CRÓNICAS DE UN VIAJE TRAS SAN MIGUEL DE UN ATEO SIN ESPADA
Serie de 14 episodios sobre un viaje entre Mont Saint Michel y Monte Gárgano.
A caballo entre octubre y noviembre de 2017 realicé un viaje entre Mont Saint Michel y el Monte Gárgano, para visitar cuatro lugares curiosos, espectaculares y sorprendentes. Seguí una imaginaria y misteriosa línea recta, en la que se alinean esos cuatro destinos de mi viaje. En Aiaraldea.eus publiqué 14 crónicas en euskera. Más tarde grabé 14 podcasts en castellano, cuyo texto publico aquí.
02-San Miguel versus el dios belenus
Hemen argitalpen orijinala ikus daiteke:
https://aiaraldea.eus/komunitatea/Jose%20Mari%20Guti%C3%A9rrez%20Angulo/1513613835977-2-mikel-deuna-versus-belenus-jainkoaPor lo menos hasta el siglo VIII, el lugar más famoso que hay en la muga entre Bretaña y Normandía no se llamaba Mont Saint Michel, sino Mont Tombe. Al parecer allí había un cementerio, o la tumba del dios Belenus… ¡Cualquiera sabe!
Guy de Maupassant visitó Mont Saint Michel en 1882, y escribió un cuento. “Cuanto más me acercaba, más abrumado me sentía por la admiración, porque nada en el mundo, quizás, es más asombroso y más perfecto”, decía. Puedo decir que es verdad; también a mí me parece más atrayente cada vez que lo veo.
Mont Saint Michel era una isla mareal, esto es: en marea alta el mar lo rodeaba en su totalidad muy a menudo. En cambio ahora, si las mareas no son mareas vivas, ocurre pocas veces. La isla no era fácilmente accesible, sólo lo era en marea baja; tampoco era fácil llegar en barco, porque el mar tiene muy poca profundidad en una gran extensión.
Dos años antes del viaje de Guy de Maupassant, en 1880, construyeron un dique; y encima un camino, para que el acceso a la isla no estuviese limitado a la marea baja. Desde entonces el monte más que isla parece península. Además el dique dificultó o cambió la influencia entre el río Couesnon y las mareas, y grandes extensiones de la bahía se han polderizado. Ciento veinticinco años más tarde (en 2005) decidieron devolver al mar lo que al mar se le había robado, y desde 2015 no hay ya un istmo artificial. Mont Saint Michel está recuperando su carácter marítimo.
Mont Saint Michel está en la bahía del mismo nombre, que tiene 500 km cuadrados. El mar tiene muy poca profundidad, y la bahía es tan grande que en marea baja el agua desaparece en muchos km a la redonda. Las mareas pueden llegar a ser de 14 metros y, al subir, el agua tiene que avanzar a 6 km por hora para cubrir toda la bahía.
Los seres humanos han buscado, encontrado y establecido lugares de culto en los montes. Este monte no es muy alto; la propia roca de granito que lo forma (una vez descontadas las construcciones de la cima), tiene menos de 100 m, pero en la interminable llanada que lo rodea es visible desde lejos, muy sobresaliente, sobre todo cuando en marea baja le rodea una extensión gris, gigantesca y húmeda de lodo.
Al parecer hasta el siglo VIII Mont Saint Michel no estaba al borde del mar; se dice que la costa estaba casi a 50 km de distancia, en la latitud de la actual isla de Chausey. La bahía actual la podría haber ocupado el bosque llamado Scyssy. Si nos fijamos en las islas Chausey, se comprende enseguida la poca profundidad de la plataforma continental en la zona: este archipiélago tiene 52 islas en marea alta; en marea baja, en cambio, 365.
De Scyssy solo puedo hablar así: se dice, podría haber sido, … El bosque de Scyssy podría ser parte de un mito. He leído en unos cuantos sitios informaciones sobre este monte, pero siempre la misma versión, y sin referencias fiables; no sé si existe, pero yo no he encontrado información fiable. Si lo del bosque de Scyssy es un mito, tuvo que surgir con un objetivo y una función pragmáticos. Este monte, o isla, o roca, perdería visibilidad rodeado de un bosque. Según las informaciones que he leído, la cristianización de Mont Saint Michel y la desaparición del bosque de Scyssy ocurrieron en la misma época. Es lógico pensar que detrás de este mito, si lo es, hay objetivos que el mismo mito no explica.
Mont Saint Michel tuvo que producir atracción desde que las primeras poblaciones se establecieron en esta enorme llanada, y lo consagraron como lugar de culto al dios Belenus. Los galos establecieron un cementerio alrededor de un megalito; ya estaba allí antes de llegar los romanos. Belenus era el dios del sol, de la luz y del fuego; también pudo ser protector de los animales domésticos. Los romanos lo equipararon a Apolo, que también era protector de los animales domésticos y de los pastores, y al que los griegos ya le habían hecho dios del Sol con el nombre de Apollo Helios.
Llegué a Mont Saint Michel por la tarde. Había marea baja, y antes de entrar en el pueblo amurallado me alejé del monte por las arenas de la bahía, que parecían más lodo que arena; los pies se me hundían a menudo en el lodo. Me venían a la cabeza imágenes que en alguna ocasión había visto: jinetes y caballos atrapados en las arenas movedizas de la bahía.
Cuando tenía el monte a algunos centenares de metros me di la vuelta. Delante tenía la silueta de la roca con la iglesia en la cumbre; solo la silueta, porque el sol, a punto de ponerse, se había colocado ya detrás de la isla. Quise imaginar Mont Saint Michel sin su muralla y sin sus construcciones, y a mí mismo en medio del bosque de Scyssy contemplando la silueta del monte Belenus o Tombe; nombrándolo con sus antiguos nombres quería ver su antigua apariencia. Con los ojos abiertos fue imposible, y si no los cerré fue porque la historia ha cambiado sin cesar la fisonomía del monte, pero, siempre, haciéndolo más hermoso. ¿Para qué dejar de verlo?
Entré en el pueblo cuando comenzaba a oscurecer. Encontré la calle mayor y en las callejas que de ella surgen más concurrida de lo que esperaba; aunque comparando con las demás veces que había estado había mucha menos gente, no esperaba tanto turista a finales de octubre. ¡Cuántos lugares turísticos quisieran en sus mejores días de verano la cantidad de turistas que hay aquí bien entrado el otoño!
Ya estaban cerrando muchas de las tiendas, pero la calle seguía animada. La estrecha calle principal, que asciende desde la entrada (Grande Rue), está repleta de hoteles, restaurantes y tiendas. Los negocios con el nombre de La Mère Poulard son los más abundantes; parece que la marca ha colonizado el pueblo.
Entré en la iglesia de San Pedro para tener el primer contacto con San Miguel. En una capilla está su estatua con todos los complementos habituales: la corona, la espada, el escudo…, y a sus pies el dragón vencido. Quise hacer alguna foto con tranquilidad, pero no me fue posible; algunos visitantes además de turistas eran creyentes, y continuamente había alguien rezando delante de San Miguel.
Ya era de noche cuando me fui, y dejé el monte como lo hacen dos tercios de sus visitantes: sin visitar la abadía y la iglesia que coronan la roca. Me parece un dato muy sorprendente: cada año visitan el lugar tres millones de personas, pero solo un tercio visita las construcciones históricas de lo alto.
Yo dejé esa visita para el siguiente día, y me alejé a pie hasta La Casserne, por la pasarela que se utiliza desde 2015. Desde La Casserne , por la noche, disfruté durante largo tiempo de una vista impresionante: la iluminación artificial de Mont Saint Michel producía la sensación de que el monte flotaba en la oscuridad. Los seguidores del dios Belenus no vieron nunca la silueta que yo podía admirar.
Para escuchar el podcast:
https://www.ivoox.com/san-miguel-versus-dios-belenus-audios-mp3_rf_28269132_1.html
Para escuchar en modo vídeo:
https://www.facebook.com/100008792851310/videos/1898794340423643/?id=100008792851310
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