Entre marzo y abril de 2016 Josune y yo hicimos un viaje a Marruecos. A la vuelta publiqué en Aiaraldea.eus ocho crónicas en euskera. Ahora las traigo aquí traducidas al castellano.
Hemen argitalpen orijinala ikus daiteke:
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Meknes. Parada relámpago
Meknes es una de las cuatro ciudades imperiales de Marruecos; las otras son: Marrakech, Rabat y Fez. Durante el trayecto hacia Fez hicimos una visita corta y rápida a Meknes. Apenas sirvió para decir que hemos estado allí.
Meknes fue la capital de Marruecos entre 1762 y 1727. El Mulay Ismael (el segundo sultán de la dinastía alauita que todavía gobierna Marruecos) fue quien estableció la capital en la ciudad. Este sultán conocido con el sobrenombre de “Safaq Adimaa” (sed de sangre), dominó Marruecos a base de derramar mucha sangre; mató con sus propias manos miles de esclavos, prisioneros y enemigos. Se cuenta que matar esclavos era una de sus aficiones, y que mató más de 30.000.
Sus hijos no fueron tan numerosos como sus asesinatos, aunque se cuentan por cientos. Sin embargo no nombró heredero, así que cuando murió las luchas entre muchos de sus descendientes sumergieron a Marruecos en el caos.
En Meknes visitamos la plaza El-Hedim, el mausoleo del Mulay Ismael y sus bodegas y caballerizas. Estas últimas nos dejaron con la boca abierta. Todo lo que hizo el Mulay Ismael debió ser desproporcionado y grandioso; para construir las caballerizas y los graneros para los caballos utilizó la misma escala. La necesidad tampoco era pequeña: necesitaba cuadras para 12.000 caballos y sitio para su comida.
Los graneros están rehabilitados. Ventanas muy pequeñas, muros muy gruesos y conducciones de agua bajo el suelo mantenían en buenas condiciones los cereales y el forraje. Se entra por una pequeña puerta, pero ves que tu tamaño es el de un ser insignificante cuando te encuentras en medio de uno de aquellos enormes graneros.
Las cuadras no están remozadas. Las gruesas paredes sin tejado y unidas por arcos, el enorme lugar dividido en espacios regulares y los incontables pasillos que salen en todas las direcciones, producen unas sensaciones difíciles de explicar. Teniendo suerte y viéndolo con apenas turistas, el silencio ayudará a imaginar que escuchas ruidos de caballos y sonidos, conversaciones y juramentos de soldados y esclavos.
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