2019/04/26

Viaje en Marruecos (6)


Entre marzo y abril de 2016 Josune y yo hicimos un viaje a Marruecos. A la vuelta publiqué en Aiaraldea.eus ocho crónicas en euskera. Ahora las traigo aquí traducidas al castellano.

Hemen argitalpen orijinala ikus daiteke:
https://aiaraldea.eus/komunitatea/Jose%20Mari%20Guti%C3%A9rrez%20Angulo/1482256649089-bidaia-marokon-6-hiru-mende-ezkutuan


TRES SIGLOS ESCONDIDAS

En Ifrane, antes del ecuador del viaje, Josune y yo abandonamos el grupo para seguir el itinerario que nos habíamos propuesto. Ifrane está a 1.713 m sobre el nivel del mar; lo construyeron los franceses en 1930, y no parece Marruecos. Después de un viaje de seis horas llegamos a Marrakech. Nuestro hotel estaba en la ciudad nueva (ville nouvelle), y lo que vimos la tarde en que llegamos tenía el aspecto de una ciudad europea; no tenía nada que ver con la ciudad que treinta años antes habíamos visto.

Estuvimos algunos días en Marrakech; vimos lo que ven los turistas que van allí una o muy pocas veces: el palacio Bahia, la madraza de Ali ben Youssef, el minarete de la mezquita Kutubia, la plaza Yamaa el Fna de día y de noche… Entre todo lo que vimos las tumbas saadíes me parecieron sorprendentes. Las tumbas y el lugar son llamativas por sí mismas, pero me parece mucho más admirable que durante tres siglos hayan estado ocultas en medio de la ciudad.

La dinastía saadí gobernó Marruecos entre 1554 y 1659. Su sultán más importante fue Ahmad al-Mansur (1578-1603). Las tumbas saadíes se construyeron durante su sultanato. Unas décadas más tarde la dinastía alauí, la que hoy gobierna Marruecos, se impuso. Mulay Ismail, el segundo sultán alauita de Marruecos (el cuarto de su propia dinastía), ocultó las tumbas con muros para esconder y hacer olvidar el pasado saadí. Y lo logró: estuvieron ocultas hasta 1917. ¿Cómo es posible convertir en invisible un espacio en medio de la ciudad?

Las paredes que se ven en la foto son ciegas; son las que cierran o rodean las tumbas, pero podrían ser las de cualquier calle de la medina de Marrakech. La mayoría de los edificios no tienen ventanas o huecos abiertos a la calle, y de tenerlos son pequeños y protegidos con celosías. Los musulmanes dan mucha importancia a la intimidad de la vida familiar; al pasar delante de una casa mirar más allá de lo que puedes ver en la calle, sería como asaltar la intimidad de la familia que la ocupa. El valor que se le da a esa intimidad influyó en la planificación urbana, y se establecieron normas para protegerla: la altura máxima para no ver el interior de las casas ajenas, la prohibición de abrir ventanas hacia afuera, la obligación de no construir la puerta frente a la de la casa de otros vecinos… La casa se abre hacia adentro, hacia el patio que hay en el centro; y el patio se abre hacia el cielo, hacia la serenidad.

La construcción de las tumbas saadíes también se abre hacia adentro y hacia el cielo; además se llega a ellas por un pasillo muy estrecho. Desde que se ejecutó la orden de Mulay Ismail de cerrarlas nadie entró, hasta que se redescubrieron en 1917 gracias a una foto aérea.

Mulay Ismail quiso hacer desaparecer el recuerdo de la anterior dinastía. Pero a lo que no renunció fue al antiguo método para materializar el poder, y ese sí ha durado hasta hoy con la dinastía alauita.

El mencionado sultán saadí Ahmad al-Mansur fue quien estableció el modelo de administración y poder estatal que ha durado durante siglos: el Majzen. No lo inventó él, no fue quien lo inició, pero fue el que perfeccionó el sistema utilizado por las distintas dinastías desde antes del siglo XI. El significado literal de la palabra Majzen es ‘granero’ o ‘almacén’; está relacionado con los impuestos del estado, y con esa palabra se nombra al estado marroquí y a su oligarquía.

Hoy en día es una institución que oficialmente no existe; pero Marruecos sí es ‘almacén’. En el Majzen, que oficialmente no existe, toman parte el rey, su familia y allegados, los terratenientes, los mandos militares superiores, y en general los poderes fácticos; es decir, la élite extractora o usurpadora marroquí. Extraen del ‘almacén’ lo que quieren. Muchas veces formar parte de ese indefinido Majzen es un bien hereditario.

El gobierno oficial no es más que un recurso del Majzen, pero ni el gobierno ni sus miembros son socios; se trata de una asunto de clase. ¿No ocurre algo parecido en las democracias liberales?

Las tumbas construidas por Ahmad al-Mansur permanecieron ocultas durante más de tres siglos. Pero el Majzen que él perfeccionó no ha decaído y, aunque a la sombra, se mantiene en su esencia: violento, autoritario, arbitrario, opresor y usurpador de la riqueza del pueblo. ¿Lo enterrará alguien entre paredes durante tres siglos al menos?

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