Entre marzo y abril de 2016 Josune y yo hicimos un viaje a Marruecos. A la vuelta publiqué en Aiaraldea.eus ocho crónicas en euskera. Ahora las traigo aquí traducidas al castellano.
Hemen argitalpen orijinala ikus daiteke:
https://aiaraldea.eus/komunitatea/Jose%20Mari%20Guti%C3%A9rrez%20Angulo/1482256598819-bidaia-marokon-7-caravasar
CARAVASAR
La palabra “funduq” se puede traducir como “hospedería” o “venta”. Antes de terminar el relato de algunos recuerdos de este viaje, no puedo evitar decir algo sobre estas lugares llamados funduk.El deseo de visitar estas antiguas hospederías de Marrakech me surgió cuando preparaba el viaje; una palabra fue la culpable. Leí por primera vez alguna información sobre estos antiguos hoteles. La atracción apareció de repente cuando me enteré de que también la palabra “caravasar” sirve para nombrarlos (en persa: karvansara; karvan: viajeros, y sara: posada). La palabra me llevó a mis primeros años de adolescencia.
Con doce, trece o catorce años leí en castellano una historia ambientada en Oriente. Ahora no consigo recordar el título, ni siquiera el argumento de la historia; únicamente recuerdo algún pasaje, y de una manera difusa. Ocurría en un caravasar, y todavía recuerdo con claridad la imagen de aquel lugar que fabriqué en mi mente al leer la historia.
Imaginé un edificio cuadrado surgiendo de las arenas del desierto bajo la débil luz de la luna; en su interior había un gran patio rodeado de dependencias, habitaciones y galerías. El camino recorrido por la Luna todavía era corto, y ésta solo iluminaba aún la parte occidental de aquel espacio; la oscuridad dominaba la oriental. Bajo las galerías que rodeaban aquel lugar algunas personas se movían con mucho sigilo. No recuerdo si eran sombras de malhechores o de quienes huían de ellos; sí, en cambio, que se valían de la noche y sus ruidos para pasar desapercibidos. La oscuridad los hacía invisibles, y los sonidos que producían al moverse se confundían con los de las personas y animales que se hospedaban para descansar.
La palabra caravasar, quizás por su sonido repetitivo, quedó fijada en mi vocabulario; cada vez que la leo o la escucho renace en mi cabeza aquel lugar oscuro y misterioso que imaginé.
Los funduqs o caravasares de Marrakech están en su medina; en la Ruta de la Seda y en otras vías comerciales tanto de Asia como del norte de África, estaban fuera de las ciudades y eran más grandes. Los de Marrakech se tuvieron que adaptar a la ciudad, pero tienen la misma estructura que un caravasar: son construcciones cuadradas o rectangulares con una única entrada; los espacios para los animales de carga y para la mercancías se sitúan alrededor de un patio; en el piso superior están las habitaciones para los mercaderes, en torno a una galería abierta que da al patio.
Son fácilmente identificables en la medina de Marrakech; la entrada a un funduq siempre es mucho más grande si la comparamos con las casas de su alrededor. Las casas de las viviendas son pequeñas y de poca altura; se construían así para impedir la entrada de gente a caballo en caso de asalto. Pero en los caravasares había que facilitar la entrada de animales de carga con las mercancías que transportaban.
Estas construcciones eran abundantes en la medina de Marrakech; muchas de ellas han sido rehabilitadas. Nosotros vimos como media docena, algunas convertidas en espacios de artesanos. No son tan grandes como los caravasares típicos; sin embargo en Marrakech encontré aquel misterioso lugar que imaginé hace muchos años.
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