Ayer atravesamos paisajes conocidos y siempre atractivos, ahora adornados por el otoño. El objetivo del viaje era ver una iglesia sorprendente: la ermita de Sanfagún, en Los Barrios de Bureba.

En algunas de las páginas que consultamos buscando información se dice que es el monumento más conocido de La Bureba. Yo no tenía noticia de él hasta que hace dos semanas Javier Pastor Cantera publicó unas fotos de la ermita en su muro de Facebook. Cuando las vi me sorprendió tanto una iglesia de la que no queda más que su cabecera cerrada por una espadaña, que pensé que tenía que verla más pronto que tarde.

Ayer abandonamos Aiaraldea por el puerto de Angulo; admiramos desde la distancia San Pantaleón de Losa, otra iglesia sorprendente por ella misma y por el lugar que ocupa; en el mismo cruce de Tartales de Cilla estuvimos tentados de parar en las Cuevas de los Portugueses o eremitorio del arroyo de las Torcas; pensando parar a la vuelta dejamos atrás Oña, donde se encuentra el sepulcro de Sancho III el Mayor, rey de Navarra, y su esposa Munia… Muchos lugares interesantes, pero priorizamos el destino para el que habíamos decidido iniciar el viaje y fuimos hasta él sin detenernos.

La ermita que íbamos a ver apareció a nuestra derecha, sobre un pequeño altozano pegado a la carretera, unos cientos de metros antes de llegar a Los Barrios de Bureba. No nos defraudó.

El sol iluminaba la ermita por el este y el sur. Entramos al solar que ocupa por el camino que desde la carretera recorre su parte meridional por debajo de ella. Nos paramos a observarla recortada contra un cielo de nubes de tonos grises y otoñales. A pesar de que el mediodía se acercaba cuando llegamos, la luz más horizontal de esta estación confería volumen a todas las líneas del ábside, sus ventanas, canecillos, imposta..., y a los vanos de la espadaña. Fue como llegar durante un atardecer de verano, pero con el telón de fondo de un cielo otoñal.

Por el oeste el sol no iluminaba la espadaña. Esta se enfrenta al ábside como si impidiese su avance para que la nave que debería desarrollarse a continuación de él, no pueda ni nacer ni crecer. Y como para confirmarse en ese empeño se hace ayudar en el empuje por dos contrafuertes; otros dos más estrechos la sujetan lateralmente al norte y al sur.

Las preguntas que surgen al ver este conjunto no las aclara el panel informativo que hay allí, ni las páginas web que consultamos, que reproducen básicamente lo que en el panel se dice (algunas plagiando con descaro, como no es raro en muchísimas paginas y blogs). ¿Cuándo desapareció lo que falta de la iglesia? ¿Por qué se arruinó? ¿Cuándo se construyó la espadaña? ¿Se hizo para proteger lo que de la iglesia todavía no estaba en ruina? Quizá dedique tiempo a averiguar más sobre la historia de esta iglesia.

Hay algo que para mí sí contesta algunas preguntas que podríamos plantearnos: ¿Quién financió la construcción de la iglesia? ¿Para quién y con qué fin se construyó? ¿Quién hizo el trabajo? En el panel informativo (lo firma Emilio Jesús Rodríguez Pajares, historiador de arte) se lee sobre los motivos escultóricos de la iglesia: “Por los motivos conservados no se conoce si la escultura respondería a un programa iconográfico completo o atiende más a un fin decorativo (…). Lo que sí se percibe es que toda la labor ha sido realizada con notable dureza y tosquedad, mostrándose la huella popular y poco hábil del escultor”.

Lo que leí me da pie para pensar que quien financió la iglesia fue el pueblo, que el pueblo lo hizo convencido de que era para su servicio y que el trabajo lo realizó el vecindario (en términos actuales: se pudo tratar de trabajo voluntario o mal pagado). Quizá la respuesta que doy a las preguntas planteadas no superaría una opinión contraria argumentada, pero si hasta la obra escultórica es popular y poco hábil, ¿quién sino el pueblo lo hizo? Y sigue en pie algo que aquellas poco habilidosas manos construyeron.

Yo voy a dar por buenas las respuestas que me doy, así que creo que voy a corregir la frase de antes: quizá no dedique tiempo a averiguar más sobre la historia de esta iglesia.

2021/11/11

El viaje como objetivo del propio viaje

 


Viajar, en su acepción más simple y sin adornos, no es más que trasladarse de un lugar a otro que esté distante. Y el viaje solo es el hecho de realizar ese traslado.

El sinónimo más cercano a viaje (al hecho de viajar) podría ser desplazamiento. Pero a los seres humanos, aunque seamos animales sociales, nos encanta marcar los aspectos que nos distinguen del resto de la especie. Creo que esa es una de las razones por las que la palabra viajero tiene tantos sinónimos: viajante, excursionista, peregrino, romero, trotamundos, aventurero, explorador, vagabundo, turista, emigrante, …

Dos de los sinónimos que sirven para adjetivar a la persona que viaja o se desplaza son viajera y turista. Para muchas personas que se definen a sí mismas como viajeras hacer turismo es antónimo de viajar.

No puedo negar que yo también haya pensado lo mismo muchas veces durante mucho tiempo. Pero cuando en setiembre de 2018 iba a comenzar un viaje de varios meses por Latinoamérica, leí un artículo del escritor Miguel Espigado: "¿Te crees un viajero? Pues eres un turista". Si dar consejos no fuese un pequeño indicativo de soberbia o vanidad aconsejaría leerlo. Yo lo leí e hice el viaje más o menos como lo tenía planeado, sin embargo mis expectativas cambiaron antes de empezarlo, y algunas de las idealizaciones que me había hecho no viajaron conmigo.

Ahora acabo de volver de otro viaje en solitario en bici (Baiona – Nantes - Mont Saint Michel – Roscoff – Redon). Cuando me siento a repasar mi diario de viaje y a valorar lo que he hecho, recuerdo el artículo que he mencionado; también una frase atribuida a Chesterton, que he utilizado más de una vez: "El viajero ve lo que ve, el turista ve lo que ha venido a ver". Y ya no sé si he sido turista, viajero, ninguna de las dos cosas o las dos a la vez. Me inclino a no renunciar a nada y pensar que he sido las dos cosas a la vez.

También recuerdo los libros de viaje de Javier Reverte (Corazón de Ulises, Vagabundo en África, …) y de Julio Llamazares (El río del olvido, Trás os Montes, Las rosas de piedra, …). Los dos cuentan viajes a escala humana y que cualquiera que tuviese interés en hacerlos los podría realizar; la decisión de hacerlos sería la única preparación necesaria. Los dos cuentan lo que ven y viajan sin esperar que el mundo se adapte a ellos. Los de Llamazares me gustan especialmente, porque se trata de viajes que se pueden iniciar simplemente saliendo de casa. Cuando escribo en mis diarios de viaje siempre me acuerdo de él.

Volviendo a mi viaje. Según entiendo el artículo de Miguel Espigado, para ser viajero no tendría que contribuir a provocar que los lugares por los que pase cambien para satisfacerme. Según Chesterton, para ser turista tendría que ver lo que hay que ver. Puedo mezclar las dos ideas y engañarme a mí mismo pensando que soy un auténtico viajero: no he contribuido a cambiar los lugares por los que he pasado y no he visto en ellos lo que el turista tiene que ver. La realidad es otra.

​Dice Espigado que “los lugares se estén transformando para adaptarse al ‘viajero’ es la mejor prueba de que el viaje de placer no nos transforma, ya que es el mundo el que se adapta a nosotros, y no al revés”. Bastantes de los lugares por los que he pasado están tan adaptados al turismo estacional que cuando el verano acaba se convierten en despoblados. Cuando pasé por muchos de ellos sus abundantes servicios mantenían todos sus reclamos a la vista, pero, como si hubiese habido un huida masiva y repentina, nadie los atendía. Podía pensar que yo no contribuía a transformar esos lugares para que se adaptasen a mis deseos y necesidades, ya que ni siquiera los iba a satisfacer. Sin embargo, no puedo olvidar que el último verano estuve en alguno de ellos siendo consumidor de la “selección de placeres locales a gusto del visitante” de la que habla Espigado.

Según Chesterton era viajero, porque simplemente veía lo que veía. Sin embargo contaba para ello con servicios a mi alcance que no habrían estado a mi disposición sin el turismo que va a ver lo que hay que ver. Pasaba por muchos lugares limitándome a observarlos, pero mi bici se desplazaba por caminos preparados para hacer la ruta asequible y segura. Esto me lleva de nuevo al artículo de Espigado; en esto de los viajes y el turismo “es el mundo el que se adapta a nosotros, y no al revés”.

Cuando ahora valoro el viaje me doy cuenta de que el objetivo era el viaje mismo, el traslado constante de un sitio a otro. En definitiva: el objetivo era viajar en su acepción más simple y sin adornos. No buscaba mucho más, aunque aprovechase para conocer mejor algún pueblo por el que pasaba, redujese la marcha para disfrutar mejor de la naturaleza que me rodeaba, o me parase en lugares que me sorprendían o me atraían, simplemente para mirarlos y no hacer nada más.

Al preguntarme por qué lo he hecho no puedo evitar acordarme de mi niñez, la primera patria. Hubo algún tiempo en el que había dos vagabundos que pasaban periódicamente por mi pueblo, cuando Lendoño, la Junta de Ruzabal y Orduña era todo el mundo conocido por mí. En mi casa les solíamos preparar en la cabaña un lugar para dormir. Siempre acompañaba a mi padre cuando les llevaba el desayuno por la mañana. La curiosidad me podía y les envidiaba por ir de pueblo en pueblo recorriendo el mundo, aquel pequeño mundo que yo conocía y otro que tenía que ser mucho más grande, porque aquellos solitarios vagabundos tardaban bastante en volver a pasar otra vez por Lendoño. Para mí eran vagabundos, lo que había oído que eran, y al verlos entendía que el significado de la palabra vagabundo era recorrer el mundo con total libertad y con poca carga. Y yo quería ser vagabundo.

He hecho bastantes viajes a pie y en bici, acompañado o en solitario; algunos muy parecidos —eso quiero creer— a los de aquellos vagabundos que envidiaba. Tuviesen el objetivo que tuviesen mis viajes a pie o en bici, el propio viaje —el desplazamiento de un lugar a otro distante— era también un objetivo en todos ellos. En el último ese ha sido el objetivo principal.

Antes de comenzar no estaba seguro de poder completar la ruta que quería hacer y me puse varias metas intermedias desde las que regresar a casa si el tiempo o mis fuerzas me fallaban: La Rochelle, Nantes y Mont Saint Michel. Aunque iba solo me sentía muy acompañado por familiares, amigas y amigos que seguían mi viaje. También esas personas contribuyeron a la motivación para completar el recorrido que me había propuesto, y al llegar a Mont Saint Michel seguí por la costa bretona hasta Roscoff para regresar luego hacia Nantes.

Mientras viajaba fueron muchas las personas que me veían y se interesaban por lo que estaba haciendo. Casi todas ellas me decían al despedirse:

Bon courage!

Pero alguien también me dijo cuando le expliqué lo que estaba haciendo:

Mais pourquoi? C’est folie!

C’est folie! Yo creo que no, aunque puede que lo sea. Pero ya está hecho.

Sea viajero, turista o lo que se quiera definir con el sinónimo que sea, espero seguir vagabundeando. Quiero creer que soy un vagabundo como aquellos que vi en mi niñez, aunque solo sea de vez en cuando.

Bidaia, bidaiaren beraren helburu

 


Bidaiatzea, adiera sinple eta apaingarririk gabean, leku batetik urrun dagoen beste batera mugitzea besterik ez da. Eta bidaia lekualdaketa hori egitea da soilik.

Bidaia hitzetik gertuen dagoen sinonimoa desplazamendu izan daiteke. Baina gizakioi, animalia sozialak izan arren, asko gustatzen zaigu espezieko gainontzeko kideengandik bereizten gaituzten alderdiak markatzea. Uste dut hori dela bidaiari hitzak sinonimo ugari izatearen arrazoietako bat: bidaiari, txangozale, erromes, abenturazale, esploratzaile, turista, emigrante...

Bidaiatzen duen pertsona adjektibatzeko balio duten sinonimoetako bi bidaiari eta turista dira. Beren burua bidaiaritzat duten pertsona askorentzat ‘turismoa egitea’ ‘bidaiatu’ hitzaren antonimoa da.

Ezin dut ukatu nik ere askotan pentsatu dudala gauza bera luzaroan. Baina 2018ko irailean Latinoamerikan hilabete batzuetako bidaia bat hastera nihoala, Miguel Espigado idazlearen artikulu bat irakurri nuen: “¿Te crees un viajero? Pues eres un turista”. Aholkuak ematea harrokeriaren adierazle txiki bat ez balitz, irakurtzea gomendatuko nuke. Nik irakurri nuen eta bidaia gutxi gorabehera planeatuta neukan bezala egin nuen, baina hasi aurretik nire itxaropenak aldatu egin ziren, eta eginak nituen idealizazioetako batzuk ez ziren nirekin joan.

Orain bizikletan egindako beste bidaia batetik itzuli berri naiz (Baiona – Nantes - Mont Saint Michel – Roscoff - Redon).

Nire bidaia-egunerokoa errepasatu eta egindakoa baloratzeko esertzen naizenean, aipatu dudan artikulua gogoratzen dut, eta behin baino gehiagotan erabili dudan Chestertoni egotzitako esaldi bat ere: «Bidaiariak ikusten duena ikusten du, turistak ikustera etori dena ikusten du». Eta ez dakit turista, bidaiari, ez bata eta ez bestea edo biak alde berean izan naizen. Ezeri uko ez egitera eta biak batera izan naizela pentsatzera jotzen dut.

Gogoan ditut bidaia-liburu batzuk ere, halaber, Javier Reverterenak (Corazón de Ulises, Vagabundo en Áfrika, ...) eta Julio Llamazaresenak (El río del olvido, Trás os Montes, Las rosas de piedra, ...). Biek giza eskalako bidaiak kontatzen dituzte, eta bidaia horiek egiteko interesa duen edonork egin ahal izango lituzke; bidaia horiek egiteko behar den prestakuntza bakarra erabakia hartzea besterik ez litzateke izango. Ikusten dutena kontatzen dute biek, eta bidaiatzen dute mundua haiengana egokitzea espero gabe. Llamazaresenak bereziki gustatzen zaizkit, etxetik aterata has daitezkeen bidaiak direlako. Beti gogoratzen ditut hauek nire bidaia-egunkarietan idazten dudanean.

Nire bidaiara itzuliko naiz. Horrela ulertzen dut Miguel Espigadoren artikulua: bidaiari izateko, ez zenuke lagundu beharko igarotzen dituzun tokiak alda daitezen zure gogoak betetzeko. Eta Chestertonen arabera turista izateko ikusi beharko zenuke ikusi behar dena. Bi ideiak nahastu eta neure burua engaina dezaket benetako bidaiaria naizela pentsatuz: igarotako lekuak ez nituen aldatzen lagundu, eta ez nuen turistak ikusi behar duena ikusi. Baina errealitatea beste bat da.

Lekuak eraldatzen ari direla bidaiariari egokitzeko esaten du Espigadok, eta hori dela plazer-bidaiak eraldatzen ez gaituela erakusten duen frogarik onena, mundua baita guri egokitzen zaiguna, eta ez alderantziz. Igaro ditudan leku asko hain daude urtaroko turismora egokituta, ezen uda amaitzen denean jenderik gabe geratzen baitira. Haietako askotatik igaro nintzenean, haien ostalaritza-zerbitzu ugariek begibistan zeuzkaten turistak erakartzeko erreklamu guztiak, baina, bat-bateko ihesaldi handia gertatu balitz bezala, ez zegoen inor balizko bisitariari harrera egiteko. Pentsa nezakeen leku horiek eraldatzen ez nuela laguntzen nire nahi eta beharretara molda zitezen, hauek asetu ere ezin izan bainituen egin. Baina ezin dut ahaztu azken udan haietako baten batean egon nintzela turistentzat aukeratutakoaz gozatzen (edo gozatzen saiatzen) Espigadok aipatzen duen bezala: “bisitariaren gustuko tokiko plazerrak hautatzea“.

Chestertonen arabera bidaiaria nintzen ikusten nuena ikusten nuelako. Hala ere, eskura nituen zerbitzuak ez ziren eskura egongo ikusi behar dena ikustera joaten den turismoa egon ezean. Leku askotatik pasatzen nintzen eta behatu besterik ez nituen egiten, baina nire bizikleta bidaia eskuragarri eta segurua egiteko prestatutako bideetatik joaten zen. Horrek Espigadoren artikulura eramaten nau berriro; bidaien eta turismoaren kontu honetan mundua da guri egokitzen dena, eta ez alderantziz.

Orain nire bidaia baloratzen dudanean konturatzen naiz bidaia bera izan dela helburua, leku batetik bestera etengabe joatea. Azken batean, aditzaren adiera sinpleenean eta apaingarririk gabean, helburua bidaiatzea zen. Ez nuen askoz gehiago bilatzen, nahiz eta igarotzen nuen herriren bat hobeto ezagutzeko aprobetxatu, ibilera murriztu inguruko naturaz hobeto gozatzeko, edo harritzen eta erakartzen ninduten lekuetan gelditu paisaia begiratzeko ezer gehiagorik egin gabe.

Zergatik egin dudan galdetzean, ezin dut saihestu nire haurtzaroaz gogoratzea, lehen aberriaz. Garai batean baziren bi ibiltari, kinkilari edo arlote nire herritik pasatzen zirela aldizka, ezagutzen nuen mundu osoa Lendoño, Larruazabal eta Urduña besterik ez zenean. Nire familiak etxe ondoko bordan lo egiteko leku bat prestatzen zien. Beti laguntzen nion aitari goizean gosaria eramaten zienean. Jakin-minak hartzen ninduen eta inbidia nien munduan zehar herriz herri ibiltzen zirelako libertate osoarekin. Nik ezagutzen nuen mundu txiki hura baino askoz handiagoa beste mundu bat egon behar zen, ibiltari bakarti haiek denbora asko behar izaten baitzuten Lendoñotik berriro pasatzeko. Niretzat vagabundoak ziren horrela deitzea entzun nuelako. Haiek ikustean vagabundo hitzaren esanahia libreki eta zama gutxirekin munduan zehar ibiltzea zela ulertzen nuen. Eta nik vagabundo izan nahi nuen.

Hainbat bidaia egin ditut oinez eta bizikletaz, lagunduta edo bakarrik; batzuk —horrela sinetsi nahi dut— inbidia nien vagabundo haien antzekoak izan dira. Oinez edo bizikletaz egindako aste batzuetako bidaien helburu nagusia zehinahi ere izan, bidaia bera ere —leku batetik urrutiko beste batera joatea— helburu bat zen guztietan. Egin dudan azkenean helburu nagusia izan da.

Bidaia hasi aurretik, ez nengoen ziur egin nahi nuen ibilbidea osatu ahal izango nuenik, eta tarteko zenbait helmuga jarri nituen, denborak edo indarrak huts egiten bazidaten etxera itzultzeko: La Rochelle, Nantes eta Mont Saint Michel. Bakarrik nenbilen arren, nire bidaia jarraitzen zuten senide eta lagunei esker lagunartean ikusten nuen nire burua. Haien jarraipena eta irudizko konpainia motibazio gehigarri handi bat izan ziren niretzat. Eta Mont Saint Michelera iristean Bretainiako kostaldetik Roscofferaino jarraitu nuen Nantesera itzultzeko gero.

Bidaiatzen ari nintzen bitartean, asko izan ziren egiten ari nuenaz interesatu ziren pertsonak. Ia guztiek esaten zidaten agur esatean:

Bon courage!

Baina norbaitek, zertan ari nintzen azaldu nionean, esan zidan:

Mais pourquoi? C'est folie!

C'est folie! Nik ezetz uste dudan arren, baliteke hala izatea. Baina egina dago.

Bidaiaria, turista edo edozein sinonimorekin definitu nahi dena izanda ere, alderrai ibiltzea espero dut vagabundo izaten. Nire haurtzaroan ikusi nituen vagabundo haiek bezalako bat naizela sinetsi nahi dut, noizean behin besterik ez bada ere.

2021/09/22

GR-282 SENDA DEL PASTOREO (4)

 


3.- LLEVAR LA CONTRARIA AL SOL

GR-282. Camino natural Senda del Pastoreo.
Viaje a pie y en solitario realizado en 20 etapas (en periodos de 3, 4 y 5 días) entre el 8 de junio y el 8 de julio de 2021.

2021/09/12

GR-282 SENDA DEL PASTOREO (3)

 


2.- CERCA DE CASA

GR-282. Camino natural Senda del Pastoreo.
Viaje a pie y en solitario realizado en 20 etapas (en periodos de 3, 4 y 5 días) entre el 8 de junio y el 8 de julio de 2021.

2021/09/08

GR-282 SENDA DEL PASTOREO (2)

 




1.- SIGUIENDO AL SOL

GR-282. Camino natural Senda del Pastoreo.
Viaje a pie y en solitario realizado en 20 etapas (en periodos de 3, 4 y 5 días) entre el 8 de junio y el 8 de julio de 2021.

2021/08/08

PUERTO DE SANTA TEODOSIA, MIRADOR DEL VALLE DE ARANA

 


Un plato desconocido para ti con una presentación apetitosa primero lo ves, luego lo catas y por fin lo disfrutas; después repites de vez en cuando para seguir saboreándolo. Ver, catar, saborear. Podría decir que con la ermita de Santa Teodosia, en San Vicente de Arana, ese es el proceso de disfrute en el que me encuentro inmerso.


En un reciente viaje a pie para recorrer la Senda del Pastoreo (GR-282), casi al inicio de mi catorceava etapa, llegué a un lugar que no conocía y que me sorprendió. La ermita y, sobre todo, el entorno del collado de Zanarri o de Santa Teodosia me parecieron admirables.

No he podido iniciar otro viaje sin compartir antes lo que para mí fue un hallazgo, si no casual sí inesperado.


Ver y catar

Había salido de San Vicente de Arana cuando aún el silencio no tenía rasgaduras. El camino pronto me introdujo en un hayal. Después de caminar poco más de 2 km me topé con la ermita de Santa Teodosia. Allí parecía terminar el camino que subía por el bosque. Unas esbeltas columnas toscanas fue lo primero que llamó mi atención, y el amplio pórtico con dos de los lados del rectángulo que forma su superficie abiertos; uno al camino que sube por el SW, el otro mirando hacia Anda, al SE.


‒Podría haber dormido aquí ‒fue lo primero que pensé al ver el generoso pórtico y sus vistas. Pero no me arrepentí de haberlo hecho en el albergue de San Vicente y haber disfrutado de la amabilidad de la gente del pueblo.

Dejé la mochila bajo un balcón semicircular (un púlpito abierto hacia el valle), rodeé la ermita y caminé por los alrededores. Descubrí en uno de sus lados un fresno declarado árbol singular en 1995, un precioso crucero y, hacia el E, un dolmen. Seguí caminando por el borde de los acantilados que miran hacia el Valle de Arana para contemplar San Vicente, que desde la ermita queda tapado por el bosque por donde subí. No estuve más de media hora por el lugar. No había hecho mucho más de 2 km y un cartel que había junto al camino me avisaba de que me quedaban más de 30 km para llegar al destino de aquel día.

Había descubierto un plato con una atractiva presentación y lo había catado. Tendría que volver para saborearlo.


Catar y saborear

Cuando viajas en solitario hay momentos en los que desearías que las personas que quieres y aprecias pudiesen ver y sentir lo mismo que tú ante los paisajes que admiras, lo que ves y lo que sientes. Esta semana he vuelto a la ermita de Santa Teodosia con Josune (con quien cada día compartía lo que había hecho en mi viaje por el GR-282) y con Nerea. Yo volvía a saborear, esperaba que ellas a catar y saborear.

El viernes accedimos a la ermita desde el puerto de Opakua. Por la carretera que atraviesa los altos de Iturrieta para llegar a Maeztu (o, desviándose por Sabando, al valle de Arana) llegamos al cruce del ramal que sale hacia la ermita de Santa Teodosia. Antes de llegar a la ermita comprobamos la tranquilidad en la que viven las vacas que aprovechan los pastos de la parzonería de Iturrieta. Tuvimos que parar ante un par de rebaños que ni se inmutaban ni se apartaban de la pista al paso del coche.

Al llegar a nuestro destino pude comprobar que mi admiración por el lugar no tenía nada de extraño. Quienes me acompañaban no pudieron dejar de expresar la suya por el hermoso lugar, por el admirable paisaje.



Tuvimos la suerte de poder acceder al interior de la ermita y de sus dependencias. Varias personas del valle de Arana estaban trabajando para mantener adecentados los edificios y los alrededores, y preparando su comida en las dependencias del ermitaño. Nos invitaron a entrar.

La iglesia es de una sola nave. Sobre el presbiterio hay una cúpula abierta en su parte superior para iluminar la zona del altar; desde fuera no es visible porque durante la última obra del tejado, que ahora es de uralita, colocaron sobre ella una viga de madera. Adjunta a la iglesia y las dependencias del ermitaño hay una amplia sala adornada con pinturas realistas y modernas en las que se representan escenas propias de la vida y oficios del Valle de Arana: yuguero, pastor, carbonero, elaboración de queso, colocación del mayo… Esta sala se puede alquilar.



La ermita tenía hospedería. Los ermitaños o ermitañas (podían ser hombres o mujeres) estaban obligados a prestar auxilio y ofrecer hospitalidad. El último que vivió en la ermita con su familia ejerció como ermitaño desde 1933 hasta 1967.

Quien nos enseñó los edificios nos explicó cuáles eran para él los balcones con mejores vistas:

‒Igeldo para ver Donostia, Gaztelugatxe para contemplar la costa vizcaína, Santa Teodosia para ver Anda, que por algo es mi pueblo.

‒Te olvidas de uno ‒le dijo Nerea‒, la sierra Salvada, para ver Aiaraldea.

‒Tienes razón, ese también es un balcón excelente ‒dijo nuestro anfitrión.

Nosotros ascendimos unos centenares de metros hacia el E para ver si Igeldo y Gastelugatxe pueden compentir con Santa Teodosia, y si Santa Teodosia puede competir con la Sierra Salvada. A medida que dejábamos atrás y más abajo la ermita, el dolmen y el propio puerto, la vistas se hacían más atractivas. Al sur los montes Joar y Kostalera dibujaban el horizonte; más al oeste destacaba la silueta característica del monte La Población, seguido del resto de la sierra de Cantabria; también al sur, y delante de Joar y Kostalera, la sierra de Lokiz... A nuestros pies los pueblos del Valle de Arana, cada vez más despoblados.


Para seguir catando y saboreando el Valle de Arana descendimos los 2 km de pista asfaltada que nos separaban de San Vicente de Arana. Íbamos a comer en el restaurante Obenkun.

Seguir saboreando

El Valle de Arana y las cumbres meridionales de los Montes de Iturrieta, hasta ahora imperdonablemente desconocidos para mí, serán en adelante lugares para recorrer, para ascender, para saborear en compañía de familiares y amigos; serán lugares para aconsejar a quienes sé que disfrutan sintiéndose rodeados de una naturaleza generosa y tranquila.

No pasará mucho tiempo antes de que vuelva a San Vicente de Arana para ascender a la ermita de Santa Teodosia, recorrer las cumbres meridionales de los Montes de Iturrieta, descender a Kontrasta, caminar por los cuatro pueblos del valle (Kontrasta, Ullibarri-Arana, Alda y San Vicente de Arana) y reponer fuerzas en el restaurante Obenkun.

SANTA TEODOSIA MENDATEA, HARANAKO BEGIRATOKI APARTA

 


Zuretzat ezezaguna den plater bat, itxura atsegina badu, lehendabizi ikusi, gero dastatu eta azkenik gozatu egiten duzu; gero noizean behin errepikatzen duzu gozatzen jarraitzeko. Ikusi, dastatu eta gozatu. Esan nezake horrela dela Done Bikendi Haraneko Santa Teodosia ermitarekiko murgilduta nagoen gozamen prozesua.

Artzaintzaren Naturbidea (GR-282) oinez egin berri dudan bidaian, ia nire hamalaugarren etaparen hasieran, ezagutzen ez nuen leku batera iritsi nintzen. Zanarri edo Santa Teodosia mendatean dagoen baseliza eta, batez ere, ingurua miresgarriak iruditu zitzaizkidan. Ezin izan dut beste bidaia bat hasi partekatu gabe niretzat aurkikuntza izan zena, ustekabekoa ez bazen ere.

Ikusi eta dastatu

Isiltasunak oraindik urradurarik ez zuenean Done Bikendi Haranatik aterea nintzen. Bideak laster pagadi batean sartu ninduen. 2 km pasatxo ibiliak nituenean, Santa Teodosia ermitarekin egin nuen topo. Bazirudien han amaitzen zela basoan gora zihoan bidea. Toskanar zutabe lirain batzuk izan ziren nire arreta piztu zuen lehen gauza, eta gero baselizaren elizpe laukizuzen zabala bi aldetako irekia; bata hego-mendebaldetik igotzen den bidera, bestea Anda aldera begira, hego-ekialdera.



‒Hemen lo egin nezakeen ‒horixe izan zen elizpe zabala eta bere bistak ikustean pentsatu nuen lehen gauza. Baina ez nintzen damutu Done Bikendiko aterpetxean lo egin eta herriko jendearen adeitasunaz gozatu izanaz.

Motxila balkoi baten azpian utziz (haranera irekitako pulpitu bat) ermita inguratu eta hango landetan ibili nintzen. Baselizaren alde batean 1995ean zuhaitz apartekoa izendatutako lizar bat ikusi nuen, harrizko gurutze eder bat eta, dozenaka metro ekialderantz, trikuharri bat. Haranera begira dauden harkaitzen ertzetik oinez jarraitu nituen hainbat dozenaka metro Done Bikendi ikusteko, baseliza hurbiletik basoak herria ezkutatzen baizuen. Ez nintzen ordu erdi baino gehiago egon. 2 km pasatxo besterik nuen eginda, eta bidearen ondoan zegoen kartel batek jakinarazten zidan 30 km baino gehiago geratzen zitzaizkidala egun hartako helmugara iristeko.

Itxura erakargarria zuen plater bat aurkitu eta dastatu egin nuen. Gozatzeko itzuli beharko nuke.

Dastatu eta gozatu

Bakarrik bidaiatzen duzunean maite dituzunekin behin baino gehiagotan partekatu nahiko zenituzke ikusten eta sentitzen duzuna. Aste honetan Santa Teodosia ermitara itzuli naiz Josunerekin (egunero harekin partekatzen nuen GR-282an egiten nuena) eta Nerearekin. Nik berriro gozatu dut lekuaz, haiek dastatu eta, espero nuen bezala, gozatu ere.

Ostiralean Opakuako portutik igo ginen ermitara joateko. Iturrietako gainak zeharkatzen dituen errepidetik (Maeztura doana, edo Sabandotik barrena Haranara), Santa Teodosia ermitarantz irteten den adarraren bidegurutzean ezkerrera jo genuen. Ermitara iritsi aurretik Iturrietako partzoneriako larreak aprobetxatzen dituzten behiak lasai bizi direla ikusi genuen. Behi-talde pare baten aurrean gelditu behar izan genuen; autoa gainean izan arren ez ziren aztoratzen eta pistatik ez ziren aldentzen.

Gure helmugara iritsi ginenean, ikusi ahal izan nuen nire lekuarekiko mirespenak ez zuela ezer arrarorik. Lagun nituenek ezin izan zioten beren harridura adierazteari utzi leku ederragatik, paisaia miresgarriagatik.



Zorionez, baseliza barrura eta bertako geletara sartu ahal izan ginen. Haranako zenbait pertsona lanean ari ziren eraikinak eta inguruak txukunduta mantentzeko, eta ermitauaren sukaldean haien janaria prestatzen. Sartzera gonbidatu gintuzten.

Eliza nabe bakarrekoa da. Presbiterioaren gainean kupula bat dago goiko aldean irekita aldare aldea argiztatzeko; kanpotik ez da ikusten, teilatuan egindako azken obran (orain uralitazkoa da) egurrezko habe bat jarri baitzuten gainean. Elizaren eta ermitauaren gelen ondoan, margo errealista eta modernoz apaindutako gela handi bat dago; Haranako bizitza eta lanbideak irudikatzen dira: arotza, artzaina, gaztagilea... Gela hau alokatu egin daiteke.



Baselizak ostatua zuen. Ermitauak (gizonak edo emakumeak izan zitezkeen) laguntza ematera eta hospilatitate eskaintzera behartuta zeuden. Ermitan familiarekin bizi izan zen azkena ermitau gisa aritu zen 1933tik 1967ra arte.

Eraikinak erakutsi zizkigunak azaldu zigun zeintzuk diren bista ederragoen dituzten balkoiak:

‒Igeldo, Donostia ikusteko; Gaztelugatxe, Bizkaiko kostaldea ikusteko; Santa Teodosia, Anda ikusteko ‒Andakoa zen bera.

‒Beste bat ahaztu zaizu ‒esan zion Nereak‒ Gorobel mendilerroa Aiaraldea ikusteko.

‒Arrazoi duzu, hori ere balkoi bikaina da ‒esan zuen gure anfitrioiak.

Ehunka metro igo genituen ekialderantz, Igeldo eta Gastelugatxe Santa Teodosiarekin lehiatu daitezkeen ikusteko, eta Santa Teodosia Gorobel mendilerroarekin lehiatu daitekeen ikusteko.

Baseliza, trikuharria eta mendatea bera atzerago eta beherago uzten genuen heinean ikuspegia zoragarriagoa egiten zen. Hegoaldean Joar eta Kostalera mendiek zerumuga marrrazten zuten; mendebalderago La Población mendiaren silueta bereizgarria nabarmentzen zen, eta jarraian Kantauriko mendizerra; hegoaldean ere, eta Joar eta Kostalera aurrean, Lokiz mendizerra... Gure oinetan Haranako herriak, gero eta despopulatuagoak.



Harana dastatzen eta gozatzen jarraitzeko, Done Bikendi Haranatik urruntzen gintuzten asfaltatutako pistako 2 kilometroak jaitsi genituen Obenkun jatetxean bazkaltzeko.

Gozatzen jarraitu

Harana eta Iturrietako mendien hegoaldeko gailurrak orain arte ezezagunak izatea niretzat barkaezinezkoa iruditzen zait. Aurrerantzean ibiltzeko, igotzeko, senitarteko eta lagunekin batera dastatzeko lekuak izango dira; natura emankor eta lasai batez inguratuta sentitzea gustatzen zaien lagunei gomendatzeko tokiak ere izango dira.

Ez da denbora asko igaroko Done Bikendi Haranera itzuli eta Santa Teodosia ermitara igotzeko. Berandu baino lehen itzuliko naiz Iturrietako mendien hegoaldeko gailurrak zeharkatu, Kontrastara jaitsi, Haraneko lau herrietatik ibili (Kontrasta, Uribarri-Arana, Alda eta Done Bikendi Arana) eta Obenkun jatetxean indarrak berritzeko.

2021/06/07

GORA LANGILEON BORROKA!!!

 

 Argazkia: Aimar Gutierrez Bidarte


Losa. Un viaje para ‘rehabilitar’ recuerdos (y 5)

Quinta y última jornada: 21/05/2021

Quincoces de Yuso - Laudio.

Quería llegar a Laudio con tiempo para ir a la manifestación convocada por el comité de empresa de Tubacex; hoy hace 100 días comenzó su huelga indefinida. He salido a las siete de la mañana. Los bares del centro de Quincoces estaban cerrados y no he esperado para desayunar. Hacía frío. Las manos se me quedaban heladas y cuanto más rápido iba más frío sentía en todo el cuerpo. He parado en el puerto de Angulo para comer unas onzas de chocolate.

A medida que descendía hacia Artziniega mis manos sufrían menos. He parado al final del puerto para desayunar en el bar Montenegro, pero no he entrado en calor. Y después de llegar a Laudio y darme una ducha bien caliente seguía con sensación de frío.

La manifestación ha sido multitudinaria. Y sí, en la manifestación he entrado por fin en calor. Todo Aiaraldea está volcada en la reivindicación. Tubacex lleva 100 días de huelga, pero no se trata solo de Tubacex, se trata de toda la comarca. Es una lucha de clase.

GORA LANGILEON BORROKA!!!

(De mi diario de viaje)

2021/06/06

LA LOSA VECINA DE ORDUÑA Y DE LA JUNTA DE RUZABAL

 


Losa. Un viaje para ‘rehabilitar’ recuerdos (4)

Cuarta jornada: 20/05/2021

Quincoces de Yuso - Lastras de Teza - Teza de Losa - Villacián - Barriga - Villañor - Llorengoz - Villalba - Berberana - Aostri de Losa - Hozalla - Mambliga - Fresno de Losa - Qincoces de Yuso.

El tiempo del que estoy disfrutando en este viaje por Losa no provoca en mí el deseo de acercarme a la fuente cada vez que llego a un pueblo. En julio del 2001 era lo primero que buscaba. Hoy he pedaleado por la parte de Losa a la que hace veinte años ni siquiera me acerqué. He pasado por casi todos los pueblos que hay hacia el este de Quincoces de Yuso y no he tenido la imperiosa necesidad de beber o refrescarme en sus fuentes. Sin embargo, y ya que decidí que el eje temático para el viaje fuesen estas, he visitado casi todas las de los pueblos por los que he pasado. Una de las de Teza de Losa y la que Villalba tiene fuera del pueblo son las que me han parecido de más interés.

La que Teza de Losa tiene en lo alto del pueblo es una fuente de las que te obliga a humillarte si quieres beber de ella, incluso a que te mojes los pies. Contra un declive del terreno sobre el que pasa un camino hay una construcción de sillares que protege la surgencia; está coronada por una cruz. En la parte inferior hay una ventana cuadrada bajo la que están los caños; permite introducir el brazo al interior para tomar agua del propio manantial. La fuente está por debajo del nivel de todo el terreno que la rodea, pero delante de ella hay un canal de desagüe de alrededor de un metro de ancho excavado en la roca.



Un vecino del pueblo que sacaba sus vacas a pacer, me ha enseñado el pueblo, me ha llevado hasta sus dos fuentes y me ha dado conversación durante más de una hora. Conocía mucho mejor que yo a muchas personas de Ayala, de la Junta de Ruzabal, de Orduña...

Hoy también me he fijado con más atención en la fuente de Villalba, que ya había visto más veces. En la pilastra que tiene contra el declive sobre el que pasa la carretera está gravado el año de su construcción: 1870. A su derecha hay un muro de hormigón con cuya construcción seguramente se vio afectado el abrevadero. Más a la derecha está el lavadero en el interior de una edificio con apariencia de casa. Enfrente de este conjunto hay otra fuente con una pilastra en el centro de un abrevadero o estanque ovalado sobre el que varios caños vierten agua.



Ha habido dos lugares que han atraído mi atención más que las fuentes: en Villaño y Villalba, los dos relacionados con Orduña por razones diferentes.

En Villaño, donde no había estado nunca, se encuentra un pequeño enclave orduñés: La Cerca de Villaño. En el caserío que hay en ese espacio iban a dar a luz las mujeres de Villaño y de los pueblos cercanos para aprovechar el fuero que libraba del servicio militar a quienes nacían en Bizkaia. Hasta los años 50 del siglo XX la corporación orduñesa subía cada año a inspeccionar los mojones del pequeñísimo enclave.

‒Yo vivo aquí desde hace 30 años y no he visto nunca lo que contaba mi tío ‒me ha contado un vecino‒, pero él decía que todos los años subían los de Orduña y hacían una gran romería con txistularis y tamborileros.

También ha hecho referencia al hecho de que la muga pasaba por el mismo caserío y había que dar a luz en la habitación adecuada, aunque esto quizás sea más leyenda que realidad.

El caserío está arruinado. Sus dueños, según mi interlocutor, hicieron una casa nueva cerca de él, pero en terreno burgalés. Me he acercado hasta el enclave, pero en los alrededores no me he topado con nadie para que me indicase cuáles son los límites de La Cerca de Villaño. Quizás sean los que las propias ruinas y la pared que circunda la finca contigua encierran.



Al llegar a Villalba estaba abierto el local de la Asociación Recreativo Cultural Juan de Garay. He comprado una lata de cerveza y me he sentado a comer junto al monumento dedicado al fundador de Buenos Aires. Aquí dan por buena la versión de que Garay nació en Villalba, en contra de la que sitúa su nacimiento en Orduña. Tanta importancia le dieron en su día que, si no estoy equivocado, consiguieron que a la inauguración del monumento viniese la reina Sofía.

Yo no había prestado mucha atención a Juan de Garay hasta que, a raíz de un trabajo extraescolar y voluntario propuesto a un grupo de alumnas, leí varias biografías y estudios sobre la procedencia del conquistador. Yo creo que no hay ninguna duda de que nació en Orduña (también se dice que en Belandia, pero creo que esto es más dudoso). Sin embargo Garay marchó a América cuando aún era jovencísimo y allí vivió el resto de su vida. Puede permanecer la duda de su lugar de nacimiento, de lo que no cabe duda es de que más que orduñés o de Villalva era de América, de aquella América colonizada en la que fue un importante agente de las agresivas conquista y colonización. ¿De dónde se sentía él? Tanto Garay como su descendencia reivindicaron su vizcainía, lo que, desde mi punto de vista apoya la teoría de que nació en Orduña y su infancia transcurrió en dicha ciudad. Aunque sé que esto no prueba nada, si la infancia es la “primera patria” la reivindicación de su vizcainía por parte de Garay me hace creer que Orduña fue la suya.



Después de llegar a Berberana he regresado hasta Quincoces pasando por Aostri, Hozalla y Fresno. En este último me he detenido más tiempo, porque, aunque nunca había entrado en él, su nombre lo conocía desde pequeño. Una familia de Vitoria que tenía aquí una casa como segunda vivienda, solía encargar a mi madre y mi padre la elaboración y curación de chorizos caseros. Lo hicieron durante varios años. Mis hermanos y yo solíamos heredar ropa de los hijos de aquella familia. Tampoco en Fresno he visto a nadie y no he podido indagar sobre aquellos antiguos conocidos.

Desde Fresno he abandonado las carreteras y pistas locales y, sin llegar por ellas a Villalambrús y San Martín, he bajado a la carretera general. San Martín ya lo conozco, Villalambrús no. Su nombre siempre me recuerda los versos que de vez en cuando oía a mi abuelo, que los recitaba medio cantando: “El cura de Villalva y el de Villalambrús se juegan los cojones jugando al mus”. Más tarde leí el Diccionario Secreto, de Cela, donde se recogía este dicho.

Donde no he podido resistir la tentación de volver a entrar antes de llegar a Quincoces ha sido en Teza de Losa para volver a admirar sus dos fuentes y fotografiarlas, sobre todo la de arriba, con mejor luz que a la mañana.

(Texto elaborado a partir de los apuntes de mi diario de viaje)

2021/06/05

NATURALEZA EFERVESCENTE Y RUINAS PARA EMPADRONARSE



Losa. Un viaje para ‘rehabilitar’ recuerdos (3)

Tercera jornada: 19/05/2021

Quincoces de Yuso - Castrobarto - Rosio - Salinas de Rosio - La Cerca - Villamor - Perex - Río de Losa - Quincoces de Yuso

Aunque cuando he salido la niebla peinaba las cumbres de los Montes de la Peña y trataba de de penetrar en Losa por el portillo de Muga, el frío no era notable, pero me he tenido que abrigar. Durante todo el día he viajado por un paisaje verde que pronto amarilleará, aunque ya hay amarillos que jaspean el paisaje. La aulaga adorna las lindes y se adivina desde muy lejos entre los claros de las zonas arboladas. Los sembrados de colza rompen de vez en cuando el verde del cereal. Las laderas de los Montes de la Peña lucen el contraste entre el verde oscuro de las coníferas y el claro de las especies de hoja caduca. Un cielo de nubes y claros, con tonos desde el blanco hasta azulados gris oscuro, mejoraba aún más el colorido del paisaje.

 

Al entrar en Castrobarto no sabía cómo llegar a la fuente que me recibió en 2001 después de haber estado perdido en la niebla y haber recogido en mis pies toda el agua que “...se había depositado en el brezo, en los enebros, en las otacas y en los espinos de la sierra mientras trataba de llegar al portillo de la Magdalena rodeado de niebla y cruzando a veces por pasajes tenebrosos entre hayas o avellanos, donde parecía que alguien había robado toda la luz circundante, lechosa y ya escasa de por sí”.

 
He atravesado el pueblo hasta la pista que sube hacia el portillo de la Magdalena, por la que hace veinte años llegué a Castrobarto después de estar en su lobera. Una mujer que volvía de su paseo matutino me ha orientado para llegar a la fuente. No he tenido que hacer ninguna corrección en mi recuerdo: “La de Castrobarto domina una amplia plaza y protege una bolera que tiene detrás; entre sus dos largos abrevaderos cubre un frente de unos 25 m”. La mujer me ha dicho que la fuente recibe el agua de un manantial diferente al que le servía hace dos décadas; la explotación de unas canteras debió afectar al manantial o al acuífero del que tomaba el agua.
 

También me ha acompañado a otra fuente que hay en la parte baja del pueblo. Sin ser experto juraría que es más antigua, y quizás levantada en la misma surgencia o junto a ella. Más abajo no se pudo colocar la pilastra de la que surgen los caños; vierten el agua directamente en el abrevadero, que está prácticamente a ras de suelo. Casi al mismo nivel se construyó el lavadero. La fuente ofrece graciosamente su agua, pero es de las que exigen humillación a quien la toma; a quienes tuvieron que hacer la colada en el lavadero —seguro que solo mujeres— les exigía además arrodillarse.


 
He vuelto a recorrer el pueblo buscando una tercera fuente, frente a la que he pasado un par de veces antes de verla. En la iglesia me he detenido para admirar una portada gótica que desde el exterior da entrada a otro espacio abierto. Es una puerta que no cierra nada, pero a través de escaleras te introduce en el apacible y herboso lugar que, rodeado por un muro, hay frente a la iglesia. La portada no es de Castrobarto; procede de Muga, un pueblo cercano desaparecido. El lugar al que se accede por ella es el antiguo cementerio. “Descanse en paz”, repetiría todo el vecindario cuando dieron tierra a todas las personas cuyos restos están o estuvieron allí enterrados. Puedo asegurar que hoy no se respiraba otra cosa


 
En Castrobarto (Junta de Traslaloma) me he entretenido más tiempo del que pensaba, así que de camino a Salinas de Rosio no he parado en Villalacre. He traicionado a su fuente y de ella solo sé que veinte años atrás solo escribí: “Los tres caños de la de Villalacre surgen de un rollo o cilindro de piedra que en su base está rodeado por una pila semicircular, donde vierten el agua; la pila se prolonga por uno de sus lados en un largo abrevadero”. Ahora ni siquiera puedo reproducir en mi cabeza una imagen de ella. Otro lugar al que tendré que volver.

 
De Salinas de Rosio mantenía con mucha claridad en mi memoria algunos de los momentos de la tarde y noche que en 2001 pasé en el pueblo. Ahora he visto que había adornado algunos de ellos. La fuente que está junto a la carretera no contradice lo que entonces escribí: “El caño de la fuente de la Plaza Mayor de Salinas de Rosío vierte el agua en un pilón alargado, que comienza bajo el mismo caño y sigue durante varios metros la dirección de la carretera que atraviesa el pueblo en dirección a La Cerca”. 


Pero mi recuerdo situaba la fuente al otro lado de la carretera, en frente del espacio cubierto que se adelanta al centro social del pueblo. En ese soportal extendí hace 20 años mi esterilla para pasar la noche. Después conté que “...el sonido monocorde del chorro de agua me acompañó hasta que, a primeras horas de la madrugada dos parejas de jóvenes se sentaron frente al soportal en el que dormía para alargar la noche con animada charla y con risas. Dejé de oir la fuente; me pareció que se callaba para escuchar, también ella, la conversación de aquellos cuatro jóvenes. ¿Guardará muchos secretos esta fuente?” 

Yo recordaba la fuente enfrente del cobertizo, y a aquellas dos parejas sentados en el borde del abrevadero; pero es imposible, porque a aquellas personas podía verlas si levantaba la cabeza y, como he podido averiguar hoy, desde donde dormía no podía ver la fuente, aunque la escuchase. De nuevo he comprobado que la memoria y los recuerdos pueden ser dúctiles y moldeables. Gracias a ese moldeado podemos recordar algo que no ocurrió, o que si lo hizo no fue exactamente como lo acabamos rememorando.

 
Salinas de Rosio, integrada en la Junta de La Cerca, era parte de la Merindad de Losa. Hoy pertenece al municipio de Medina de Pomar y parece un pueblo desierto. En 2001 se concentraron donde yo iba a dormir muchas de las personas que ocupaban el pueblo en verano, porque allí estaba su centro social. También entonces la mayoría de las casas estaban vacías en invierno. La prosperidad que desde la romanización dio la sal al pueblo se ha ido diluyendo en una atmósfera extraña. Se esfumó la vida y el bullicio que pudo haber en sus calles, pero el pueblo sigue en pie y todavía hay quien resiste en él durante todo el año. Creo que la saturación de carteles de “se vende” tienen que afectar al ánimo de esas personas resistentes.

 
‒Aquí no llega nada. Todo se queda en Medina ‒me ha dicho uno de esos vecinos que resisten.

 
Casi al mismo tiempo ha pasado un camión que iba a cargar salmuera a las instalaciones donde aún se extrae, aunque ya no aporte riqueza al pueblo.

 
‒Dos o tres camiones al día. Lo llevan a Cantabria ‒dice mi informador.

 
Se queja del abandono de las salinas, y lo hace envidiando la recuperación de la producción y el atractivo turístico que ha supuesto la rehabilitación de las de Salinas de Añana. También se queja del abandono de restos romanos, alguno de los cuales ve desaparecer poco a poco bajo tierras de cultivo. Y del retablo que se llevaron de la iglesia antes de rehabilitarla; asegura que dejaron que se cayese el tejado para llevárselo. Me muestra también las ruinas de una casa que hay junto a la fuente. De ella no quedan más que la parte inferior de los muros y el interior colmado de escombros.

 
‒Pues ahí está empadronado uno que vive en Medina. Alguna vez ha venido la cartera y me ha preguntado dónde vivía el dueño para entregarle el correo; en esa casa, le digo yo.

 
Me lo cuenta sin adornos, como quien relata un hecho concreto con frialdad, sin apasionamiento. Intuyo que precisamente con ese tono desapasionado insinúa que hay intereses no muy éticos detrás de ese empadronamiento.

 

Hay otra fuente en la parte alta del pueblo, muy cerca de la iglesia y de lo que antaño fue un hospital y más tarde escuela. Su obra, realizada con grandes sillares, es de mucha más calidad que la de la que hay junto a la carretera. La pilastra, de la que salen tres caños, está protegida por un arco que la separa del abrevadero, que se extiende hacia la derecha en dirección a la parte trasera de la iglesia.



Perex era mi siguiente objetivo. He llegado a La Cerca, desde donde he seguido la carretera en dirección a Trespaderne. En Villamor la he abandonado para ascender hacia Perex. Sin descender a Momediano me he desviado por una pista agrícola para llegar al pueblo.
La fuente de Perex es una de las que guardaba un recuerdo más fiel a la realidad: “...se apoya en un muro que cierra un patio sobre el que se ve la preciosa solana de una de las casas que rodean la plaza en la que está la fuente”. 

En su pilastra aparece grabado el año de su construcción: 1882. La pilastra está apoyada en una piedra, en la que también está labrada la pileta sobre la que desaguan los caños; todo el conjunto está apoyado sobre los sillares del único abrevadero, y por encima del agua que lo llena.



La sede de la Junta Administrativa de Perex está en una casa contigua a la fuente. También es centro social y bar. Un vecino ya jubilado, la única persona que he visto en el pueblo; estaba sentado a una mesa construida con una rueda de molino. Me ha sacado una cerveza del bar; mientras charlaba con él he comido lo que traía, yo sentado en otra mesa para mantener la distancia social que nos impone el Covid-19. El hombre tiene su residencia en Ortuella, pero prefiere estar aquí. Cuando después del confinamiento ha vuelto, ha encontrado su huerta invadida por la yerba.

‒Las más altas las malas ‒ha dicho.

Fue ciclista de joven y buena parte de la conversación ha sido sobre ciclismo. Al preguntar por el estado de la pista que sube a la lobera de La Barrerilla me ha contado que hace bastantes años, pero ya entrado este siglo, cayó al foso una jabalina con sus crías. Él, su hermano y un sobrino consiguieron con mucho cuidado y esfuerzo sacar los animales con vida.

‒Me duró el olor a jabalí una temporada larga.

Él se ha marchado en bici y yo he subido hasta la lobera por la pista.



De vuelta a la carretera he descendido para llegar a Río de Losa por Castriciones y Quintanilla la Ojada. Antes de pasar por San Pantaleón de Losa no he podido resistir la tentación de pararme a fotografiar el impresionante espolón rocoso sobre el pueblo y la ermita de San Pantaleón que lo corona.



En Río de Losa he parado para volver a ver la fuente y charlar con Jose Javier Fernández. No he tenido que “rehabilitar” mi recuerdo de aquella, no tengo que añadir nada a lo que escribí sobre ella en 2001: “La fuente de Río de Losa domina el espacio que la circunda. Desde esa posición se muestra tan soberbia que hasta para poder beber exige algún esfuerzo al sediento, a no ser que metas los piés en el agua de sus pilones. Sus dos caños vierten el agua hacia el centro de cada uno de los anchos abrebaderos, que se extienden a dos de los lados de la estructura cúbica de la que surgen...”. 



Entonces fue la última de las fuentes de Losa que me alivió el calor y me quitó la sed antes de que me dirigiese a la lobera del Toyo y entrase en Araba.

A Javier le conocí en aquel viaje; poco después coincidí con él en una charla sobre loberas que Félix Murga dio en Quincoces. Creo recordar que para entonces ya le había enviado el artículo sobre las fuentes de Losa que publicó en La Solana, una revista de información cultural comarcal que siguen publicando aún con el mismo sencillo formato de entonces. Javier es un enamorado de la historia y de todo lo que le sirva para entender Losa. Puede hablar de romanización, de etnografía, de arqueología, de geologia… No se pierde. También hemos hablado de conocidos comunes; conoce mi comarca ‒Aiaraldea y Alto Nervión‒ muchísimo mejor que yo la suya; no en vano ha trabajado mucho al otro lado (para él) de la Sierra Salvada.
(Texto elaborado a partir de los apuntes de mi diario de viaje)


2021/06/01

RECUERDOS CONFINADOS EN UNA ESFERA INVISIBLE

 

Losa. Un viaje para ‘rehabilitar’ recuerdos (2)

Segunda jornada: 18/05/2021

Quincoces de Yuso - San Miguel de Relloso - Relloso - Lastras de la Torre - Villabasil - Castresana - Villaventín - Quincoces de Yuso

La fuente de San Miguel de Relloso canta como todas las demás, pero su canción es muchísimo más perceptible que la del resto de las fuentes de Losa por las que he pasado. En medio del silencio su caño vierte el agua que, al caer en el pilón, crea hondas concéntricas que envuelven el pueblo con un dulce y relajante sonido, y forman una esfera invisible en la que, con toda seguridad, permanecen una infinidad de experiencias y recuerdos que acabarán perdiéndose si nadie los recoge”.

Durante el reciente viaje he vuelto a ingresar en la esfera invisible que hace veinte años imaginé envolviendo San Miguel de Relloso. No he tenido que ‘rehabilitar’ el recuerdo que conservaba del pueblo y de la fuente. Se conservan tal como los recordaba. Esta vez he entrado por el camino de Relloso, por el sur; en 2001 llegué desde el norte por el camino del portillo de La Egaña, al que llegué después de haber pasado por la lobera de Gurdieta. En el recuerdo que mantenía del lugar solo he tenido que adaptar las distancias entre la cabaña en la que dormí hace 20 años, la fuente y la casa de Sito. En mi memoria la esfera imaginaria se había comprimido, porque la cabaña en la que dormí está bastante más alejada de la casa de Sito y de la fuente de lo que yo recordaba. Pero el tiempo no ha deformado los recuerdos que entonces plasmé por escrito:

El primer contacto con las fuentes de Losa lo tuve al llegar a San Miguel de Relloso. Su único vecino, Luis Herrán estaba ausente; pero en ausencia de Sito la fuente fue un anfitrión perfecto y se encargó del hospitalario recibimiento. En medio del pueblo y rodeada de ruinas sigue vertiendo su líquida frescura en el pilón y renovando continuamente el agua del lavadero que tiene adosado. Después de un duro día de caminata, que la niebla me obligó a alargar en varias horas, compartí la fuente con un incontable número de abejas que se afanaban en recoger agua para abastecer las colmenas de un abejar cercano. La fuente sació mi sed y me permitió asearme para pasar la noche en San Miguel de Relloso sin la incomodidad de los sudores de la jornada”.

La fuente sigue derramando la misma melodía en medio del silencio, pero ya ni las abejas ni Sito ocupan la esfera invisible que el sonido del agua construye.



La casa de Sito sigue teniendo en la fachada sur, la principal, los paneles solares que le pusieron cuando Sara Montiel, de la mano de un programa de televisión, visitó el pueblo en el que Sito era ya el único habitante. Supuestamente fue Sito quien formuló el deseo de que la actriz lo visitase. Tras los cristales de una ventana de la fachada este se ven una brocha en un recipiente de cristal y algunos productos de limpieza. De no saber que Sito ya murió podría haber esperado que saliese por la escalera blanqueada que hay en un extremo de la fachada.

El abejar cercano a la fuente también sigue en su lugar, pero ya no protege colmenas ni es el origen del suave zumbido de afanosas abejas. Junto al abejar sí hay algo nuevo: varios contenedores de transporte bien pintados; alrededor de algunos se ha construido algo parecido a una vivienda que los integra.
San Miguel de Relloso tiene casas arruinadas, sin embargo el entorno cuyo centro ocupa la fuente aparece cuidado y ordenado.

Relloso, en cambio, no me ha parecido lo mismo, a pesar de que aquí sí hay unas cuantas casas ocupadas. La iglesia está en franca ruina; el tejado ya no protege el interior, la humedad lo ha impregnado todo y el suelo está lleno de escombros. Sobre el altar había un trozo de calavera y varios huesos; a un lado del altar una imagen de la Virgen a la que le falta el brazo derecho (y sin embargo sonríe) en cuya mano probablemente llevaba un rosario; junto a la puerta hay un Sagrado Corazón derrotado y triste, como arrojado en una huida precipitada y abandonado contra el muro…



El lavadero tiene la cubierta derruida y el estanque seco. La fuente desde la que llegaba el agua al lavadero, algo alejada, tiene un abrevadero a cada lado de su pileta, el de la izquierda seco; del caño que sale de su pilastra no cae agua, solo algo de humedad por el orificio en el que debió haber otro.

 

Regreso hasta Quincoces para ir por pistas a Lastras de la Torre, Villabasil, Castresana y Villaventín. En los cuatro pueblos me acerco a sus fuentes.

Las dos que he visto en Lastras de la Torre eran desconocidas para mí. La que está más alejada del centro del pueblo y en la zona más baja del mismo es la que me ha parecido de más interés. Tiene tres elementos, la tripleta habitual que respondía a tres necesidades: la fuente para consumo humano, un abrevadero para el ganado y el lavadero. Aquí ninguno de los tres componentes está adosado al resto. La fuente está construida, seguramente, sobre la misma surgencia; para beber no hay más remedio que humillarse ante ella.


Sobre la de Villabasil decía en 2001 que “...es una fuente limpia y cuidada, iluminada totalmente por el sol cuando yo llegué. Las aguas cristalinas del lavadero adosado a la misma parecían invitarme a sumergirme en ellas, pero como su función no es esa me limité a refrescar mi cabeza debajo del caño, beber hasta saciarme y descansar un rato hasta casi adormecerme arrullado por el ruido del agua”. En 2021 me ha parecido más descuidada.



Hace veinte años apenas me detuve en la de Castresana; pasé a prisa y en ella paré lo justo para beber y refrescarme. La fuente la recordaba tal como la he visto ahora. Sus caños surgen de una especie de frontón triangular sobre el que está grabado el año de su construcción: 1868. Vierten el agua en una pila protegida a derecha e izquierda por una cuidada obra de hermosos sillares que separan, a ambos lados, el espacio para el consumo humano de los generosos abrevaderos para el ganado.



Lo que sí he tenido que ‘rehabilitar’ en mi recuerdo es el lugar donde se encontraba el lavadero, algo alejado de la fuente y a un nivel inferior. Y, sobre todo, el edificio rodeado de casas que hay detrás de la fuente: la ermita de Santa Lucía, una iglesia que no recordaba. Con toda seguridad, hace 20 años no reparé en ella por las prisas para llegar a mi meta de aquel día. Es una construcción que parece humilde por el sillarejo con el que está construida (y en algún momento también rehabilitada); pero su apariencia y estructura indican que su antigüedad supera en unos cuantos centenares de años a la fuente. Tengo que volver a visitarla.

En el viaje de ahora he tardado menos en llegar a Villaventín que en 2001. He reconocido su fuente nada más verla. La descripción que hice entonces me sigue valiendo: “La fuente de Villaventín se adelanta a la fachada de la iglesia dejando a sus espaldas, entre la iglesia y ella misma, un espacio herboso con un banco corrido de piedra, que se apoya en la parte posterior del muro que constituye el frente de la fuente y de sus dos largos abrevaderos; es un espacio que, al menos después de una larga caminata, invita al descanso. La fuente domina la amplia plazuela del centro del pueblo, y adelantada a la iglesia como está parece decir: “acércate, que de mí sí obtendrás consuelo inmediato para tu sed”. Yo sacié mi sed y refresqué mi cuerpo”.



He tenido que ‘rehabilitar’ en mi memoria algo que no creo que haya cambiado desde entonces: no hay dos abrevaderos. El agua del caño cae en el centro del único que hay; solo unas barras metálicas para apoyar recipientes separan ambos lados del mismo. El lavadero, que no recordaba, está al otro lado de la amplia plaza, protegido por todos sus lados por paredes que, de no acercarte, lo ocultan a la vista.

Pero el recuerdo más vivo que tenía de Villaventín era su escuela, en la que hace veinte años me permitieron pasar la noche. Esto escribí entonces sobre ella: “Al lado de la fuente está la vieja escuela, que hoy alberga el teléfono público y una sala de concejos. No hará muchas décadas que esta escuela todavía rebosaba vida durante los periodos lectivos; es fácil imaginarse a todas las alumnas y alumnos saliendo veloces al recreo y corriendo a la fuente a saciar su sed, a desarrollar sus juegos en la plaza y los alrededores, o a contarse secretos y confidencias en los bancos que hay a la espalda de la fuente, protegiéndose por la propia fuente y la fachada de la iglesia de miradas y oídos no deseados”. La recordaba más alejada de la fuente de lo que realmente está. Lo que no se me olvida son los dos números consecutivos de la revistas "Escuela Española" que encontré en la escuela; uno anterior al golpe de estado fascista de 1936 y otro inmediatamente posterior. Los dos números tenían una maquetación y una apariencia exterior similar, pero si en el primero se adivinaba una escuela progresista, la escuela que quedaba retratada en el segundo era puro fascismo. No me las llevé por no añadir peso a mi mochila, y cada vez que me acuerdo me pesa.


Después de comer y descansar más de una hora en los bancos que hay a la espalda de la fuente, el cielo amenazaba lluvia. He intentado volver por pistas a Quincoces, pero después de equivocarme un par de veces he regresado a Villaventín y he vuelto por la carretera principal.

A excepción de San Miguel de Relloso el resto de pueblos por los que he pasado están habitados, pero apenas he visto alguna persona y no he tenido ocasión de hablar con nadie.







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