2019/10/30

Beste kartzela bat eliza baten itzalpean


Latinoamerika; bidaia baten hainbat zertzelada, irudi eta esteka (22)


Córdoba, Argentina.
Beste kartzela bat eliza baten itzalpean
2018/11/16


2018ko azaroaren 16an, Artzain Onaren pasealekuan, Córdobako memoriaren beste leku bat bisitatu nuen: 1809 eta 2000 bitartean emakumeen kartzela izan zena. Gaur egun ostalaritza-negozioek, dendek eta erakusketetarako tokiren batek okupatzen dute espetxeak hartzen zuen espazioa. Ondoan Artzain Onaren eta Jesusen Bihotzaren edo Kaputxinoen elizak daude. XX. mendeko 70. eta 80. hamarraldietako diktadura militar garaian, hemen torturatuak, bortxatuak, seme-alabez gabetuak eta, haietako asko, erahilak izan ziren. Asko beste zentro klandestino batzuetatik iristen ziren hona (D2 kasu, kabildo eta katedralaren artean zegoena, orain Memoriaren Museoa dagoen tokia). Nora begiratzen zuen Elizak? Informazio gehiago esteka honetan, edo beste lekutan, aurki daiteke. Nik sarrera honetan, argazki batzuetan jasota, emakume haiek utzitako mezu batzuk baino ez ditut jarriko.

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Córdoba, Argentina.
Otra cárcel a la sombra de una iglesia
16/11/2018


El 16 de noviembre de 2018 visité, en el Paseo del Buen Pastor, otro lugar de la memoria en Córdoba: la que fue cárcel de mujeres desde 1809 hasta 2000. El espacio que ocupó la cárcel hoy está ocupado por negocios de hostelería, tiendas, algún espacio para exposiciones… Al lado está la iglesia del Buen Pastor y la del Sagrado Corazón o de los Capuchinos. Durante la dictadura militar de los 70 y 80 del siglo XX aquí fueron torturadas, violadas, despojadas de sus hijos y asesinadas muchas de ellas. Aquí llegaban muchas desde otros centros clandestinos, como el D2, que estaba entre el cabildo y la catedral, donde ahora está el Museo de la Memoria. ¿Hacia dónde miraba la Iglesia?

Se puede buscar más información en este enlace, o en otros. Yo, en esta entrada, no pondré más que algunas fotografías con algunos de los mensajes que aquellas mujeres dejaron.











2019/10/27

Hacia la sustitución del mito


CRÓNICAS DE UN VIAJE TRAS SAN MIGUEL DE UN ATEO SIN ESPADA
Serie de 14 episodios sobre un viaje entre Mont Saint Michel y Monte Gárgano.

A caballo entre octubre y noviembre de 2017 realicé un viaje entre Mont Saint Michel y el Monte Gárgano, para visitar cuatro lugares curiosos, espectaculares y sorprendentes. Seguí una imaginaria y misteriosa línea recta, en la que se alinean esos cuatro destinos de mi viaje. En Aiaraldea.eus publiqué 14 crónicas en euskera. Más tarde grabé 14 podcasts  en castellano, cuyo texto publico aquí.


12- HACIA LA SUSTITUCIÓN DEL MITO
Hemen argitalpen orijinala irakur daiteke:
https://aiaraldea.eus/komunitatea/Jose%20Mari%20Guti%C3%A9rrez%20Angulo/1518105101088-12-mitoaren-ordezkapenaren-jotorrirantz

Atravesé Italia de norte a sur en tren para llegar a la cuarta y última etapa de mi viaje. No vi nada, porque para ahorrarme el alojamiento hice el viaje de noche. En Bolonia el tren hizo una corta parada, y me desperté; vi el nombre de la estación, y un recuerdo asociado a ella me hizo sentir un escalofrío de temor. No conozco Bolonia; relaciono su nombre con el violento y despreciable atentado que la organización terrorista de extrema derecha Ordini Nuovo realizó el 2 de agosto de 1980. Después, por dificultar la investigación fueron imputados jueces, periodistas, militares, políticos y banqueros, con lazos con la logia masónica Propaganda Due.

El tren reanudó la marcha y volví a dormir, pero con un sueño ligero, por miedo a pasar de mi estación sin bajarme; el tren iba hasta Lecce, yo tenía que dejarlo 285 km antes, en Foggia.

Llegué a la estación de Foggia a las 05:35 de la mañana, después de un viaje de ocho horas y cuarto desde Turín. Tuve que esperar otras dos horas antes de subir a un autobús con destino a Manfredonia; y en esta ciudad cuatro horas más antes de tener en mis manos las llaves del alojamiento alquilado. Lo alquilé para cuatro días, por internet, mientras esperaba en la estación de Foggia; era un apartamento en los bajos de un edificio, lejos del centro, pero barato, el más barato que encontré.

A Manfredonia llegué después de las 08:00. A esas primeras horas de la mañana encontré poca gente en la calle. Pregunté a dos o tres personas sobre la dirección de mi alojamiento, y nadie sabía dónde se encontraba. Me senté en una plaza cercana a la oficina de turismo, sobre el muelle, esperando a la apertura del local. A la hora de abrir, casi dos horas más tarde, me acerqué para informarme. Había una joven trabajadora de la oficina que aguardaba a la responsable, ella no tenía llaves. La jefa se retrasó tres cuartos de hora.

Quería conseguir información sobre Manfredonia y los alrededores, horarios de autobuses y averiguar cómo podía llegar a mi alojamiento; me dieron un plano a cambio de un euro, me dejaron una carpeta para que apuntase yo mismo los horarios de autobús (¡los del verano!), y no conseguí información demasiado clara sobre el camino hasta mi alojamiento. Se acentuó una opinión que ya tenía de antes: los italianos resultan desagradables cuando tienen que trabajar; ya sé que generalizar es un error, e injusto, pero en este viaje, y antes también, a menudo tuve esa impresión.

Estuve cuatro días en Manfredonia. El segundo y el cuarto subí en autobús al monte Gárgano para ver en el pueblo Monte Sant Angelo el primer monasterio consagrado a San Miguel. El tercero fui a Siponto; este pueblo ya era ciudad episcopal en el siglo VI, cuando el obispo Lorenzo Maiorano introdujo en Europa la devoción a San Miguel.

Desde Manfredonia recorrí seis kilómetros a pie para llegar a la basílica Santa Maria Maggiore de Siponto. Es una iglesia románica, pero cuando antes de verla te dicen que es románica, no imaginas la iglesia que luego encuentras. Su planta es cuadrada, y tiene dos ábsides: uno al este y otro al sur. Esta iglesia sustituyó en los siglos XI-XII a una anterior paleocristiana, que destruyó un terremoto. Se pueden ver las ruinas de la primitiva iglesia al oeste de la actual; sobre ellas una estructura de alambre reproduce aquella antigua construcción.

La basílica está en un amplio espacio arqueológico, y no tiene construcciones alrededor que impidan la visión del monte Gárgano, que se divisa al norte. Mientras anduve por aquel espacioso lugar no dejé de pensar en el obispo Lorenzo Maiorano. Este obispo tuvo que ver cada día el monte Gárgano en el horizonte septentrional, y probablemente los ritos paganos que se celebraban en una gruta de aquel monte le quitaban el sueño. Uno de los primeros obispados del cristianismo se estableció en Siponto durante el siglo I; sin embargo, en el siglo VI todavía se mantenían los oráculos, creencias y ritos relacionados con Apolo. El obispo Lorenzo Maiorano, introduciendo en Gárgano los nuevos ritos cristianos, fue quien consiguió erradicar los antiguos.

Las estructuras de alambre que representan la iglesia paleocristiana, ofrecen una imagen fantasmagórica de la antigua iglesia (ver aquí). También hay representados seres humanos; en uno de ellos quise ver a Lorenzo Maiorano, imaginando la estrategia para sustituir en el monte Gárgano a Apolo o a su sacerdote Calcante.

Para escuchar el podcast:
https://www.ivoox.com/hacia-sustitucion-del-mito-audios-mp3_rf_28554446_1.html

Para escuchar en modo vídeo:
https://www.facebook.com/100008792851310/videos/1903361036633640/?id=100008792851310&lst=100008792851310%3A100008792851310%3A1571666129&sk=grid

2019/10/22

Entre la catedral y el cabildo, el infierno


Latinoamérica; pinceladas, imágenes y enlaces de un viaje (21)


Córdoba, Argentina.
Entre la catedral y el cabildo, el infierno
213 y 16/11/2018

La entrada al Museo de la Memoria de la provincia de Córdoba se encuentra en la calle Santa Catalina, que une la plaza de San Martín con la calle Obispo Trejo. Todo el lado noroeste de la plaza de San Martín está ocupado por las fachadas de la catedral y el cabildo. Entre ambos se encuentra el acceso a lo que fue el centro de detención, tortura y asesinato (CCDTyE D2: centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio D2). Nada más llegar a Córdoba fui a visitarlo. Cuando pasé al patio contiguo a la entrada, me llamó la atención una pared de ladrillo deteriorada, mucho más aún cuando supe el por qué.

Muchas de las personas que sufrieron aquí la tortura fueron hechas desaparecer, pero otras sobrevivieron. Los detenidos eran llevados con los ojos vendados desde los calabozos hasta las zonas de tortura. Con el fin de la dictadura, y gracias a la lucha constante de diversos grupos (
Abuelas de Plaza de Mayo, Madres de Plaza de Mayo, HIJOS, …), los esfuerzos por recuperar la memoria y socializarla dieron sus frutos. En Córdoba, en una de esas zonas de exterminio, las crueldades de la dictadura son visibles.

El muro roto que he mencionado no está así por haberse deteriorado con el tiempo; está deliberadamente roto para mostrar la miseria moral y la falta de ética de los torturadores y asesinos pagados por la dictadura; más aún, para evidenciar la moral corrupta de quienes dirigieron y protegieron a los verdugos durante la dictadura, y después de ella los protegen o excusan. De hecho fue construido una vez terminada la dictadura, para evitar que los detenidos y torturados que sobrevivieron identificasen el lugar si lo visitaban para dar testimonio (hay que recordar que los presos iban con los ojos vendados desde los calabozos al lugar donde los torturaban). ¿Eso no es reconocer la culpa por parte de los torturadores y asesinos, que después de la dictadura seguían disfrutando de inmunidad? ¿No es un reconocimiento explícito de que sabían que actuaban con maldad?

Junto a la pared rota hay una foto de torturadores juzgados; aparecen con rostros serios y aspecto digno, de gente sensata, aunque nunca hayan entendido ninguna de las acepciones de la palabra humanidad. Los "escraches" han permitido detenciones, juicios por crímenes de lesa humanidad y encarcelamientos a perpetuidad. Sin embargo, la justicia suele ser generosa con este tipo de criminales; a algunos les conceden prisión domiciliaria; a veces, para más escarnio, en barrios donde viven sus víctimas.

Lo que se ve en el museo no puede dejar indiferente a nadie. Hablé con dos o tres personas que visitaban el lugar; las conversaciones no duraron mucho, los nudos en la garganta y los sollozos interrumpían el diálogo, y cada uno de nosotros se alejaba con su congoja de la otra persona.

Antes de irme de Córdoba volví al Museo de la Memoria. Sobre la puerta de entrada había una foto de Santiago Maldonado. Este joven no desapareció durante la dictadura; fue visto con vida por última vez el 1 de agosto de 2017, cuando participaba en una protesta para liberar al líder mapuche Fakundo Jones Huala. El cuerpo apareció dos meses y medio después en el río en el que se le dio por desaparecido, pero, sorprendentemente (?), aguas arriba del lugar donde desapareció. La Gendarmería estuvo implicada.

A la entrada del Museo de la Memoria había un policía. Un hombre le preguntó quién era el joven de la foto y por qué estaba colgado ese cartel. El policía respondió bruscamente:

–¡Pregúntale a él!

Entré y volví a ver fotos, testimonios de torturados, cartas enviadas por sus familiares a las autoridades pidiendo noticias de sus hijos, hermanos y hermanas, respuestas falsas de las autoridades, lo que los verdugos robaban a los torturados; información sobre los hijos robados a las embarazadas detenidas antes de hacerlas desaparecer, para entregárselos luego a sus verdugos reales o ideológicos, …

Hablé con una mujer que trabaja en el Archivo Provincial de la Memoria. Le pregunté si no encuentran resistencia o dificultad para realizar su trabajo. Me dijo que había quienes están en contra, "y más ahora", añadió.

–¿Lo dices por Macri y Cambiemos? -le pregunté.

–Bueno, sí; y ahora con otro como Bolsonaro, no será fácil pedir o exigir memoria en Latinoamérica, –respondió. Yo seguí preguntando:

–He hecho una fotografía de ese trozo de muro y en la foto se ve al policía de la entrada. ¿No es paradójico que haya un policía en este lugar?

–Sí, también tenemos que soportar que donde la policía torturó e hizo desaparecer a la gente, sea la policía la que se encargue de la vigilancia. Pero es un grupo especial creado para proteger a los testigos de la memoria.

–Probablemente hayan sido educados en los mismos valores que el resto –añadí. Y la chica, sin hablar, me respondió con un gesto de afirmación.

Cuando me preguntó qué me había parecido el museo, se me hizo un nudo en la garganta y la emoción dificultó mi respuesta.




Katedral eta udalaren artean, infernua


Latinoamerika; bidaia baten hainbat zertzelada, irudi eta esteka (21)


Córdoba, Argentina.
Katedral eta udalaren artean, infernua
(2018 / 11 / 13 eta 16)


Córdoba probintziako Memoria Museoaren sarrera Santa Catalina deitutako karrikan dago, San Martin plaza Obispo Trejo kalearekin lotzen duena. San Martin plazaren ipar-mendebaldeko alde osoa, katedralaren eta kabildoaren aurrealdeek betetzen dute. Bien artean karrika, eta bertan atxiloketa, tortura eta hilketa gunea izan zenaren sarbidea dago (CCDTyE: Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio D2). Kordobara heldu eta bere hala, Memoria Museoa bisitatzera joan nintzen. Sarrera ondoko lehenengo patiora heldu nintzenean, deigarria egin zitzaidan hondatuta zegoen adreiluzko horma bat; are deigarriagoa zergatia jakin nuenean.

Gune horretara ekarri zituzten pertsona asko desagertuak izan ziren, baina beste batzuk bizirik atera ziren. Ziegetatik tortura gunetara begiak estalita eramaten zituzten atxilotuak. Diktadura bukatu zenean, eta hainbat talde etengabeko borrokari esker (Abuelas de Plaza de Mayo, Madres de Plaza de Mayo, HIJOS, …), memoria berreskuratzeko eta gizarteratzeko ahaleginek fruituak eman zituzten. Córdoban, sarraski-gune horietako batean, diktaduraren krudelkeriak bistara daitezke.

Aipatu dudan hondatutako horma ez dago horrela denborak zaharkitu duelako; nahita hautsita dago, diktadurak ordaindutako torturatzaile eta hiltzaileen miseria morala eta etikarik eza erakusteko; are gehiago, diktaduran borreroak zuzendu eta babestu zituztenen moral ustela agerian uzteko, eta diktaduraren ondoren babestu edo desenkusatu. Izan ere diktadura ondoren eraiki zuten, leku hartatik bizirik atera ziren atxilotutakoek eta torturatutakoek, gunea ikuskatzera joanez gero, lekua ez ezagutzeko (gogoratu ziegetatik tortura gunetara begiak estalita eramaten zituztela). Hori ez al da errua aitortzea diktadura ondoren immunitateaz gozatzen jarraitzen zuten torturatzaile eta hiltzaileen aldetik? Ez al da esplizituki aitortzea bazekitela gaiztakeria osoz jokatzen zutela?

Horma hautsiaren ondoan epaitutako torturatzaileen argazki bat dago; aurpegi serioak eta itxura duina dute, jende zentzudunarena, gizatasun hitza bere adiera guztietan inoiz ulertu ez duten arren. “Escracheek” atxiloketak, gizateriaren aurkako epaiketak eta bizi arteko espetxealdiak ahalbidetu dituzte. Hala ere, justizia eskuzabala izan ohi da horrelako kriminalekin, eta batzuei etxeko espetxealdia ematen diete, batzuetan, eskarnio gehiagorako, euren biktimak bizi diren auzoetan.

Museoan ikusten denak ezin du ez hotz ez bero inor utzi. Bizpahiru aldiz hasi nintzen hizketan lekua bisitatzen zuten beste pertsona batzuekin; solasaldiek ez zuten luze iraun, eztarriko korapiloek eta negar-zotinek eten egiten zituzten berriketaldiak, eta gutariko bakoitza bere saminaz bestearengandik urruntzen zen.

Córdobatik alde egin aurretik Memoria Museora itzuli nintzen. Sarrerako ate gainean Santiago Maldonadoren argazki bat zegoen. Gazte hau ez zen desagertu diktadura garaian; 2017ko abuztuaren 1an ikusi zuten bizirik azken aldian, Fakundo Jones Huala buruzagi maputxea askatzeko protesta batean parte hartzen ari zenean. Gorpua bi hilabete eta erdi geroago agertu zen desagertutzat jo zuten ibaian, baina, harrigarria bada ere (?), desagertua izan zen lekutik ibaian gora. Gendarmeria inplikatuta egon zen.

Memoria Museoko sarreran polizia bat zegoen. Gizon batek galdetu zion ea nor zen argazkiko gaztea, eta zergatik zegoen eskegita kartel hori. Poliziak erantzun zion modu zakarrean:

–Galdeiozu berari!

Sartu nintzen eta berriro ikusi nituen argazkiak, torturatuen lekukotasunak, haien senideek autoritateei bidalitako gutunak seme-alaben eta neba-arreben berri eskatzen, autoritateen gezurrezko erantzunak, borreroek torturatuei ostutakoa; benetako borreroei edo borrero ideologikoei emateko, desagerrarazi aurretik atxilotuetako haurdunei lapurtutako seme-alabei buruzko informazioa, …

Memoriaren Artxibo Probintzialean lan egiten duen emakume batekin hitz egin nuen. Bere lana egiteko erresistentziarik edo zailtasunik ea aurkitzen ez duten galdetu nion. Kontra daudenak dagozela esan zidan, "eta gehiago orain", gaineratu zuen.

–Macri eta Cambiemos-gatik diozu? –galdetu nion.

–Beno, bai; eta orain Bolsonaro bezalako beste batekin, Latinoamerikan memoria galdegitea edo exijitzea ez da erraza izango, –erantzun zuen. Nik galdetzen jarraitu nuen:

–Hemendik bizirik atera zirenen lekukotasuna zailtzeko eraiki zuten horma horren argazkia egin dut; sarrerako polizia ikusten da bertan. Ez al da paradoxikoa polizia bat leku honetan?

–Bai, hori ere jasan behar dugu, poliziak torturatu eta jendea desagerrarazi zuen tokian, poliziak berak zaintzaz arduratzea. Baina memoriaren lekukoak babesteko sortutako talde berezi bat da.

–Gainerakoen balio berberetan heziak izango dira, ziur aski, –erantsi nuen. Eta neskak, hitz egin gabe, baieztapen keinu batekin erantzun zidan.

Museoa zer iruditu zitzaidan galdetu zidanean, hunkipenak zaildu zidan erantzuna, bihotza kolkoan nuelako.

2019/10/20

Las monarquías se pueden derribar


CRÓNICAS DE UN VIAJE TRAS SAN MIGUEL DE UN ATEO SIN ESPADA
Serie de 14 episodios sobre un viaje entre Mont Saint Michel y Monte Gárgano.

A caballo entre octubre y noviembre de 2017 realicé un viaje entre Mont Saint Michel y el Monte Gárgano, para visitar cuatro lugares curiosos, espectaculares y sorprendentes. Seguí una imaginaria y misteriosa línea recta, en la que se alinean esos cuatro destinos de mi viaje. En Aiaraldea.eus publiqué 14 crónicas en euskera. Más tarde grabé 14 podcasts  en castellano, cuyo texto publico aquí.


11- LAS MONARQUÍAS SE PUEDEN DERRIBAR
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“El viajero ve lo que ve, el turista ve lo que ha venido a ver”; dicen que esto, o algo parecido, lo dijo o escribió Chesterton. Mientras estuve en Turín me arreglé con la información que cualquier turista utiliza para conocer durante dos o tres días “lo que hay que conocer”; o mejor dicho: para ver “lo que hay que ver”. También encontré algo que no buscaba.


Turín es una ciudad muy ordenada. En su plano se ven, sobre todo, líneas perpendiculares. En esas calles rectas los soportales son abundantes; dicen que hay unos 17 km de ellos, y que por lo menos conectan entre sí una docena de calles. La mayor parte de los recorridos que hice por la ciudad, los comencé en la Piazza Castello. Para llegar desde mi alojamiento a esta plaza recorrí unas cuantas veces la Via Cernaia y la Via Pietro Micca, las dos con aceras porticadas. Por las tardes, en los soportales de la Via Po, que va desde la Piazza Castello hasta la Piazza Vittorio Veneto, había más ajetreo que en cualquier otra. Además de protegerme de la lluvia en algún momento, los soportales me ofrecieron poder observar desde sus terrazas el ir y venir de la gente, y a veces un trocito de su vida.

En otros lugares de la ciudad el patrimonio histórico me mostró el pasado, incluyendo la arrogancia de los poderosos. Un ejemplo: las estatuas ante una de las fachadas del palacio Madama, la que da a la Via Po; me parecieron excesivamente grandes y de un aspecto demasiado duro. Se inauguraron en 1936, en honor al duque de Aosta Manuel Filiberto; éste fue un general italiano en la Primera Guerra Mundial; Mussolini le nombró mariscal de Italia. El monumento no me produjo admiración; asombro sí, y al mismo tiempo una casi imperceptible sensación de miedo.

Vi la catedral, un edificio renacentista famoso por albergar el sudario llamado Sindone. Hice fotos en el parque Michelotti junto al río Po. También hice fotos a una casa ocupada en la avenida Corso San Maurizio; algunos ocupas de la misma estaban comiendo bajo un árbol, y me ofrecieron asiento para comer algo con ellos, mientras me daban explicaciones que no entendía muy bien; antes de despedirme me pidieron que me hiciese alguna foto con ellos. También recorrí la Via Roma; en ella no había ocupas, sí vi, en cambio, escaparates de las marcas más famosas de todo el mundo; en muchas de ellas los precios más bajos eran varias veces superiores al salario mínimo…

Pero si me piden que recuerde un solo momento, elegiría el tiempo que estuve en los jardines reales. Estos jardines son expresión del poder y la riqueza de la familia real de Saboya. No los hicieron para el disfrute de los súbditos; pero también se puede conseguir lo que parece imposible, derribar una monarquía. La italiana se alineó con el fascismo, y al terminar la Segunda Guerra Mundial los italianos optaron por la república en un referéndum celebrado en 1946. Gracias a eso hoy cualquier ciudadano puede gozar libremente de los jardines reales de Turín.

Aunque no tenía un interés especial por ver los jardines, entré en ellos para dar un paseo. Me gustaron, quizás por la primera impresión que tuve nada más entrar. Vi una gran explanada limitada por dos de sus lados por el palacio real; estaba acondicionada con parterres, zonas de hierba y senderos. Por los dos lados no limitados por el palacio, los jardines se extendían en forma de bosque. En los espacios sin árboles había hamacas distribuidas aquí y allá; parejas y grupos más numerosos hablaban o descansaban sentados o echados en ellas. Yo también me hice dueño del lugar en una hamaca, como si conquistase algo que perteneció a un rey, y celebré la caída de una monarquía. El de los súbditos puede ser un poder pobre y débil, pero suficiente, si se organizan, para derribar una monarquía.

Al salir de los jardines estaba mirando el plano de la ciudad cuando se me acercó un hombre; me preguntó de dónde era, me ofreció ayuda, y después de dármela alargó la conversación. Tres días antes (27-09-2017) habían votado en el parlamento de Cataluña la declaración unilateral de independencia y la proclamación de la república, y sobre eso quería hablar. No estaba de acuerdo con la independencia, ni en Cataluña, ni en el País Vasco ni en ningún lugar.

–Yo quiero que todo sea Europa; no tenemos que poner más fronteras, las tenemos que quitar –decía.

Yo le decía que a los catalanes se les ha negado una y otra vez poder expresarse libremente sobre el estatus político que desean; y que cuando se debatió en el parlamento español un nuevo estatuto, que no suponía la independencia, se lo cepillaron; y que son muchísimos los que no quieren formar parte de una monarquía, que prefieren ser ciudadanos de una república independiente. Lo de la república le pareció bien, pero no lo de la independencia. Y me dijo:

–Nosotros conseguimos la república con siglo y medio de retraso; vosotros ya habéis acumulado un retraso de más de dos siglos. Las monarquías se pueden derribar, pero no estoy de acuerdo con la multiplicación de las fronteras.

No pude contestar porque no quiso alargar más la conversación; esa fue su despedida.
Para escuchar el podcast:
https://www.ivoox.com/monarquias-se-pueden-derribar-audios-mp3_rf_28522263_1.html

Para escuchar en modo vídeo:

https://www.facebook.com/100008792851310/videos/1902896556680088/?id=100008792851310&lst=100008792851310%3A100008792851310%3A1571481035&sk=grid

2019/10/16

La Sacra por dentro


CRÓNICAS DE UN VIAJE TRAS SAN MIGUEL DE UN ATEO SIN ESPADA
Serie de 14 episodios sobre un viaje entre Mont Saint Michel y Monte Gárgano.

A caballo entre octubre y noviembre de 2017 realicé un viaje entre Mont Saint Michel y el Monte Gárgano, para visitar cuatro lugares curiosos, espectaculares y sorprendentes. Seguí una imaginaria y misteriosa línea recta, en la que se alinean esos cuatro destinos de mi viaje. En Aiaraldea.eus publiqué 14 crónicas en euskera. Más tarde grabé 14 podcasts  en castellano, cuyo texto publico aquí.


10- LA SACRA POR DENTRO
Hemen argitalpen orijinala irakur daiteke:
https://aiaraldea.eus/komunitatea/Jose%20Mari%20Guti%C3%A9rrez%20Angulo/1516704568972-10-sacra-barrutik


Entré en la Sacra di San Michele y desde el primer descansillo de la escalera recorrí con la vista la sólida columna que surge de la roca. Dieciocho metros más arriba el solado de la iglesia se apoyaba sobre la gigantesca columna, sobre otras columnas más pequeñas del basamento construido en la roca, y en los arcos y bóvedas de todos estos soportes. Me sentí diminuto en aquel lugar, más aún que al ver desde fuera la gran fachada de veintiséis metros.


La Sacra di San Michele es uno de los espacios religiosos románicos más grandes de Europa; lo que hoy vemos es el resultado de las construcciones, derribos y ampliaciones realizadas durante siglos.

El monte Pirchiriano, en el que se encuentra la Sacra, ya era un lugar de culto antes de construir la iglesia. Pirchiriano se deriva de la palabra latina porcarianus, lo que quiere decir que este monte se relacionaba con los cerdos; el monte Caprasio de las cercanías se relacionaba con las cabras, y el Musine con los asnos. El cerdo era un alimento mágico para los celtas.

En un fresco de la iglesia de la Sacra, se representa una leyenda sobre su construcción. Cuenta que el diablo vivía en el monte Pirchiriano, y que para dormir saltaba hasta el monte Caprasio, al otro lado del valle de Susa. El fundador de la Sacra San Giovanni Vincenzo decidió edificar una iglesia para “desmentir” esa leyenda, y eligió el Caprasio para ello. De alguna manera, cuando todo estaba preparado para iniciar la construcción, San Miguel le hizo saber que prefería la iglesia en la cumbre del Pirchiriano. En el fresco se ven ángeles y palomas transportando en vuelo las vigas para construir la iglesia. Es una supuesta, pero bonita verdad para desmentir –también supuestamente– la creencia anterior. Yo diría que la principal razón de construirla en el Pirchiriano (si no la única) podría haber sido el deseo de obtener mayor beneficio; esta cumbre tiene 962 metros, 546 menos que la del Caprasio, y el acceso es mucho más fácil para los peregrinos sin alas.

La escalera de los muertos y la puerta del zodiaco
Al entrar en la abadía miré hacia arriba, siguiendo con la mirada la gigantesca columna que nace de la roca; una escalera la rodea para acceder hasta la puerta del Zodiaco, que todavía queda por debajo del extremo de la columna y del suelo de la iglesia. Llaman a este acceso la escalinata de los muertos, porque aquí colocaban los sepulcros de bienhechores y abades del primer cenobio.

Las primeras construcciones cristianas en el Pirchiriano son del siglo X; ahora están ocultas tras las columnas y el basamento construidos para soportar la iglesia y las construcciones posteriores. Pero aunque no viese aquella primera obra, la tenía frente a mí y sobre mí al comenzar la ascensión, y a mi altura y a la derecha cuando llegué a la puerta del Zodiaco.

En la puerta del Zodiaco hice una larga parada para admirar una obra maestra del siglo XII. Aquí no me sorprendía la enormidad, sino un fino y delicado trabajo. Las imágenes esculpidas en el friso y en los capiteles, además de ser maravillosas, están muy bien conservadas. No faltan los símbolos del mal establecidos por la Iglesia a lo largo de la historia; en un capitel están representadas dos mujeres amamantando serpientes. Para la Iglesia, durante siglos, la serpiente y la mujer han sido “símbolos del mal” e “instrumentos para el mal” respectivamente. Esos símbolos y enseñanzas han saturado de misoginia el pensamiento occidental durante mucho tiempo, y la Iglesia no puede decir que es inocente.

La iglesia, reconstrucciones y ruinas
Después de pasar la puerta del Zodiaco ascendí por una nueva escalinata hasta la puerta de la iglesia. Es llamativo el color verdoso de las escaleras, los arcos y los contrafuertes, igual que el de los ábsides del templo. La razón: el abandono de varios siglos que produjo la ruina de la abadía; así que los arcos rampantes, las escaleras bajo ellos, los ábsides, etc., son producto de una reconstrucción de los siglos XIX y XX, en la que se utilizó piedra de ese color.

La construcción de la iglesia pudo comenzar hacia 1160, y duró casi un siglo; los estilos románico y gótico se pueden ver uno al lado del otro. Bajo una de las columnas, la roca del propio monte sobresale quince centímetros del solado de la iglesia. Los tres ábsides están tapados o recubiertos de ladrillo rojo, lo que contribuye a que la luz se tiña de un color cálido que colorea el ambiente.

Los frescos que vi en la trasera de la nave se realizaron varios siglos más tarde, en el siglo XVI; San Miguel es el protagonista en varios de ellos.

En manos de los benedictinos esta Sacra tuvo mucha fama durante varios siglos. Posteriormente la mala gestión, seísmos, incendios, saqueos, y sobre todo el abandono de varios siglos, la llevaron a la ruina. 1836 fue el año del comienzo de su resurgimiento: Carlo Alberto de Saboya ofreció ese trabajo a los rosminianos, congregación que todavía gestiona la sacra. En los siglos XIX y XX se hicieron grandes trabajos de restauración en la abadía. La reconstrucción terminó en 1937. Sin embargo no se restauraron todas las ruinas.

En la parte norte, la que mira al valle de Susa, quedan partes de la antigua abadía sin restaurar, la más famosa la torre de la Bella Alda; 600 metros más abajo están los pueblos del valle. En esta torre se repite, con algunas variantes, la leyenda que se cuenta en Saint Michel d’Aiguilhe, que también aquí le ocurrió a una mujer. La Bella Alda se arrojó desde la torre para librarse del acoso sexual de los soldados, pero San Miguel la salvó. Empujada por la soberbia saltó de nuevo, pero esta vez San Miguel no hizo nada por salvarla y se estrelló contra las rocas. Estas leyendas están relacionadas con las creencias y las religiones, y se utilizan como medios para adoctrinar. ¿Por qué terminan así estas historias inventadas para dar valor a los poderes beneficiosos de San Miguel? ¿Por qué se presenta una mujer “virtuosa” y una vez ocurrido el milagro se la denigra? Quienes las inventaron, además de adornar los supuestos poderes de San Miguel, dejan a la vista la idea que tienen de la mujer. En estos dos cuentos está claro lo que hicieron con ella: usar y tirar.

2019/10/15

Montevideo. Museo de la memoria


Latinoamérica; pinceladas, imágenes y enlaces de un viaje (20)

Te recuerdo, Amanda
Montevideo. Museo de la memoria
(10 / 11 / 2018)

Para preparar el viaje que hice a Latinoamérica, relacioné el recorrido a seguir con la historia de la conquista y de la independencia. Una vez en Latinoamérica los ejes temáticos del viaje se multiplicaron; las revoluciones y la “memoria” pusieron varias metas en mi camino. La historia contemporánea se me hizo presente en Samaipata, Vallegrande, La Higuera o Salta. Pero el auténtico salto entre la memoria histórica y la memoria contemporánea lo di en Montevideo.

En Montevideo estuve tres días. En las ciudades que había visitado en Argentina las referencias a los próceres eran abundantes en los nombres de calles y parques, en esculturas y museos,… Pero el nombre de Artigas, el líder de los orientales, pocas veces lo vi. En Montevideo sí, allí es el más grande entre los grandes. Aquellos días estaba leyendo el libro La revolución clausurada, recomendado por Gustavo en Mar del Plata y comprado en Buenos Aires. Artigas fue el mayor protagonista de la "revolución clausurada" en las guerras de independencia, y lo añadí al eje temático de las revoluciones en mi viaje. Esa era una de las razones para ir a la capital de Uruguay.

Pero aun siendo así, a partir de Montevideo, en las razones del viaje se impuso la “memoria”, la memoria de los desaparecidos, torturados y asesinados por la violencia estatal de las dictaduras del siglo XX en Latinoamérica. En Montevideo, sin haberlo previsto antes, visité el MUME (Museo de la Memoria); a partir de allí fueron etapas de mi viaje museos de la memoria, centros de tortura y lugares en los que se produjeron matanzas por parte del ejército en Buenos Aires, Córdoba, Santiago de Chile, e Iquique.

No contaré aquí lo que vi en el MUME de Montevideo. Me conmovieron algunos textos que estaban expuestos en el museo: las cartas que un maestro escribió desde la cárcel a su hija (se reproducen en las fotos al final de esta entrada), y el texto en el que una mujer rememora lo vivido de niña cuando visitaba a su padre en la cárcel. Esta es la transcripción del mismo.


‹‹TE RECUERDO, AMANDA
Lo más temido por niñas y niños visitantes del Penal de Libertad era Amanda.
Una mujer ajada, con el pelo ceniciento y duro, con una capa negra, uñas pintadas de rojo sangre, y asomando por el borde inferior de la capa unas botas militares. Su sola figura daba calambres en el estómago. De asco y de rabia.
La primera aparición (porque así lo vivíamos) era en el recinto de revisación. Luego de largas colas de dos horas aproximadamente, los varones mayores de 12 años entraban por una puerta y las niñas, niños y mujeres por otra. Allí nos esperaban dos mujeres siempre distintas, con máscaras de maquillaje, con las manos heladas que recorrían nuestros cuerpos en busca de objetos (nunca supe cuales) que no podían ser ingresados. Tan frías tenían las manos que sospechábamos que antes de recibirnos ls ponían a la intemperie, por la ventana siempre abierta de ese lugar. De la “pinta” de esas mujeres, las nuestras (madres y abuelas) siempre tenían comentarios que creían que no entendíamos. Nosotros entendíamos bien: “pinta de trolas”.
En algún momento de las revisaciones Amanda entraba y entonces seguro que pasabas 10 o 15 minutos desnuda, mientras ella con cara de perra revisaba las prendas que te hacía sacar una por una. Si olvidaste sacar la etiqueta ¡ZAS!, te quedabas sin visita.
Este era el primer acto.
El segundo acto si habías logrado llegar a la sala de espera, aparecía de la nada, se materializaba, como una bestia: –¡Acá no se viene a hablar! … Se paralizaba todo, congelada la escena se dirigía a alguno de los niños que podía tener 7 u 8 años y decía: “¿Usted estaba hablando de mi? … Conteste!”. El niño decía: “No”, “No qué?”, “No señora Amanda, “¡Ah!, la próxima te suspendo”.
Si teníamos suerte se alejaba y sobre ese niño quedaba flotando una espada, casi seguro que no llegaba a ver a su padre. Aunque a veces, sí.
Entonces habíamos inventado un sortilegio para protegernos, cuando se alejaba cantábamos bajito: TRULIRU TRULIRU BATMAN!, ella alejándose con la capa hacia atrás.
Tercer acto: el corredor infinito.
Luego de una hora y media eterna, se abría la puerta que llevaba al corredor que a su vez desembocaba en la placita de visitas.
“Amanda leía la lista con voz de trueno: 437, 3140, 2673, 2018, … (los números nombres de nuestros padres, por lo tanto los nuestros), podían pasar dos cosas: que mencionaran tu número o… que no. Ahí te dabas cuenta si llegabas al objetivo (aunque no era la última opción, todavía podías perder).
Una larga fila de niños entre 1 y 11 años la seguía por el corredor infinito, infinito porque si bien no eran más de 15 o 20 metros con Amanda al frente el tiempo y la distancia no existían.
Un medio giro sobre su taco derecho nos introducía en el conflicto definitivo: “¿Quién se está burlando de mí?”, inmediatamente como piezas de dominó los primeros de la fila se daban vuelta y miraban hacia atrás algunos ya llorando, porque el tono de voz era potente, te envolvía la cabeza y recorría la columna vertebral como una víbora huyendo hacia la tierra, parálisis total, los llantos de los más pequeñitos, y mi voz de niña de once años (siempre fui la mayor de esta tanda): “¿No Amanda, eso nunca!”, “Qué dijiste?”. Comprendí que mis ojos debían mirar al suelo, porque eran lo mismo sus ojos que las baldosas. “¡Qué no!, que nunca nos burlaríamos de Usted”, “Usted qué?, “Usted, señora Amanda” (con voz de cordero sumiso) “Ah bueno”, (satisfecha por mi tono sumiso bien logrado) abriéndose la capa en el medio del cuerpo, mostrando el arma que a veces sacaba sobre los primeros de la fila. Las madres al otro lado de la puerta cerrada de la sala de espera y en la otra punta nuestro objetivo: los padres, en hilera gris todos sin pelo, todos con bigote y las manos para atrás.
Medio giro de Amanda, qué alivio le vemos de nuevo la espalda, la fila por fin avanza. El sol por la abertura de una doble puerta anunciaba la imagen que nos esperaba, última escena ¿cuál de todos estos pelados de gris y con bigote es mi padre?, ellos no podían recibirte, ni tampoco tocarte, cada niño se tiene que acercar a su padre. Para los más chicos era una tarea ardua, pero los padres lo resuelven: los llaman en voz bajita.
El colchón sonoro desciende, cada uno con su padre a volar en la hamaca, a contarle de la escuela, de las milanesas y el pollo que tragamos con pesar (que no decimos) en su honor.
A la salida ya más tranquilos, sobre todo si habías logrado ver a tu padre, volvías a la fila para una última revisación.
Te recordamos, Amanda, todos los hijos de los presos políticos de Libertad…
(Mariela)››
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2019/10/13

Montevideo. Memoriaren museoa

Latinoamerika; bidaia baten hainbat zertzelada, irudi eta esteka (20)


Te recuerdo, Amanda.
Montevideo. Memoriaren museoa


(2018 / 11 / 10)

Latinoamerikan egin nuen bidaia antolatzeko, konkistaren eta independentziaren historiarekin erlazionatu nuen jarraitu beharreko ibilbidea. Latinoamerikan egonda, bidaiaren ardatzak ugaldu ziren; erreboluzioek eta “memoriak” helmuga batzuk jarri zituzten nire bidean. Garaikideko historia Samaipatan, Vallegranden, La Higueran edo Saltan presente egin zitzaidan. Baina memoria historikotik memoria garaikidera benetako jauzia Montevideon gertatu zen.

Montevideon hiru egunez egon nintzen. Aurretik bisitatutako Argentinako hirietan ugariak ziren gizon handien izenak zituzten kale izenak, eskulturak, parkeak, museoak, … Baina Artigas izena, ekialdetarren liderra, gutxitan ikusi nuen. Montevideon bai, han gizon handienetan handiena da. Egun haietan irakurtzen ari nintzen La revolución clausurada, Mar del Platan Gustavok gomendatua eta Buenos Airesen erosia. Artigas zen Amerikako independentzia gudutan "galarazitako erreboluzioaren" protagonista nagusia, eta erreboluzioaren bidaia-ardatzean gehitu nuen. Uruguayko hiriburura joateko aitzakien artean hori zen bat.

Horrela izanda ere, Montevideo-tik aurrera, beste bidaia-ardatzen artean, memoria gailendu zen, XX. mendean Latinoamerikako diktadurek eta estatu indarkeriek eragindako desagertuen, torturatuen eta eraileen memoria. Montevideon, aurretik antolatu gabe, MUME (Museo de la Memoria) bisitatu nuen; geroztik Buenos Aires-en, Cordoban, Santiago de Chilen, eta Iquiquen, memoria museoak, tortura guneak eta armadak sarraskiak egin zituen lekuak ere, izan ziren nire helmugak.

Montevideoko MUMEn ikusi eta bizi nuena ez dut hemen kontatuko. Museoan ikusgai zeuden testu batzuk hunkituta utzi ninduten: maisu batek bere alabari idatzitako gutunak (argazkiak sarrera honen bukaeran), eta emakume baten oroimenak, haurra zenean bere aitari atxiloketa zentro batera ikustera joaten zenerako oroipenak. Azken honen transkripzioa hau da:


‹‹TE RECUERDO, AMANDA

Lo más temido por niñas y niños visitantes del Penal de Libertad era Amanda.

Una mujer ajada, con el pelo ceniciento y duro, con una capa negra, uñas pintadas de rojo sangre, y asomando por el borde inferior de la capa unas botas militares. Su sola figura daba calambres en el estómago. De asco y de rabia.

La primera aparición (porque así lo vivíamos) era en el recinto de revisación. Luego de largas colas de dos horas aproximadamente, los varones mayores de 12 años entraban por una puerta y las niñas, niños y mujeres por otra. Allí nos esperaban dos mujeres siempre distintas, con máscaras de maquillaje, con las manos heladas que recorrían nuestros cuerpos en busca de objetos (nunca supe cuales) que no podían ser ingresados. Tan frías tenían las manos que sospechábamos que antes de recibirnos ls ponían a la intemperie, por la ventana siempre abierta de ese lugar. De la “pinta” de esas mujeres, las nuestras (madres y abuelas) siempre tenían comentarios que creían que no entendíamos. Nosotros entendíamos bien: “pinta de trolas”.

En algún momento de las revisaciones Amanda entraba y entonces seguro que pasabas 10 o 15 minutos desnuda, mientras ella con cara de perra revisaba las prendas que te hacía sacar una por una. Si olvidaste sacar la etiqueta ¡ZAS!, te quedabas sin visita.

Este era el primer acto.

El segundo acto si habías logrado llegar a la sala de espera, aparecía de la nada, se materializaba, como una bestia: –¡Acá no se viene a hablar! … Se paralizaba todo, congelada la escena se dirigía a alguno de los niños que podía tener 7 u 8 años y decía: “¿Usted estaba hablando de mi? … Conteste!”. El niño decía: “No”, “No qué?”, “No señora Amanda, “¡Ah!, la próxima te suspendo”.

Si teníamos suerte se alejaba y sobre ese niño quedaba flotando una espada, casi seguro que no llegaba a ver a su padre. Aunque a veces, sí.

Entonces habíamos inventado un sortilegio para protegernos, cuando se alejaba cantábamos bajito: TRULIRU TRULIRU BATMAN!, ella alejándose con la capa hacia atrás.

Tercer acto: el corredor infinito.

Luego de una hora y media eterna, se abría la puerta que llevaba al corredor que a su vez desembocaba en la placita de visitas.

“Amanda leía la lista con voz de trueno: 437, 3140, 2673, 2018, … (los números nombres de nuestros padres, por lo tanto los nuestros), podían pasar dos cosas: que mencionaran tu número o… que no. Ahí te dabas cuenta si llegabas al objetivo (aunque no era la última opción, todavía podías perder).

Una larga fila de niños entre 1 y 11 años la seguía por el corredor infinito, infinito porque si bien no eran más de 15 o 20 metros con Amanda al frente el tiempo y la distancia no existían..

Un medio giro sobre su taco derecho nos introducía en el conflicto definitivo: “¿Quién se está burlando de mí?”, inmediatamente como piezas de dominó los primeros de la fila se daban vuelta y miraban hacia atrás algunos ya llorando, porque el tono de voz era potente, te envolvía la cabeza y recorría la columna vertebral como una víbora huyendo hacia la tierra, parálisis total, los llantos de los más pequeñitos, y mi voz de niña de once años (siempre fui la mayor de esta tanda): “¿No Amanda, eso nunca!”, “Qué dijiste?”. Comprendí que mis ojos debían mirar al suelo, porque eran lo mismo sus ojos que las baldosas. “¡Qué no!, que nunca nos burlaríamos de Usted”, “Usted qué?, “Usted, señora Amanda” (con voz de cordero sumiso) “Ah bueno”, (satisfecha por mi tono sumiso bien logrado) abriéndose la capa en el medio del cuerpo, mostrando el arma que a veces sacaba sobre los primeros de la fila. Las madres al otro lado de la puerta cerrada de la sala de espera y en la otra punta nuestro objetivo: los padres, en hilera gris todos sin pelo, todos con bigote y las manos para atrás.

Medio giro de Amanda, qué alivio le vemos de nuevo la espalda, la fila por fin avanza. El sol por la abertura de una doble puerta anunciaba la imagen que nos esperaba, última escena ¿cuál de todos estos pelados de gris y con bigote es mi padre?, ellos no podían recibirte, ni tampoco tocarte, cada niño se tiene que acercar a su padre. Para los más chicos era una tarea ardua, pero los padres lo resuelven: los llaman en voz bajita.

El colchón sonoro desciende, cada uno con su padre a volar en la hamaca, a contarle de la escuela, de las milanesas y el pollo que tragamos con pesar (que no decimos) en su honor.

A la salida ya más tranquilos, sobre todo si habías logrado ver a tu padre, volvías a la fila para una última revisación.

Te recordamos, Amanda, todos los hijos de los presos políticos de Libertad…

(Mariela)››
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2019/10/10

Tuve una aparición, y vine a la Sacra


CRÓNICAS DE UN VIAJE TRAS SAN MIGUEL DE UN ATEO SIN ESPADA
Serie de 14 episodios sobre un viaje entre Mont Saint Michel y Monte Gárgano.

A caballo entre octubre y noviembre de 2017 ģrealicé un viaje entre Mont Saint Michel y el Monte Gárgano, para visitar cuatro lugares curiosos, espectaculares y sorprendentes. Seguí una imaginaria y misteriosa línea recta, en la que se alinean esos cuatro destinos de mi viaje. En Aiaraldea.eus publiqué 14 crónicas en euskera. GgMás tarde grabé 14 podcasts  en castellano, cuyo texto publico aquí.


09- TUVE UNA APARICIÓN, Y VINE A LA SACRA
Hemen argitalpen orijinala irakur daiteke:
https://aiaraldea.eus/komunitatea/Jose%20Mari%20Guti%C3%A9rrez%20Angulo/1516030033269-9-ikusmen-iheskor-batek-ekarri-ninduen

He atravesado dos veces el túnel Frejus entre Francia e Italia, las dos en la misma dirección: desde Francia hacia el valle de Susa. En este último viaje lo hice de noche. Si la primera vez, tres años y medio antes, lo hubiese hecho de noche, no habría visto la Sacra di San Michele, y no se me habría ocurrido hacer el viaje que estoy contando.

En el viaje anterior era yo quien conducía cuando entramos a Italia, y aunque mi atención estaba sobre todo en la carretera, divisé el monte Pirchiriano desde lejos. Fue una visión repentina y, sobre todo, huidiza. El monte no fue quien atrajo mi atención, sino lo que vi en su cima: lo que se reflejó en mi retina no era la silueta de una cumbre; era algo artificial,  y magnífico, nada corriente. Cuando llegamos a la parte baja del valle de Susa tuvimos clara conciencia del atractivo de la Sacra di San Michele. Nos pareció tan fascinante que nos quedamos un par de días en un camping cercano para verla.
En aquella visita me enteré de que había tantas iglesias consagradas a San Miguel alineadas en una virtual línea recta; enseguida se me ocurrió que un viaje uniendo todos aquellos lugares sería interesante. El viaje que en aquel momento solo era hipotético ya lo he realizado, y ahora lo estoy contando.
Desde Turín hasta la Sacra di San Michele
Pasé un día en Turín antes de ir a la Sacra. Cuando yo abandonaba la calle para ir a dormir, era evidente que era víspera de fiesta. El día de Todos los Santos, muy de mañana, tomé el tren para ir a Avigliana. Casi todos los pasajeros eran jóvenes que volvían de una noche de fiesta. Solo se oía el traqueteo del tren y la vociferante conversación telefónica  de una mujer de Europa oriental que se sentaba frente a mí; la mayoría de viajeros iban durmiendo. Bajo la niebla, también el paisaje parecía dormido; las cálidas y coloridas ropas de la mujer que tenía como compañera de viaje, no parecían ni de aquel paisaje ni de aquel ambiente; tampoco el idioma de su conversación. Con toda seguridad, y de ser evidente mi presencia para alguien, mi apariencia también sería la de un elemento perdido.
En Avigliana tuve que esperar una hora larga antes de subir al autobús que me acercaría a la Sacra. Alrededor de una docena de personas subimos hasta el monte Pirchiriano, para hacer a pie los últimos centenares de metros por el camino de la abadía. Antes de atravesar el umbral de la sacra me entretuve leyendo alguna información sobre el lugar, y prestando especial atención a la estatua de San Miguel inaugurada en 2005, y situada a la izquierda de la entrada.
Una imagen benévola de San Miguel
En un saliente rocoso del monte, la escultura de san Miguel da la espalda a la abadía; en la base del resalte se ven las alas del diablo, solo las alas, como si Lucifer estuviese cayendo en en las entrañas del infierno. Es una imagen moderna, adaptada a las nuevas interpretaciones que la Iglesia hace del mito. San Miguel aparece con semblante amable; delante tiene la espada, no en las manos, sino clavada en el suelo, para atemperar el carácter duro, violento e implacable contra los enemigos de la Iglesia que se le ha adjudicado a lo largo de la historia; y no tiene escudo. Con los brazos alzados y las manos abiertas ofrece un aspecto cordial; sin embargo, dirige hacia el suelo la palma de su mano derecha, como si apartase o rechazase algo. ¿Qué desprecia; la espada que tiene delante, el diablo que tiene a sus pies, la violencia…?
Tres días antes, en Saint Michel d’Aiguilhe, vi una exposición sobre los ángeles; su objetivo era suavizar los aspectos más inverosímiles de los mitos sobre los mismos. De San Miguel leí el siguiente texto: “La espada de mis manos no es mía, sino del arcágel San Miguel, el líder de los ejércitos de Dios”. Y su explicación: “No quiere decir que a San Miguel le guste ir a la guerra, pero alguno de nosotros (los ángeles) tiene que vigilar a los seres humanos, para que en lugar de la oscuridad elijan la luz”. Creo que el deseo de actualizar los mitos y las creencias es evidente; también puede hacerse con las imágenes, y una puesta al día de la de este arcángel nos ha dejado una obra de arte moderna y admirable en la Sacra di San Michele.
Hace pocos años una repentina y huidiza visión nos llevó hasta esta Sacra. Entonces no presté mucha atención a la estatua; en cambio ahora, me ha parecido una obra admirable. Entre los recuerdos del viaje anterior hay uno que destaca, que se ha fijado hasta hacerse inolvidable; subimos por el Sendero de los Príncipes, y al girar en una gran curva del camino apareció la Sacra ante nuestros ojos, a nuestro nivel, con una perspectiva perfecta. La erosión de la memoria no afecta a esa imagen que recuerdo.
En este viaje, después de admirar la estatua de San Miguel, miré hacia lo alto desde la entrada de la abadía; el edificio se elevaba más de cuarenta metros. Antes de entrar pensé: “A ver si me llevo otro recuerdo imborrable”.

2019/10/09

Al otro lado de los Alpes


CRÓNICAS DE UN VIAJE TRAS SAN MIGUEL DE UN ATEO SIN ESPADA
Serie de 14 episodios sobre un vitaje entre Mont Saint Michel y Monte Gárgano.

A caballo entre octubre y noviembre de 2017 realicé un viaje entre Mont Saint Michel y el Monte Gárgano, para visitar cuatro lugares curiosos, espectaculares y sorprendentes. Seguí una imaginaria y misteriosa línea recta, en la que se alinean esos cuatro destinos de mi viaje. En Aiaraldea.eus publiqué 14 crónicas en euskera. Más tarde grabé 14 podcasts  en castellano, cuyo texto publico aquí.


08- AL OTRO LADO DE LOS ALPES
Hemen argitalpen orijinala irakur daiteke:
https://aiaraldea.eus/komunitatea/Jose%20Mari%20Guti%C3%A9rrez%20Angulo/1515567173308-8-alpetik-beste-aldera


Para viajar desde Le Puy en Velay hasta Milán recorrí unos 570 km. No sé si el viaje pudo haberme resultado más barato, pero, desde luego, no fue el más corto posible; y, sin duda, no fue el más rápido. Para hacer casi 300 km menos que entre Rennes y Le Puy en Velay, necesité catorce horas.


Si Le Puy en Velay estuviese realmente en la línea virtual que más o menos seguía, para llegar a mi siguiente destino, tendría que haberme dirigido hacia el sureste. Sin embargo mi tercer objetivo, –la Sacra di San Michele– lo tenía al este; midiéndolo en el mapa, a unos 300 km. Yo recorrí 570.

Hasta Grenoble seguí el itinerario que me había indicado dos días antes el revisor del tren en el que llegué a Le Puy en Velay , y viaje con la compañía francesa de ferrocarriles SNCF; en autobús hasta Firminy, y luego en dos trenes: uno para ir hasta Lyon y otro para llegar a Grenoble. Desde aquí elegí el autobús para atravesar los Alpes. Tomé uno con destino Berna, para llegar a Chanbéry , y desde allí en otro autobús hasta Turín. Las esperas fueron más largas, pero el viaje fue más barato que si hubiese atravesado los Alpes en tren.

Cada vez que he viajado con mochila me he jurado que la siguiente vez lo haría con la mitad de peso; pero al final acabo metiendo demasiados “por si acaso”. La mochila fue un estorbo cada vez que tuve una larga espera entre transportes. Si quiero conocer Firminy, Lyon, Grenoble y Chanbéry, no tendré más remedio que hacer otro viaje.

Los Alpes los atravesé de noche, así que también tendré que volver para gozar de aquel paisaje. Estaba prácticamente a un huso horario de casa, además se había adoptado la hora de invierno dos días antes, con lo que para mí anochecía casi dos horas antes que al comenzar el viaje. Antes de llegar a la frontera entre Francia e Italia ya había anochecido.

El autobús atravesó la frontera por el túnel de Frejus; este túnel abierto a unos 1.290 m sobre el nivel del mar, tiene 13 km de longitud. La salida en Italia está en la parte alta del valle de Susa, una vez atravesada la muga de los Alpes occidentales. Mucho más abajo de este túnel quieren agujerear los Alpes con otro de 58 km para una línea de tren de alta velocidad entre Turín y Lyon. La lucha contra ese túnel en el valle italiano de Susa ya dura más de un cuarto de siglo. Fue la pionera de los movimientos contra los macro-proyectos de trenes de alta velocidad, y al igual que muchas de las luchas y movimientos de resistencia que surgen de la ciudadanía, esta también ha sufrido la violencia institucional y todo tipo de agresiones promovidas o apoyadas por grandes poderes económicos, y con la ayuda de los poderes políticos que, en contra de su propia ciudadanía, les sirven. Un número nada desdeñable de activistas han tenido que pagar caro el valor y la audacia que han mostrado en su lucha a favor de intereses colectivos. Muchos intelectuales italianos también han apoyado este movimiento; y algunos lo han pagado caro. Erri de Luca ha sido uno de ellos; fue procesado por unas declaraciones contrarias al macro-proyecto. Antes del juicio manifestó: “si mi opinión es delito, no dejaré de cometerlo”. En el libro La parola contraria hace visibles los ataques del poder a las ideas que se le enfrentan. (En castellano: La palabra contraria; Seix Barral).

Cuando el autobús salió del túnel dejé a un lado los pensamientos anteriores para poner mi atención en los montes que no se veían. Quería divisar la Sacra di San Michele. Era de noche, y estaba seguro de que sería un esfuerzo baldío. Pero no, la abadía de mi tercera meta apareció en la cumbre del monte Pirchiriano. El monte no se apreciaba; sin embargo la admirable construcción de su cumbre estaba iluminada.

2019/10/07

Buenos Aires (2). Crisis y pobreza

Latinoamérica; pinceladas, imágenes y enlaces de un viaje (19)

Buenos Aires (2)
Crisis y pobreza
(08 / 11 / 2018)

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Otras ocupaciones—y también algún viaje— me han alejado durante más de tres meses de este blog. La última entrada sobre el viaje a Latinoamérica la hice el 16/06/2019 (el 15 en euskera); Desde que comencé el viaje ya ha pasado un año, pero gracias a las pinceladas que traslado a este blog, sigo en él. Prosigo donde lo dejé en junio.
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(Viaje a Montevideo: continuación de la proyección sobre lo vivido en la capital argentina los cuatro días anteriores).

Los personajes históricos desaparecieron en un espacio de imprecisas fronteras; nuevos actores tomaron su lugar en la imprecisa pantalla, haciendo desaparecer a Garay y a San Martín. Quienes tomaron el relevo eran contemporáneos: personas trabajadoras, manifestantes, pobres,…


Leí en mi cuaderno de viaje el texto que sigue, y mientras cruzaba el Río de la Plata perdí de nuevo la mirada en un cielo sin concreciones, rememorando lo visto en Buenos Aires.

“Argentina está sufriendo una dura crisis económica; el transporte público, la electricidad y otros servicios públicos se encarecen de continuo, la inflación crece y crece… Para ser consciente de todo eso no es necesario venir a Argentina, se puede estar bien informado desde lejos, siempre que no limites tus fuentes de información a aquellas que sirven a los poderes políticos y neoliberales. No sé hasta qué punto se puede vincular lo que veo en la calle y los duros recortes impuestos por el FMI y asumidos por Macri, pero Macri y el FMI están en boca de todo el mundo.

He caminado por las calles del Microcentro de Buenos Aires, y visitado unos cuantos lugares. El lunes estuve en un interesante espacio: el Zanjón de Granados; allí estaba el extremo sur de la ciudad fundada por Juan de Garay; cerca la Casa mínima, la casa más estrecha de la ciudad. En la excelente casa denominada Zanjón de Granados tenían seis esclavos en la segunda mitad del siglo XIX. En la Casa Mínima vivía un esclavo. En una, la abundancia; en la otra, la escasez y la pobreza. Lo mismo que hoy se puede ver en la calle.

En muchos lugares del Microcentro ―en la calle, cafeterías y comercios― puedes no darte cuenta, si no prestas atención, de que la pobreza está a la vista. Pero la gente que vive literalmente en la calle, y las múltiples manifestaciones, ponen a la vista la pobreza y el hartazgo de la ciudadanía.

He visto pobreza que parece irreversible; personas viviendo sobre sucios colchones tirados en la calle, más de una vez con niños de muy corta edad; jóvenes hurgando en los contenedores de basura para reunir papel y cartón, seguramente para conseguir unas monedas… He visto una mujer, acompañada de un niño, pidiendo en medio de una calle concurrida; un hombre le ha dado unos billetes, y el niño le ha dedicado a su madre una mirada luminosa y entrañable, pero esta no se la ha devuelto, y ha permanecido en la tristeza y el abandono infinito que su cara reflejaba.

También he visto unas cuantas manifestaciones: educadores, transportistas, funcionarios, trabajadores y trabajadoras de todos los sectores…, reivindicaban sus demandas en concentraciones y grandes manifestaciones. En la más larga y numerosa de las que he visto, las facciones de la mayoría eran andinas.

Mensajes que había oído en otros lugares se han hecho más habituales en Buenos Aires: “ten cuidado”; “no lleves nada valioso a la vista, te podrían robar”; “si alguien se te acerca preguntando, desconfía”... Un taxista, personas con las que hablo en la calle, la recepcionista del hostal…; los mismos mensajes en boca de todo el mundo.

Muchas trincheras entre grupos y personas.”
Mi atención volvió a la cómoda nave de Buquebús. Estaba haciendo un viaje sin lujos en el que predominaba la austeridad; pero en aquel barco me sentía un privilegiado, en la parte privilegiada de la desigualdad.

Cuando crece la desigualdad, quienes han provocado esas diferencias (y quienes compran su ideología o le dan valor con negligencia), hacen que también aumente eso a lo que han dado como nombre “criminalidad”. Con ello crece la percepción de inseguridad, y, al mismo tiempo, el miedo se reproduce. Cuando se multiplican esas sensaciones o sentimientos —desconfianza, percepción de inseguridad, miedo—, hay riesgo de algo que a menudo se produce: muchos de los desfavorecidos hacen culpables a otros que también son explotados.

En la imprecisa pantalla desaparecieron los recuerdos de los días anteriores. Estábamos llegando a Montevideo, y puse mi atención en la cubierta cerrada, cómoda y elegante del barco. En aquel gran y tranquilo salón recordé mi actitud en las calles de Buenos Aires. Los repetidos consejos produjeron también en mí desconfianza y sensación de inseguridad, y la manera de estar y comportarme en la calle dejó de ser la acostumbrada: llevar la mochila por delante (como vi que hacía mucha gente); andar a prisa, para no dar la sensación de que no sabía a dónde iba; buscar una esquina protegida para mirar los planos; no llevar la cámara de fotos a la vista, y antes de utilizarla guardar bien el resto de cosas en la mochila… También para mí, ¡los desfavorecidos sospechosos!

Nota escrita en mi cuaderno de viaje:
“En mi cuaderno de viaje escribo lo que veo, pero no miro solo con los ojos, por lo tanto nunca sé si he mirado bien; con toda seguridad, alguien que pudiera haber estado a mi lado lo contaría de otro modo. De cualquier manera esto es lo que he visto y lo que he sentido los días pasados.”

Viaje al románico de La Bureba

  Cuando enero empezaba a envejecer, atravesamos, desde el norte, la cadena de los Montes Obarenes por el desfiladero de Pancorbo. Nos diri...