2019/10/22

Entre la catedral y el cabildo, el infierno


Latinoamérica; pinceladas, imágenes y enlaces de un viaje (21)


Córdoba, Argentina.
Entre la catedral y el cabildo, el infierno
213 y 16/11/2018

La entrada al Museo de la Memoria de la provincia de Córdoba se encuentra en la calle Santa Catalina, que une la plaza de San Martín con la calle Obispo Trejo. Todo el lado noroeste de la plaza de San Martín está ocupado por las fachadas de la catedral y el cabildo. Entre ambos se encuentra el acceso a lo que fue el centro de detención, tortura y asesinato (CCDTyE D2: centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio D2). Nada más llegar a Córdoba fui a visitarlo. Cuando pasé al patio contiguo a la entrada, me llamó la atención una pared de ladrillo deteriorada, mucho más aún cuando supe el por qué.

Muchas de las personas que sufrieron aquí la tortura fueron hechas desaparecer, pero otras sobrevivieron. Los detenidos eran llevados con los ojos vendados desde los calabozos hasta las zonas de tortura. Con el fin de la dictadura, y gracias a la lucha constante de diversos grupos (
Abuelas de Plaza de Mayo, Madres de Plaza de Mayo, HIJOS, …), los esfuerzos por recuperar la memoria y socializarla dieron sus frutos. En Córdoba, en una de esas zonas de exterminio, las crueldades de la dictadura son visibles.

El muro roto que he mencionado no está así por haberse deteriorado con el tiempo; está deliberadamente roto para mostrar la miseria moral y la falta de ética de los torturadores y asesinos pagados por la dictadura; más aún, para evidenciar la moral corrupta de quienes dirigieron y protegieron a los verdugos durante la dictadura, y después de ella los protegen o excusan. De hecho fue construido una vez terminada la dictadura, para evitar que los detenidos y torturados que sobrevivieron identificasen el lugar si lo visitaban para dar testimonio (hay que recordar que los presos iban con los ojos vendados desde los calabozos al lugar donde los torturaban). ¿Eso no es reconocer la culpa por parte de los torturadores y asesinos, que después de la dictadura seguían disfrutando de inmunidad? ¿No es un reconocimiento explícito de que sabían que actuaban con maldad?

Junto a la pared rota hay una foto de torturadores juzgados; aparecen con rostros serios y aspecto digno, de gente sensata, aunque nunca hayan entendido ninguna de las acepciones de la palabra humanidad. Los "escraches" han permitido detenciones, juicios por crímenes de lesa humanidad y encarcelamientos a perpetuidad. Sin embargo, la justicia suele ser generosa con este tipo de criminales; a algunos les conceden prisión domiciliaria; a veces, para más escarnio, en barrios donde viven sus víctimas.

Lo que se ve en el museo no puede dejar indiferente a nadie. Hablé con dos o tres personas que visitaban el lugar; las conversaciones no duraron mucho, los nudos en la garganta y los sollozos interrumpían el diálogo, y cada uno de nosotros se alejaba con su congoja de la otra persona.

Antes de irme de Córdoba volví al Museo de la Memoria. Sobre la puerta de entrada había una foto de Santiago Maldonado. Este joven no desapareció durante la dictadura; fue visto con vida por última vez el 1 de agosto de 2017, cuando participaba en una protesta para liberar al líder mapuche Fakundo Jones Huala. El cuerpo apareció dos meses y medio después en el río en el que se le dio por desaparecido, pero, sorprendentemente (?), aguas arriba del lugar donde desapareció. La Gendarmería estuvo implicada.

A la entrada del Museo de la Memoria había un policía. Un hombre le preguntó quién era el joven de la foto y por qué estaba colgado ese cartel. El policía respondió bruscamente:

–¡Pregúntale a él!

Entré y volví a ver fotos, testimonios de torturados, cartas enviadas por sus familiares a las autoridades pidiendo noticias de sus hijos, hermanos y hermanas, respuestas falsas de las autoridades, lo que los verdugos robaban a los torturados; información sobre los hijos robados a las embarazadas detenidas antes de hacerlas desaparecer, para entregárselos luego a sus verdugos reales o ideológicos, …

Hablé con una mujer que trabaja en el Archivo Provincial de la Memoria. Le pregunté si no encuentran resistencia o dificultad para realizar su trabajo. Me dijo que había quienes están en contra, "y más ahora", añadió.

–¿Lo dices por Macri y Cambiemos? -le pregunté.

–Bueno, sí; y ahora con otro como Bolsonaro, no será fácil pedir o exigir memoria en Latinoamérica, –respondió. Yo seguí preguntando:

–He hecho una fotografía de ese trozo de muro y en la foto se ve al policía de la entrada. ¿No es paradójico que haya un policía en este lugar?

–Sí, también tenemos que soportar que donde la policía torturó e hizo desaparecer a la gente, sea la policía la que se encargue de la vigilancia. Pero es un grupo especial creado para proteger a los testigos de la memoria.

–Probablemente hayan sido educados en los mismos valores que el resto –añadí. Y la chica, sin hablar, me respondió con un gesto de afirmación.

Cuando me preguntó qué me había parecido el museo, se me hizo un nudo en la garganta y la emoción dificultó mi respuesta.




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