2019/06/24

Lendoño de Abajo. Lejos de la escuela


LAU BIDALDI LEHENALDIRA
Esaten dute gure lehenengo aberria haurtzaroa dela. Haurtzaroan bizi izandakoa askotan islatzen dugu gure oroimenean; ziur aski idealizazio eta errealitatearen arteko oroitzapenak dira. 2015eko udan nire lehenengo aberrira egindako lau bidaien berri utziko ditut hemen. Denboran atzera bidaiatzeko bi euskarri mota erabili nituen: bat-batean berraurkitutako hiru argazki zaharrak, eta haurtzaroan praktikatzen genuen joko baten errepikapena; azken hau egungo herriko haurrekin, gu ere haurrak izango bagina.

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CUATRO VIAJES AL PASADO
Dicen que la infancia es nuestra primera patria. A menudo se reproduce en nuestros recuerdos lo que vivimos en la infancia; seguramente se trata de recuerdos que están entre la idealización y la realidad. Voy a dejar aquí noticia de cuatro viajes que el verano de 2015 hice a mi primera patria. Para viajar hacia atrás en el tiempo utilicé dos tipos de recursos: tres viejas fotografías recuperadas de sopetón, y la repetición de juegos practicados en la infancia; esto último con niños del pueblo, y como si nosotros también lo fuéramos.

3 - LENDOÑO DE ABAJO. LEJOS DE LA ESCUELA
Hemen argitalpen orijinala irakur daiteke:
https://aiaraldea.eus/komunitatea/Jose%20Mari%20Guti%C3%A9rrez%20Angulo/1482259420975-ukml-eskolatik-urrun


Esta foto es anterior a la de la tala de las encinas (1968) del barrio de Elizalde de Lendoño de Abajo; tiene por lo menos seis años más. La ocupación de quienes aparecemos en ella es evidente. Era por la tarde, probablemente en otoño. No recuerdo la hora, podría ser hora de estar en la escuela. La de Lendoño la teníamos cerca, pero la caprichosa decisión de alguien nos había secuestrado el derecho de acudir a ella. A veces, cuando teníamos que ayudar en los quehaceres urgentes del caserío, pedíamos permiso al maestro o a la maestra para salir antes de clase. Pero no, el secuestro o el robo del derecho no fue para ese día; nos cerraron la escuela durante cuatro años. Según le pareció a alguien, el edificio (la actualmente rehabilitada supuesta casa torre) no reunía condiciones suficientes. Los niños de los dos Lendoños nos quedamos sin aula y sin maestra. Esta no hizo ningún esfuerzo por quedarse, estaba deseando abandonar Lendoño; quien ordenó el cierre no nos dio la oportunidad de ejercer nuestro derecho en las escuelas de Belandia o de Orduña.

Algunos fuimos un año a donde un maestro jubilado de Orduña; otro año la mayoría de los de Lendoño de Abajo fuimos donde dos frailes que estuvieron en la casa El Recuerdo, en el barrio de La Antigua de Orduña; durante otro curso un cura joven que vino a Ruzabal, nos enseñaba algo en la escuela que habían cerrado… Todo sin método, sin seguimiento, casi sin resultados.

La maestra que se había ido volvió de nuevo a dar clases en la misma escuela que había abandonado. El único cambio que se había producido en el edificio era el solado del aula, mucho más feo que el anterior. No sabemos dónde estuvo la maestra durante aquellos cuatro años. Nosotros yendo y viniendo de Orduña; jugando al fútbol con el cura del pueblo (tampoco aprendimos mucho en esto) y practicando otros juegos alrededor de la iglesia y la escuela; ayudando en los trabajos del caserío… Y muchos días cuidando las vacas, como en la foto. Quien nos sacó la foto tenía que conocer el entorno para pasar por donde estábamos. Para nosotros era ya mayor, pero le vimos con ojos de niño y puede que fuese joven. ¿Era de Orduña? Si aún vive, ¿recuerda aquel momento?
(*👇)


(*Cuando escribí y publiqué esto en 2015 y 2019, no recordaba quién nos había hecho la foto. Fue después cuando me recordaron que la hizo un primo de mi madre (primo segundo nuestro), que aquel día vino de visita a Lendoño.
(Nota añadida el verano del 2022)

2019/06/19

Ochocientos kilómetros y cuatro trenes en doce horas


CRÓNICAS DE UN VIAJE TRAS SAN MIGUEL DE UN ATEO SIN ESPADA
Serie de 14 episodios sobre un viaje entre Mont Saint Michel y Monte Gárgano.

A caballo entre octubre y noviembre de 2017 realicé un viaje entre Mont Saint Michel y el Monte Gárgano, para visitar cuatro lugares curiosos, espectaculares y sorprendentes. Seguí una imaginaria y misteriosa línea recta, en la que se alinean esos cuatro destinos de mi viaje. En Aiaraldea.eus publiqué 14 crónicas en euskera. Más tarde grabé 14 podcasts  en castellano, cuyo texto publico aquí.


05- ochocientos kilómetros y cuatro trenes en doce horas
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https://aiaraldea.eus/komunitatea/Jose%20Mari%20Guti%C3%A9rrez%20Angulo/1514564096900-5-zortziehun-km-eta-lau-tren-hamabi-ordutan

Tuve que hacer un viaje de unos 850 km para llegar a la segunda meta: Saint Michel d’Aiguilhe. Entre Rennes y París lo hice en un TGV. Fue el tramo más rápido, sin embargo fue el más incómodo para mí. No quedaban asientos libres y me vendieron “un billet sans droit de siège”; eso sí, tuve que pagar lo mismo que si hubiese tenido derecho. Encontré un sitio en la plataforma de entrada, en un asiento plegable y pequeño; desde él no había posibilidad de disfrutar del paisaje.

La estación de Montparnasse en París estaba a rebosar de gente. Yo, que estaba siguiendo una línea recta virtual, no podía caminar en línea recta. Fui en metro hasta la estación de Bercy, para tomar en ella otro tren hasta Clermond Ferrand. Fue un tren más lento, porque paraba en más estaciones, pero viajé mucho más cómodo.

Hasta Vichy tuve de vecino a un hombre ya maduro; intenté abrir camino a la conversación, pero recibí una muda y áspera respuesta. El paisaje era monótono y me puse a leer, con algún pensamiento desagradable para con aquel hombre. Más tarde me arrepentí. Hicimos una parada más larga en una estación, y pregunté al compañero de asiento a ver dónde estábamos. Me contestó tartamudeando y gesticulando como no había visto nunca; comprendí la silenciosa y áspera respuesta anterior.

Cerca ya de Clermond Ferrand el paisaje se animó; las llanadas y tierras de cultivo fueron siendo sustituidas por un paisaje más accidentado y montañoso. Vi y reconocí el Puy de Dôme; eso y recordar los paisajes que se ven desde su cumbre, hicieron desaparecer el sueño ligero de la hora anterior.

En la estación de 
Clermond Ferrand esperé veinte minutos para tomar el siguiente tren, éste de un solo vagón. Aquí todo se animó; por un lado el paisaje se hizo más cambiante y atractivo, aunque pronto se hizo de noche; por otro el tren paraba en todas las estaciones, así que los compañeros de viaje también cambiaban continuamente.

Exceptuando el del metro de París, todos los demás billetes de viaje me los habían dado grapados; el revisor los miró todos y me dijo:


―Long voyage! Italien?

―Non, je suis basque. ―Contesté; y aproveche para preguntarle por la mejor combinación para ir desde Le Puy en Velay hasta Turín.

Se sorprendió. Le pareció raro mi viaje de aquel día para no quedarme en ninguna de las ciudades del trayecto y hacerlo en Le Puy en Velay; más le sorprendió que quisiera ir luego a Turín. Estuvo, sentado en otro asiento, buscando con su teléfono la información que le había pedido. Antes de terminar el viaje se acercó a mí para darme las indicaciones precisas para llegar a Turín en tren. No le expliqué que estaba siguiendo una supuesta línea recta; ganas ya tuve para que entendiese mi viaje, y sobre todo para mostrarme amable con él; pero no me atreví por miedo a no poder encontrar la manera de hacerlo en una lengua que no domino.

Lo que más me sorprendió ocurrió al final del viaje. El tren sufrió una avería entre dos estaciones. El maquinista salió de su cabina con una carpeta grande debajo del brazo, cogió varias herramientas de una caja que había en el espacio de los viajeros y saltó a la vía para solucionar la avería. Mientras el maquinista trabajaba nos explicaba por megafonía que habían tenido una avería, que lo estaban solucionando, y que llegaríamos a Le Puy en Velay en unos veinte minutos o media hora. Y así fue. Cuando el maquinista saltó de nuevo al vagón recibió aplausos y vivas.

―Esto no lo he visto nunca en los trenes entre Orduña y Bilbao ―pensé yo.

Antes de llegar a Le Puy en Velay, vi la roca de Saint Michel d’Aiguilhe, y la iglesia en la punta de aquella aguja; la iluminación artificial la arrancaba de la oscuridad circundante.


Para escuchar el podcast:
https://www.ivoox.com/ochocientos-kilometros-cuatro-trenes-doce-horas-audios-mp3_rf_28352010_1.html
Para escuchar en modo vídeo:
https://www.facebook.com/100008792851310/videos/1900407010262376/?id=100008792851310&lst=100008792851310%3A100008792851310%3A1560957507

2019/06/18

Lendoño de Abajo. Crónica de una tala anunciada


LAU BIDALDI LEHENALDIRA
Esaten dute gure lehenengo aberria haurtzaroa dela. Haurtzaroan bizi izandakoa askotan islatzen dugu gure oroimenean; ziur aski idealizazio eta errealitatearen arteko oroitzapenak dira. 2015eko udan nire lehenengo aberrira egindako lau bidaien berri utziko ditut hemen. Denboran atzera bidaiatzeko bi euskarri mota erabili nituen: bat-batean berraurkitutako hiru argazki zaharrak, eta haurtzaroan praktikatzen genuen joko baten errepikapena; azken hau egungo herriko haurrekin, gu ere haurrak izango bagina.

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CUATRO VIAJES AL PASADO
Dicen que la infancia es nuestra primera patria. A menudo se reproduce en nuestros recuerdos lo que vivimos en la infancia; seguramente se trata de recuerdos que están entre la idealización y la realidad. Voy a dejar aquí noticia de cuatro viajes que el verano de 2015 hice a mi primera patria. Para viajar hacia atrás en el tiempo utilicé dos tipos de recursos: tres viejas fotografías recuperadas de sopetón, y la repetición de juegos practicados en la infancia; esto último con niños del pueblo, y como si nosotros también lo fuéramos.

2 - LENDOÑO DE ABAJO. crónica de una tala anunciada
Hemen argitalpen orijinala irakur daiteke:
https://aiaraldea.eus/komunitatea/Jose%20Mari%20Guti%C3%A9rrez%20Angulo/1482259506883-ukml-iragarritako-ebaketa-baten-kronika


Después de la misa dominical del 27 de octubre de 1968, el alcalde de Lendoño de Abajo organizó una reunión desacostumbrada y repentina, aunque los vecinos no habían sido convocados. La propuesta del alcalde pilló desprevenidos a quienes estaban delante de la iglesia: quería talar las encinas que había en los extremos de la bolera. Solo dos de los presentes se mostraron en contra, y la decisión caprichosa del alcalde supuso la condena a muerte de los árboles. Pero esta historia había empezado antes.

En setiembre llegaron a Lendoño de Abajo una nueva maestra y su madre. La escuela estaba en la casa torre recientemente restaurada: en la planta baja el aula y una pequeña cuadra, en la de arriba la vivienda. La nueva maestra se instaló en la casa con su madre y comenzó su trabajo. El vecindario (sobre todo Rosario, mi madre) hicieron lo posible para que se sintiesen a gusto. La maestra, de nombre Sara, era agradable y se adaptó bien. Todo el vecindario la llamábamos Sarita.

Debajo de la ventana de la cocina de la casa estaba el cementerio viejo, y fuera del cementerio una encina grande y añosa; tenía el tronco medio vacío. Unos metros más lejos había otra, y entre las dos una bolera que no se usaba. Los árboles ocultaban el resto de casas del barrio, y la maestra quería mejores vistas.

El alcalde de aquel tiempo tenía ya sus años; para entonces no tenía hijos o hijas en edad escolar. Pero era enamoradizo. Cada vez que pasaba cerca de la escuela acortaba el paso y los ojos se le iban hacia allí; la mayoría de las veces las encinas estaban en medio. Más de una vez se encontraba con la madre de la maestra, pero ella no era la que le quitaba el sueño.

Como dos elementos químicos que no pueden mezclarse sin riesgo, los deseos de la maestra y el capricho del alcalde se hicieron presentes al mismo tiempo y en el mismo lugar. Aquellos elementos necesitaban un catalizador para producir la desventurada reacción. Esa función la cumplieron la indiferencia de algunos vecinos y la sorpresa paralizante de otros. Los argumentos de quienes se pronunciaron en contra 
eran más afectivos que racionales, y no tuvieron la fuerza suficiente para evitar lo que ya era inevitable. 

La foto está sacada en el barrio Elizalde de Lendoño de Abajo, cuando estaba a punto de cambiar el paisaje. Todos quienes se acercaron a ver la tala eran más jóvenes que las encinas, y la mayoría tenían algún lazo afectivo con ellas. Al ser recién llegada, la maestra era la única que no tenía ningún tipo de vínculo con los árboles. Para todo el vecindario las encinas estaban allí “de siempre”. Ver cómo acaba la eternidad para algo que era eterno tiene que producir profunda emoción; quizás por eso la mayoría ponía su atención en el árbol que era “de siempre” y que estaba a punto de caer. En primer plano, junto a la pared de la bolera, se ve a la maestra y delante de ella a Rosario, mi madre; por encima aparece una rama de la otra encina. Del grupo que se ve al fondo dos no ponen su atención en el viejo tronco; un muchacho mira al fotógrafo; el alcalde tampoco sigue el trabajo de tala, tiene sus ojos en la maestra. Aquellos días “la eternidad”, “la infinitud” y “la inmensidad cósmica” las veía en la maestra.

Nadie convocó a la Junta Administrativa de Lendoño de Abajo para que tomase la decisión de talar las encinas; la seudorreunión no fue oficial y en los libros de actas no se escribió nada. Las encinas permanecieron casi cinco años en el lugar en el que cayeron, como si fuesen intocables, o como si no hubiese ocurrido nada. Por fin, en setiembre de 1973, se hizo leña con sus troncos. Rufino y Magdaleno, dos leñadores de Orozco que vinieron a trabajar en el hayal de La Dehesa de Lendoño de Abajo, las hicieron astillas. Pero la leña no se utilizó ya para calentar la escuela en invierno. En 1972, con el curso ya empezado, se cerró para siempre la escuela de Lendoño.

Sara, la maestra que quería mejores vistas, no vivió ese cierre. Solo permaneció un curso en Lendoño de Abajo; tomo parte en un concurso de traslados y se fue. No sabemos si al marchar miró hacia atrás; no sabemos si fue a un pueblo más cómodo. Sí sabemos que la nostalgia no le ha hecho volver.

La maestra que vino después fue la última que hubo en la escuela de Lendoño. Esta sí, de vez en cuando suele venir al pueblo.

2019/06/16

Buenos Aires (1). Meta para Juan de Garay, inicio para José de San Martin


Latinoamérica; pinceladas, imágenes y enlaces de un viaje (18)

Buenos Aires (1).
Meta para Juan de Garay, inicio para José de San Martín
(2018 / 11 / 08)

He viajado a Montevideo en la compañía Buquebus. Ha sido un viaje de dos horas y media desde Buenos Aires, en un buque muy cómodo, pero cerrado. Por el techo y los costados nos rodeaban grandes ventanales; los asientos y mi cara se reflejaban e ese material transparente , y no he podido observar con facilidad el exterior. Tenía que esforzarme para ver con claridad el Río de la Plata al otro lado de esas paredes transparentes. Mi imaginación ha flotado entre el reflejo de las cosas del interior y el mar indefinido de fuera, en la nada. He proyectado entre un cielo que adivinaba azul y las aguas sucias lo vivido los cuatro días anteriores en la capital de Argentina.

Llegué a Buenos Aires en domingo. Nada más dejar mis cosas en mi alojamiento de la calle Sarmiento, me dirigí por la calle Paraná a la avenida Corrientes y fui hasta el Obelisco. La calle Sarmiento estaba vacía, Corrientes, sin embargo, repleta de gente, y todos los comercios y lugares de ocio abiertos. Muchos porteños ocupaban todos los espacios de los alrededores del Obelisco; en parejas o en pequeños grupos, sentados en la yerba o en asientos, comiendo o charlando …

En la cara meridional del monumento leí una inscripción, ya iluminada para cuando llegué: “SEGUNDA FUNDACIÓN POR JUAN DE GARAY XI DE JUNIO DE MDLXXX”. Estaba en la última meta del primer eje temático de mi viaje. Allí tenía su inicio el segundo (José de San Martin), para volver a Lima; pero, para estas alturas, San Martín ya ha estado más presente que Garay en este viaje. Y la curiosidad sobre otros lugares e historias que me ha surgido durante el viaje, hará que los nuevos motivos estén más presentes que los dos originales.

El lunes fui a la Plaza de Mayo y busqué imágenes, recuerdos o indicios de Garay y San Martín. Al fundador lo mataron en el Paraná (entre Santa Fe y Buenos Aires), y desapareció, por lo tanto no puedo buscar nada propiamente suyo. El libertador, al contrario, murió muy lejos, en Normandía; aún así sus restos están en la catedral metropolitana de Buenos aires.

La estatua de Juan de Garay está al norte de la Casa Rosada, casi pegada a la valla que rodea la sede del gobierno. Un roble descendiente del Árbol de Gernika protege la espalda del conquistador nacido en Orduña. Garay señala el lugar donde colocar el llamado rollo jurisdiccional. No pude resistir la tentación de hacer una foto en la que pareciese que los modernos y gigantescos edificios de Nuevo Madero surgían por orden del fundador. Pero pasaron más de cuatrocientos años desde aquella fundación antes de que surgiese el barrio más moderno (e imposible para los necesitados) de Buenos Aires.

Más tarde entré en la catedral, que se abre a la Plaza de Mayo, para ver el sepulcro del general San Martin. El sarcófago está sobre un monumento funerario grande y alto, en la capilla más visitada. Encima, a una altura inalcanzable, la bandera argentina cubre el sarcófago, pero el cuerpo o los restos no están dentro, sino en la parte baja del monumento. El cuerpo del libertador llegó a Buenos Aires en 1880, cuando el sepulcro y el sarcófago ya estaban preparados. Este último tenía espacio suficiente para depositar en él los restos; sin embargo, cuando abrieron la caja para trasladarlos encontraron el cuerpo momificado, y no cabían en él. Así que, dejándolo en la caja, le dieron sepultura en la base del monumento; como tampoco así había sitio para enterrar horizontalmente sarcófago, colocaron el féretro inclinado.

Observé mucho respeto y admiración en muchos de los visitantes; en otros muchos era muy evidente el afán de hacerse fotos en lugares de renombre; muchos turistas trataban a los granaderos que hacían guardia ante el mausoleo de San Martín como si de objetos se tratase, hasta convertir su guardia en insoportable.

El martes vi el sable de Martin en el Museo Nacional de Historia; también allí hay siempre un granadero haciendo guardia; aunque el museo esté cerrado, también de noche, si es verdad lo que cuentan. En la habitación solo está el sable, y la apariencia y montaje del lugar inducen mucho al respeto y el silencio; así y todo muchos coleccionistas de fotos no pueden evitar hacerse sus fotos con el soldado que parece una estatua.

El museo está en el parque Lezama. Sin proponerme buscarlo encontré en el parque el monumento dedicado a Pedro de Mendoza. En 1536 fue el primer fundador de Buenos Aires, cuarenta y cuatro años antes de la fundación de Garay. La de Mendoza fue un absoluto fracaso; aquel primer emplazamiento de los españoles en estas orillas del Río de la Plata no duró más que cinco años. Sin embargo, y siendo Garay más importante para los porteños, el monumento a Mendoza es más grandioso que el de Garay junto a la Casa Rosada.

¿Quién fue Juan de Garay?
Sobre el lugar de nacimiento de Juan de Garayren he escuchado y leído unas cuantas teorías. Juanjo Hidalgo me ayudó en un trabajo sobre Juan de Garay que realicé con un grupo de alumnas (Belandian jaio al zen Juan de Garay?), y a aquello le debo la idea de realizar este viaje. También leí a los autores que él me recomendó. Prácticamente en todo lo que he leído se ensalza la figura de Garay, o se reivindica su nacimiento en algún pueblo determinado. Buscando información durante el viaje me topé con una página web: puntaquerandi.com. En este enlace se pueden encontrar varios más que llevan a otros tantos artículos sobre Juan de Garay. Se le presenta desde una perspectiva totalmente opuesta: reniegan de Garay y reivindican y ensalzan a los pueblos originarios y a sus dirigentes.

Se suele decir que no debemos juzgar la historia del pasado con puntos de vista actuales. Aceptemos que deba ser así, pero, ¿desde que punto de vista debemos analizar lo sucedido? ¿Desde el de los conquistadores o desde el de quienes sufrieron la conquista y la represión?

2019/06/14

Buenos Aires (1). Juan de Garayrentzat helmuga, abiapuntu Jose de San Martinentzat


Latinoamerika; bidaia baten hainbat zertzelada, irudi eta esteka (18)

Buenos Aires (1).
Juan de Garayrentzat helmuga, abiapuntu Jose de San Martinentzat
(08 / 11 / 2018)


Montevideorako bidaia Buquebus itsasontzi-konpainian egin dut. Buenos Airestik bi ordu eta erdiko bidaia izan da, oso itsasontzi erosoan, baina itxia. Leihate handiek inguratzen gintuzten sabaitik eta aldamenetatik; material garden horretan barruko eserlekuak eta nire irudia islatzen ziren, beraz kanpoaldeari ezin izan diot arreta handirik jarri. Ahalegin handiak egin behar izan ditut horma gardenaren beste aldeko Rio de la Plata argi ikusteko. Nire begitazioak barruko gauzen islaren eta kanpoko itsaso zehaztugabearen artean flotatu dira, noraezean. Igartzen nituen zeru urdin eta ur zikinen artean, aurreko lau egunetan Argentinako hiriburuan bizi izandakoak proiektatu ditut.

Igandean heldu nintzen Buenos Airesera. Hiriburuko Sarmiento kalean hartutako ostatuan gauzak utzi eta berehala, Paraná kaletik Corrientes etorbidera heldu eta Obelisco-raino joan nintzen. Sarmiento kalea hutsik zegoen, Corrientes, aldiz, lepo, eta denda eta saltegi guztiak irekita. Buenosairestar ugariek hartuta zeuzkaten Obeliscoren inguruko bazter guztiak; binaka edo talde txikietan, belarretan edo eserlekuetan, jaten edo hizketan…

Monumentuaren hegoaldeko gainazalean idazkun bat irakurri nuen, zegoeneko argindarrez argiztatuta: “
SEGUNDA FUNDACIÓN POR JUAN DE GARAY XI DE JUNIO DE MDLXXX”. Nire bidaiaren lehenengo ardatzaren azken helmugan nengoen. Limara itzultzeko bigarren ardatzak (José de San Martin) hemen izan behar zuen abiapuntua, baina dagoeneko San Martín Garay baino ageriago egon da bidaia honetan. Eta ibilbidean nigan piztu diren beste ikusnahiak bi ardatz horiek baino ageriago egongo dira aurrerantzean.

Astelehenean Plaza de Mayo-ra joan nintzen, eta inguruetan Garay eta San Martín pertsonaien irudiak, oroimenak edo aztarnak bilatu nituen. Fundatzailea Parana ibaian hil zuten (Santa Fe eta Buenos Aires artean), eta desagertu zen, beraz oroigarriak besterik ezin dut bilatu. Askatzailea, aldiz, oso urrun hil zen, Normandian; hala ere bere gorpuzkinak Buenos Aires metropoliko katedralean daude.

Juan de Garayren estatua Casa Rosadaren iparraldean dago, gobernuko egoitzak inguratzen duen hesiari ia itsatsita, baina kanpoan. Gernikako arbolaren oinordeko batek Urduñan jaiotako konkistatzailearen irudiaren sorbalda babesten du. Garayk hiria fundatzeko rollo (edo zutabe) jurisdikzional deiturikoaren kokapena seinalatzen du. Ezin izan nuen saihestu argazki bat egitea, Nuevo Madero-ko eraikin moderno eta erraldoiak urduñar fundatzailearen aginduz sortzen zirela irudikatzeko. Baina fundazio hartatik laurehun urte baino gehiago igaro ziren Buenos Airesko auzo modernoena (eta behartsuentzat ezinezkoa) sortu aurretik.

Plaza de Mayo-ra irekitzen den katedralera sartu nintzen gero, San Martin jeneralaren ehorzlekua ikusteko. Sarkofagoa hilobi zabal eta garaiera handikoan dago, kapera bisitatuenean. Mausoleo gainean, garaiera helezinean, Argentinako banderak sarkofagoa babesten du, baina gorpua edo gorpuzkinak ez daude bertan, katafalkoaren behealdean baizik. Liberatzailearen gorpua 1880an heldu zen Buenos Aires-era, mausoleo eta sarkofagoa prest zeudelarik. Sarkofagoak behar adina leku zeukan gorpuzkinak bertan sartzeko; hala ere hilkutxa ireki zutenean lekualdaketa egiteko, gorpua momifikatuta aurkitu zuten, eta sarkofagoan ez zegoen lekurik bertan jartzeko. Beraz, hilkutxan utzita, mausoleoaren behealdean hobiratu zuten; horrela ere ez zegoen lekurik horizontalean jartzeko, eta inklinatuan jarri zuten.

Bisitari askorengan errespetu eta mirespen handiak antzematen nituen; beste askorengan oso nabaria zen leku entzutetsuen argazkiak biltzeko irrika; turistek hutsaren pare izango balira tratatzen zituzten San Martinen mausoleoa babesten zuten granaderoak, haien guardia jasanezina bihurtzeraino.

Asteartean San Martinen sablea ikusi nuen Historia-museo Nazionalean; hemen ere granadero bat dago denbora osoan guardia egiten; museoa itxita egon arren, soldadu bat omen dago (gauean ere bai, egia bada kontatzen dutena). Gelan sablea besterik ez dago, eta gelaren itxurak eta antolamenduak errespetu eta isiltasun handiagoak eragiten dituzte; alabaina argazki bildumagile askok, ezin diote muzin egin eskultura ematen duen soldaduarekin argazkia egiteari.

Museoa Lezama parkean dago. Bilatu gabe, parke berean aurkitu nuen Pedro de Mendozari egindako monumentua. Mendoza Buenos Aires-ko lehenengo fundatzailea izan zen, 1536an, Garayren fundazioa baino berrogeita lau urte lehenago. Mendozarena erabateko porrota izan zen, eta espainolak Rio de la Plata-ko ertzetan egindako lehenengo kokatze hark bost urte besterik ez zuen iraun. Hala eta guztiz ere, eta buenosairestarrentzat Garay inportanteagoa izanik, Mendozaren monumentua Casa Rosadatik hurbilean dagoen Garayrena baino apartagoa da.

Nor zen Juan de Garay?
Juan de Garayren jaioterriari buruz hainbat teoria eta liburu entzun eta irakurri ditut. Juanjo Hidalgok laguntza eman zidan ikasle talde batekin eskolaz kanpoko Juan de Garayri buruz lan bat gauzatzeko, eta Juanjori zor diot bidaia hau egitearen burutazioa; berak gomendatutako autoreak ere irakurri ditut. Irakurritako ia denak Garayren irudia goraipatzen du, edo konkistatzailearen jaioterri jakin bat aldarrikatzen du. Oraingo bidaian, informazioa bilatzean, web orri batekin egin dut topo: puntaquerandi.com. Esteka honetan hainbat lotura daude Juan de Garayri buruzko beste horrenbeste artikuluekin. Ikuspuntua guztiz kontrakoa da: Garayz arnegatu eta jatorrizko herriak eta beren buruzagiak aldarrikatu eta goraipatzen dituzte.

Esan ohi da ez dugula epaitu behar egungo ikuspuntuekin antzina gertatu zena. Eman dezagun horrela izan behar dela, baina zein ikuspuntutatik aztertu behar dugu gertatutakoa? Konkistatzaileen edo konkista eta errepresioa pairatu zituztenen ikuspuntutik?

2019/06/12

Lendoño de Abajo. Documental de un solo fotograma


LAU BIDALDI LEHENALDIRA
Esaten dute gure lehenengo aberria haurtzaroa dela. Haurtzaroan bizi izandakoa askotan islatzen dugu gure oroimenean; ziur aski idealizazio eta errealitatearen arteko oroitzapenak dira. 2015eko udan nire lehenengo aberrira egindako lau bidaien berri utziko ditut hemen. Denboran atzera bidaiatzeko bi euskarri mota erabili nituen: bat-batean berraurkitutako hiru argazki zaharrak, eta haurtzaroan praktikatzen genuen joko baten errepikapena; azken hau egungo herriko haurrekin, gu ere haurrak izango bagina.

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CUATRO VIAJES AL PASADO
Dicen que la infancia es nuestra primera patria. A menudo se reproduce en nuestros recuerdos lo que vivimos en la infancia; seguramente se trata de recuerdos que están entre la idealización y la realidad. Voy a dejar aquí noticia de cuatro viajes que el verano de 2015 hice a mi primera patria. Para viajar hacia atrás en el tiempo utilicé dos tipos de recursos: tres viejas fotografías recuperadas de sopetón, y la repetición de juegos practicados en la infancia; esto último con niños del pueblo, y como si nosotros también lo fuéramos.

1 - LENDOÑO DE ABAJO. DOCUMENTAL DE UN SOLO FOTOGRAMA
Hemen argitalpen orijinala irakur daiteke:

Se suele decir que las fotografías congelan un momento. No es verdad; las fotos nos muestran mucho más de lo físicamente recogido en cualquiera que sea su soporte (papel, digital u otro); por lo menos si los ojos que miran tienen alguna vinculación con la imagen. Eso es lo que pasa en esta foto redescubierta por una vecina de Uría: todas las personas de Lendoño de más de cincuenta años pueden ver aquí una historia de más de siglo y medio, o más; también si son más jóvenes, si la transmisión, sobre todo oral, no se rompe.
Esta foto está sacada desde el barrio de Uría, en Lendoño de Abajo; lo que vemos más cerca es el barrio Elizalde y más atrás, a la derecha, el de Poza; más lejos, debajo del Tologorri, Lendoño de Arriba. ¿Cuántos años tiene esta fotografía? Seguro que hay métodos más fiables para saberlo, pero yo, para acercarme a la respuesta, me voy a fijar en lo que se ve en la imagen y en lo que he oído y vivido. (Para ver las fotos más grandes, clica encima de ellas)
El paisaje ha cambiado. Para poder comparar el de la antigua fotografía con el actual adjunto aquí la foto antigua y otra sacada el 25/08/2022, con números para identificar los cambios. 




 Las casas

Al primer golpe de vista vemos el Lendoño actual, pero a quienes conocemos el pueblo, inmediatamente nos sorprende la casa de la izquierda. Era la Casa cural(1), que ya no existe. Durante la Guerra Civil estaba desocupada; la convirtieron en polvorín y, más tarde, acabó quemándose. Se aprecia bien la huerta que tenía, rodeada por una pared; para nosotros era la Huerta cural, hasta que en 1984 llegó la concentración parcelaria. Otra casa que desapareció es la primera que se ve en Poza: la Casa Chaves(2). Mi madre nació en 1925 y no la conoció, pero al campo cerrado que se ve delante le llamaba Campo Chaves.

Otro caserío que se ve en el barrio Elizalde también se arruinó del todo(3), es el que está detrás de la casa que más cerca vemos(4). Hoy hay una vivienda nueva en el mismo lugar; aquí, de una manera u otra, se ha mantenido la silueta del pueblo.

La casa torre, que para nosotros fue escuela

La construcción que está adosada a la iglesia(5) fue escuela para todas las personas de Lendoño que hoy tienen más de cincuenta años. Es una antigua casa torre* construida en el siglo XIII o XIV. A lo largo de la historia ha sido casa torre, humilladero, sede del concejo, y escuela; cumplió con esta última función entre 1825 y 1972. En 2003 se celebró la inauguración de su rehabilitación; hoy es una elegante sede para el concejo de Lendoño de Abajo.

A la derecha de la casa torre se ve un pequeño espacio rodeado por una pared, también desaparecido; era el antiguo cementerio(6). Durante nuestra época escolar no había puerta para entrar, pero a menudo saltábamos dentro cuando jugábamos al escondite. Si encontrábamos huesos, los tocábamos; alguna vez habíamos oído que frotando los huesos de los muertos éstos se convertían en oro. Que yo sepa nadie de los que andábamos en la escuela se ha hecho rico, si no es en años.

Hornos de pan(7)

En el barrio Elizalde se ven cuatro hornos, son las pequeñas construcciones con tejado que hay cerca de los caseríos o adheridas a ellos; hoy no queda ninguno. El de la casa cural está entre la casa y la iglesia; las personas de más edad de Lendoño (con más de 90 años) no lo recuerdan. Los otros tres desaparecieron con la rehabilitación de los caseríos; para la década de los 80 del siglo XX no quedaba ninguno. El último que se utilizó fue el del caserío que hay a la derecha. En ese caserío se ven tres construcciones: la casa más grande, al lado otra de dimensiones mucho más reducidas ―la casa vieja―, y a la derecha de esta una construcción mucho más pequeña; ese era el horno de pan. En 1972 se recogió la última cosecha de trigo en Lendoño de Abajo, y fue en este caserío, por tanto ese año y el siguiente fueron los últimos en los que se utilizó el horno.

El caserío que hay detrás de la casa que más cerca vemos, tiene el horno a la derecha. Éste, además de la función de horno de pan, hizo de escuela durante algún tiempo. El actual vecindario de Lendoño no lo recuerda, pero mi ama decía que ahí dio escuela un maestro faneguero, que ella no conoció. El salario de aquellos maestros no lo pagaba el gobierno, parece que lo pagaban los pueblos o los vecinos de los pueblos.

En el barrio Elizalde se pueden ver otros dos elementos que desaparecieron. El pequeño espacio rodeado de pared y losas que se ve delante del caserío de la derecha; se llamaba el Abejal(8) (sic), aunque las personas de mi edad no hayamos visto abejas ahí. El otro es la Huerta del maestro(9); está debajo de la huerta de la Casa cural, y solo se ve un trozo de pared. Hoy están ahí la nueva bolera y el txoko del pueblo, recién construidos.

Árboles

Me voy a fijar en tres árboles, dos de ellos están en la foto, el tercero solo en mi memoria. Los dos primeros se ven delante de la iglesia, uno cerca del campanario(10) y el otro casi tapado(11) por el caserío que vemos más cerca; entre los dos había una bolera. Son encinas, relativamente jóvenes. Cuando empecé a ir a la escuela, en los primeros años de la década de los 60 del siglo XX, utilizábamos la encina de la izquierda como escondite. El tronco parecía ya muy viejo; algunos se escondían en un gran hueco que había en él; otros nos subíamos a las ramas, que entonces llegaban hasta el cementerio viejo. En 1968 llegó una nueva maestra a Lendoño. Las encinas tapaban la ventana de la cocina de la escuela, que estaba sobre el cementerio mencionado, y la maestra quería mejores vistas. El alcalde de entonces no era joven, ya no tenía hijos en edad escolar, pero era enamoradizo, y para ver bien a la maestra cuando ésta fregaba, decidió tirar las encinas.

El tercer árbol era un nogal(12). En la foto no se ve, y hoy no queda rastro de él. Estaba delante del caserío que se ve a la derecha de la foto. Cuando se hizo la foto todavía no se había plantado. Después creció hasta hacerse viejo. Lo talaron en 1969 o 1970, y con sus raíces hicieron una bola grande para una bolera de Laudio.

Las encinas pueden vivir varios siglos, los nogales también pueden contar siglos. Con estos datos, y con todos los facilitados más arriba, ¿podemos acercarnos a la edad de la fotografía?


Jose Mari Gutiérrez Angulo
2015ko abuztua 

*No todos los expertos están de acuerdo; para unos fue casa torre, pero algunos creen que desde su origen tuvo funciones religiosas.

2019/06/11

La luna de Rennes


CRÓNICAS DE UN VIAJE TRAS SAN MIGUEL DE UN ATEO SIN ESPADA
Serie de 14 episodios sobre un viaje entre Mont Saint Michel y Monte Gárgano.

A caballo entre octubre y noviembre de 2017 realicé un viaje entre Mont Saint Michel y el Monte Gárgano, para visitar cuatro lugares curiosos, espectaculares y sorprendentes. Seguí una imaginaria y misteriosa línea recta, en la que se alinean esos cuatro destinos de mi viaje. En Aiaraldea.eus publiqué 14 crónicas en euskera. Más tarde grabé 14 podcasts  en castellano, cuyo texto publico aquí.


04-LA LUNA DE RENNES
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Una vez cumplido el primer objetivo del viaje, me puse en marcha hacia la siguiente meta que tenía a más de ochocientos km. Dejé atrás el extremo suroeste de Normandía y me dirigí a la capital de Bretaña, para, desde allí, ir dos días más tarde hasta Le Puy en Velay.

El viaje entre Mont Saint Michel y Rennes lo hice en autobús. La niebla ocultaba la probable belleza de la llanada, así que volví a leer La legénde du Mont Saint Michel de Guy de Monpassant. El escritor relata lo que le contó un normando local. Según esa leyenda San Miguel consiguió expulsar al diablo del monte y de los alrededores, con juego sucio, trampas y engaños. El diablo de la historia es un ser humilde, confiado y sin doblez; el arcángel, en cambio, es tramposo, engañador y malicioso.

Probablemente en este cuento se relata cómo consiguió el cristianismo arrinconar las creencias anteriores. Sin embargo, lo que más me sorprendió al leer el cuento fue el final, que dice así: “otro pueblo habría imaginado esa batalla de otra manera”. El escritor determina en pocas palabras el carácter normando. ¿Son así los normandos? ¿Son taimados? Yo no lo diría; conmigo fueron muy amables; pero también San Miguel fue muy amable cuando estafaba al diablo.

Rennes también estaba bajo la niebla. Pasé dos noches en la capital de Bretaña. La mañana del segundo día persistía aún la niebla, pero para el mediodía se abrieron grandes claros en el cielo. Pasé el día viendo los lugares más famosos de la ciudad.

Cuando volví al hotel ya era de noche. Estaba en la Place de la Gare, frente a las estaciones de tren y autobús. Mi habitación estaba en la cuarta planta, sobre la plaza; tenía una vista inmejorable. Lo que veía era una enorme obra para modernizar las estaciones, que ocupaba toda la plaza. Habían comenzado pronto a trabajar por la mañana, y lo hicieron hasta bien entrada la noche; mientras trabajaban el ruido era notable, y la luz como la del día.

Me acerqué al balcón para observar los alrededores. Al ser de noche la mirada se me iba hacia las luces, sobre todo hacia las luces de la obra. Di un paso para salir al balcón e inmediatamente creí ver la luz de la Luna. En un momento tan corto como el que necesité para dirigir la mirada hacia el cielo, pensé unas cuantas cosas: que el tiempo mejoraba; que si se despejaba haría frío; y sobre todo como podía ser que la luna fuese tan visible con aquella polución lumínica. La respuesta me llegó de inmediato; la luz venía del cielo, pero no era la luna lo que tenía encima; era el alumbrado de un desmesurado anuncio en una descomunal grúa: “leon grosse”, decía.

Yo, al igual que el diablo, confiado y crédulo; lo que me llegaba del cielo, tramposo.

2019/06/07

Las maravillas de Mont Saint Michel


CRÓNICAS DE UN VIAJE TRAS SAN MIGUEL DE UN ATEO SIN ESPADA
Serie de 14 episodios sobre un viaje entre Mont Saint Michel y Monte Gárgano.

A caballo entre octubre y noviembre de 2017 realicé un viaje entre Mont Saint Michel y el Monte Gárgano, para visitar cuatro lugares curiosos, espectaculares y sorprendentes. Seguí una imaginaria y misteriosa línea recta, en la que se alinean esos cuatro destinos de mi viaje. En Aiaraldea.eus publiqué 14 crónicas en euskera. Más tarde grabé 14 podcasts  en castellano, cuyo texto publico aquí.


03-LAS MARAVILLAS DE MONT SAINT MICHEL
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Eta hemen bideo bat euskaraz:

De mañana, muy pronto y rodeado por la niebla, volví a Mont Saint Michel. Caminé un km hasta las murallas; 760 m por la nueva pasarela. Únicamente veía los tablones de roble del suelo. Cuando estuve cerca de las murallas del monte, llegaron a mí voces y luces, pero la niebla lo desdibujaba todo.

La niebla gris oscura se fue aclarando a medida que pasaba el tiempo; sin embargo seguía guardando con celo la belleza del lugar. Mirando hacia arriba apenas podía entrever una mancha oscura en forma de pirámide y sin bordes, dibujada contra una oscuridad menos rigurosa. En lo más alto, en la punta de una aguja larga y estrecha, no brillaba la estatua dorada de San Miguel.

La calle estaba vacía. En la parte baja una pareja de bomberos acompañados de un responsable municipal hacían un recorrido de inspección. Mont Saint Michel ha sufrido muchos incendios a lo largo de su historia, pero sumergidos en las gotas invisibles de la niebla el trabajo de aquel trío parecía estéril. Más arriba solo vi algunos trabajadores limpiando y preparando las tiendas y los negocios de hostelería.

La parroquia local (la iglesia de San Pedro) estaba vacía, pero abierta. Faltaba bastante tiempo para abrir, más arriba, la abadía y las construcciones anejas, y las fotos que la víspera no hice a San Miguel las pude tomar con mucha tranquilidad. El ángel protector de la Iglesia no se movió, ni siquiera cuando robé un folleto sobre Mont Saint Michel. El librito estaba junto a un cepillo con la limosna que había que dejar tasada con rigor.

El folleto de 28 páginas estaba editado por la congregación de monjes de la abadía. Contaba la historia del lugar por medio de leyendas. Que se trataba de leyendas, aseguraba el texto, por lo tanto no puedo decir que las presentaban como historias reales, pero al leerlo eso parecía. Las historias anteriores al cristianismo no ocupaban más que unos párrafos; los frailes aseguraban que no podían contar mucho sobre aquellos periodos, ya que los expertos no se ponen de acuerdo, y ellos no son especialistas ―”nous n’avons aucun compétence”―. ¡Al parecer sí lo son del resto de leyendas increíbles e indemostrables!

Junto a la iglesia está el cementerio, y salí de la parroquia por la puerta que da al mismo. La Mère Poulard está enterrada allí. Esta mujer era la sirviente de un arquitecto, que llegó a Mont saint Michel con su familia en 1872. La Mère Poulard se casó allí al año siguiente y comenzó a trabajar en el negocio de la hostelería. Pronto se hicieron famosas entre los peregrinos sus tortillas y sus galletas. El negocio que puso en marcha se ha multiplicado, y su nombre se ha hecho omnipresente en cada rincón del monte. La abadía, desde arriba, domina la parroquia de San Pedro y el cementerio contiguo; la sepultura de La Mère Poulard está sobre la mayoría de las casas del pueblo, dominando los negocios de sus sucesores.

Cuando llegó la hora de abrir la abadía dos docenas y media de personas ya esperábamos para entrar. En la entrada del recinto fortificado termina la estrecha calle principal, y para comprar la entrada hay que pasar por la sala de guardia. Dicen que dos tercios de quienes llegan a Mont Saint Michel no pasan de aquí. ¿Los culpables serán los 10 euros de la entrada, o los centenares de escaleras que hay que subir para llegar arriba?

Las escaleras rodean la roca haciendo una especie de arco. Las paredes de la derecha de la escalera son parte de un gigantesco basamento, sobre las de la izquierda hay estancias de la abadía. El basamento lo tuvieron que construir para apoyar en él la iglesia de la cima, ya que únicamente el centro de la misma se apoya en la roca del monte; el presbiterio, el transepto y otras partes de la iglesia no están cimentados en la roca.

Atravesé la terraza occidental superior para entrar en la iglesia. Algunos grupos ocupaban el interior rodeando a sus guías. Como los grupos de turistas madrugadores ocupaban los espacios más interesantes, volví a la terraza. Es un mirador excelente, pero se mantenía la niebla y el paisaje seguía desdibujado. El mar gris seguía intentando arrebatar su propio espacio a la tierra. Me quedé largo tiempo en el borde de la terraza para ver cómo el agua cubría las arenas embarradas. Las olas eran lentas y pequeñas, débiles; pero a veces, después de que el agua había cubierto los espacios arenosos, surgían grandes remolinos.

Cuando volví a la iglesia ya no estaban los grupos de antes, solo quedábamos quienes habíamos llegado solos o en parejas, y pude andar con suma tranquilidad por un templo que durante siglos y siglos se ha construido, ampliado, quemado, derribado y reconstruido. El románico y el gótico en el mismo espacio.

Siguiendo el sentido de la visita salí de la iglesia y entré en lo que llaman La Maravilla. Para admirar toda esta parte es necesario imaginarse todo el conjunto. Todos los espacios son sorprendentes, pero si cuando ves una parte eres capaz de visualizar mentalmente el resto, todo es más grandioso.

La Maravilla es un testigo de la maestría de los constructores del siglo XIII. En una exagerada pendiente insertaron dos construcciones de tres alturas; las estructuras y pilares inferiores son enormes, pesados; a medida que la construcción asciende se vuelven más ligeros y esbeltos, para terminar en el claustro. La visita está organizada de arriba a abajo, desde el claustro –que lo encontré en obras– hasta la entrada. El claustro era la zona de los monjes; allí oraban, y realizaban las procesiones en las fiestas litúrgicas; desde él podían pasar a la iglesia, al archivo, a la cocina y a las habitaciones. En la entrada recibían a los pobres y peregrinos.

Terminada la visita me alejé siguiendo la Grande Rue. Ya era hora de comer, pero no me quedé en los comercios ni en los negocios de hostelería de los sucesores de La Mère Poulard. Dejé atrás Mont Saint Michel. Desde la pasarela que llega hasta La Caserne miré una y otra vez hacia atrás. La niebla ya no impedía la visión de la roca sagrada, pero sobre la aguja larga y estrecha de la iglesia todavía acariciaba a San Miguel, impidiendo sus reflejos dorados.

2019/06/03

Mont Saint Michel; San Miguel versus el dios Belenus


CRÓNICAS DE UN VIAJE TRAS SAN MIGUEL DE UN ATEO SIN ESPADA
Serie de 14 episodios sobre un viaje entre Mont Saint Michel y Monte Gárgano.

A caballo entre octubre y noviembre de 2017 realicé un viaje entre Mont Saint Michel y el Monte Gárgano, para visitar cuatro lugares curiosos, espectaculares y sorprendentes. Seguí una imaginaria y misteriosa línea recta, en la que se alinean esos cuatro destinos de mi viaje. En Aiaraldea.eus publiqué 14 crónicas en euskera. Más tarde grabé 14 podcasts  en castellano, cuyo texto publico aquí.


02-San Miguel versus el dios belenus

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Por lo menos hasta el siglo VIII, el lugar más famoso que hay en la muga entre Bretaña y Normandía no se llamaba Mont Saint Michel, sino Mont Tombe. Al parecer allí había un cementerio, o la tumba del dios Belenus… ¡Cualquiera sabe!

Guy de Maupassant visitó Mont Saint Michel en 1882, y escribió un cuento. “Cuanto más me acercaba, más abrumado me sentía por la admiración, porque nada en el mundo, quizás, es más asombroso y más perfecto”, decía. Puedo decir que es verdad; también a mí me parece más atrayente cada vez que lo veo.

Mont Saint Michel era una isla mareal, esto es: en marea alta el mar lo rodeaba en su totalidad muy a menudo. En cambio ahora, si las mareas no son mareas vivas, ocurre pocas veces. La isla no era fácilmente accesible, sólo lo era en marea baja; tampoco era fácil llegar en barco, porque el mar tiene muy poca profundidad en una gran extensión.

Dos años antes del viaje de Guy de Maupassant, en 1880, construyeron un dique; y encima un camino, para que el acceso a la isla no estuviese limitado a la marea baja. Desde entonces el monte más que isla parece península. Además el dique dificultó o cambió la influencia entre el río Couesnon y las mareas, y grandes extensiones de la bahía se han polderizado. Ciento veinticinco años más tarde (en 2005) decidieron devolver al mar lo que al mar se le había robado, y desde 2015 no hay ya un istmo artificial. Mont Saint Michel está recuperando su carácter marítimo.

Mont Saint Michel está en la bahía del mismo nombre, que tiene 500 km cuadrados. El mar tiene muy poca profundidad, y la bahía es tan grande que en marea baja el agua desaparece en muchos km a la redonda. Las mareas pueden llegar a ser de 14 metros y, al subir, el agua tiene que avanzar a 6 km por hora para cubrir toda la bahía.

Los seres humanos han buscado, encontrado y establecido lugares de culto en los montes. Este monte no es muy alto; la propia roca de granito que lo forma (una vez descontadas las construcciones de la cima), tiene menos de 100 m, pero en la interminable llanada que lo rodea es visible desde lejos, muy sobresaliente, sobre todo cuando en marea baja le rodea una extensión gris, gigantesca y húmeda de lodo.

Al parecer hasta el siglo VIII Mont Saint Michel no estaba al borde del mar; se dice que la costa estaba casi a 50 km de distancia, en la latitud de la actual isla de Chausey. La bahía actual la podría haber ocupado el bosque llamado Scyssy. Si nos fijamos en las islas Chausey, se comprende enseguida la poca profundidad de la plataforma continental en la zona: este archipiélago tiene 52 islas en marea alta; en marea baja, en cambio, 365.

De Scyssy solo puedo hablar así: se dice, podría haber sido, … El bosque de Scyssy podría ser parte de un mito. He leído en unos cuantos sitios informaciones sobre este monte, pero siempre la misma versión, y sin referencias fiables; no sé si existe, pero yo no he encontrado información fiable. Si lo del bosque de Scyssy es un mito, tuvo que surgir con un objetivo y una función pragmáticos. Este monte, o isla, o roca, perdería visibilidad rodeado de un bosque. Según las informaciones que he leído, la cristianización de Mont Saint Michel y la desaparición del bosque de Scyssy ocurrieron en la misma época. Es lógico pensar que detrás de este mito, si lo es, hay objetivos que el mismo mito no explica.

Mont Saint Michel tuvo que producir atracción desde que las primeras poblaciones se establecieron en esta enorme llanada, y lo consagraron como lugar de culto al dios Belenus. Los galos establecieron un cementerio alrededor de un megalito; ya estaba allí antes de llegar los romanos. Belenus era el dios del sol, de la luz y del fuego; también pudo ser protector de los animales domésticos. Los romanos lo equipararon a Apolo, que también era protector de los animales domésticos y de los pastores, y al que los griegos ya le habían hecho dios del Sol con el nombre de Apollo Helios.

Llegué a Mont Saint Michel por la tarde. Había marea baja, y antes de entrar en el pueblo amurallado me alejé del monte por las arenas de la bahía, que parecían más lodo que arena; los pies se me hundían a menudo en el lodo. Me venían a la cabeza imágenes que en alguna ocasión había visto: jinetes y caballos atrapados en las arenas movedizas de la bahía.

Cuando tenía el monte a algunos centenares de metros me di la vuelta. Delante tenía la silueta de la roca con la iglesia en la cumbre; solo la silueta, porque el sol, a punto de ponerse, se había colocado ya detrás de la isla. Quise imaginar Mont Saint Michel sin su muralla y sin sus construcciones, y a mí mismo en medio del bosque de Scyssy contemplando la silueta del monte Belenus o Tombe; nombrándolo con sus antiguos nombres quería ver su antigua apariencia. Con los ojos abiertos fue imposible, y si no los cerré fue porque la historia ha cambiado sin cesar la fisonomía del monte, pero, siempre, haciéndolo más hermoso. ¿Para qué dejar de verlo?

Entré en el pueblo cuando comenzaba a oscurecer. Encontré la calle mayor y en las callejas que de ella surgen más concurrida de lo que esperaba; aunque comparando con las demás veces que había estado había mucha menos gente, no esperaba tanto turista a finales de octubre. ¡Cuántos lugares turísticos quisieran en sus mejores días de verano la cantidad de turistas que hay aquí bien entrado el otoño!

Ya estaban cerrando muchas de las tiendas, pero la calle seguía animada. La estrecha calle principal, que asciende desde la entrada (Grande Rue), está repleta de hoteles, restaurantes y tiendas. Los negocios con el nombre de La Mère Poulard son los más abundantes; parece que la marca ha colonizado el pueblo.

Entré en la iglesia de San Pedro para tener el primer contacto con San Miguel. En una capilla está su estatua con todos los complementos habituales: la corona, la espada, el escudo…, y a sus pies el dragón vencido. Quise hacer alguna foto con tranquilidad, pero no me fue posible; algunos visitantes además de turistas eran creyentes, y continuamente había alguien rezando delante de San Miguel.

Ya era de noche cuando me fui, y dejé el monte como lo hacen dos tercios de sus visitantes: sin visitar la abadía y la iglesia que coronan la roca. Me parece un dato muy sorprendente: cada año visitan el lugar tres millones de personas, pero solo un tercio visita las construcciones históricas de lo alto.

Yo dejé esa visita para el siguiente día, y me alejé a pie hasta La Casserne, por la pasarela que se utiliza desde 2015. Desde La Casserne , por la noche, disfruté durante largo tiempo de una vista impresionante: la iluminación artificial de Mont Saint Michel producía la sensación de que el monte flotaba en la oscuridad. Los seguidores del dios Belenus no vieron nunca la silueta que yo podía admirar.


Para escuchar el podcast:
https://www.ivoox.com/san-miguel-versus-dios-belenus-audios-mp3_rf_28269132_1.html

Para escuchar en modo vídeo:

https://www.facebook.com/100008792851310/videos/1898794340423643/?id=100008792851310

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