2023/03/14

EL RELOJ DE SOL MÁS GRANDE DEL MUNDO

 



El reloj de sol más grande y preciso del mundo y dos torres inclinadas (una ya desaparecida) fueron los motivos por los que Zaragoza ha estado en el itinerario del último viaje que Josune y yo hemos hecho. El Pilar también está allí y forma parte del imaginario colectivo, heroico para muchas personas, pero para otras impuesto y oscuro. Así que también el Pilar y la enorme plaza a la que se abre están en esta crónica.


Viajes que inducen a otros viajes

Hay viajes fecundos, viajes que sugieren otros viajes, viajes preñados de pasado que engendran otros llenos de futuro. En el último hemos pasado por Zaragoza, una ciudad en la que ya había estado alguna otra vez, pero que para mí, nunca había sido destino u objetivo específico de un viaje. Sin embargo pasan por ella itinerarios que otras andanzas me sugirieron.


La primera vez que pasé por la capital de Aragón estaba siguiendo, con mi hijo, el recorrido del Ebro en bici. Apenas paramos en la ciudad, pero la torre de San Juan de los Panetes, en el extremo noroccidental de la enorme plaza del Pilar, quedó grabada en mi memoria por su imagen, por su nombre y por la singularidad de que esté inclinada. Al interesarme por ella descubrí que, además de la de Pisa, hay unas cuantas torres con una evidente inclinación. Entre Bujalance, Córdoba, y Pisa hay más de una docena en el sur de Europa. Me prometí que algún día realizaría un viaje siguiendo el itinerario que une todas ellas. En febrero he recalado en Zaragoza siguiendo parte de ese recorrido.

Hay además otra razón por la que quería visitar Zaragoza: quería ver el reloj de sol con el gnomon más grande del mundo. No me habría enterado de su existencia si en mi primer viaje a Bolonia no hubiese entrado en la catedral de San Petronio. A Bolonia había llegado con otro objetivo, un objetivo que varios años antes me había propuesto a raíz de otro viaje entre Mont Saint Michel y el Monte Gargano; también aquel se había generado sorpresivamente cuando Josune y yo descubrimos con admiración la impresionante construcción de la iglesia que corona una aguda aguja de roca en Saint Michel d’Aiguilhe, comuna de Le Puy en Velay en el Alto Loira.

En la catedral de San Petronio de Bolonia hay una “meridiana” que cuando la vi por primera vez creí que estaba viendo el reloj de sol más grande del mundo (así lo leí en algún folleto de información turística); tiene una longitud de 66,8 m. Quise comprobar en Internet qué se decía de ello y descubrí que el reloj de sol más grande del mundo estaba en Zaragoza, al menos desde el 10 de julio de 2013, según el Guinness World Records. La “meridiana” o reloj de sol de la catedral de Bolonia engendró en mí el deseo de ver el de Zaragoza. Y Bolonia, famosa también por dos de sus torres, se cruzó con Zaragoza en dos posibles ejes temáticos para otros viajes: relojes de sol y torres inclinadas.

Así que la meridiana de San Petronio de Bolonia, que pasa por ser la más larga del mundo, me llevó al reloj de sol de Zaragoza. También puede ser el inicio de un viaje para visitar los lugares donde se conservan meridianas monumentales; solo llegando a las que se mencionan en este artículo visitaríamos Florencia, Milán, Palermo, Roma, El Escorial... Pero ahora me detengo en Zaragoza y en su reloj de sol, aunque también me hayan dirigido a ese destino un par de torres inclinadas.

Una torre fantasma

Habíamos llegado a Zaragoza a primeras horas de la tarde del 11 de febrero, sábado. En una oficina de turismo situada en una torre de las murallas romanas, casi pegada a la iglesia de San Juan de los Panetes, pedimos un plano de la ciudad. Cuando la joven que nos atendió acabó de señalar en el mapa los lugares más emblemáticos de la ciudad le pregunté por la ubicación del reloj de sol más grande del mundo. Por la sorpresa que mostró ante la pregunta parecía desconocer su existencia. Tras un momento de duda comenzó a consultar en Internet. Por fin buscó en el plano que nos había facilitado para señalar en él su ubicación. El reloj de sol quedaba fuera del mapa; dibujó una flecha en el margen derecho y nos indicó cómo llegar.

−¡El más grande del mundo! Ahora ya sé otro lugar que tenemos que ofrecer −nos dijo.

¿Nadie le había preguntado hasta entonces?

Dejamos la visita del reloj para el día siguiente y recorrimos el centro de la ciudad. En la Plaza San Felipe nos sentamos en una terraza cuyas mesas llenaban el espacio que ocupó la Torre Nueva, de la que desde 1893 no queda más vestigio que una marca de su perímetro en el suelo. Se construyó a principios del siglo XVI, y ya comenzó a inclinarse poco después de su construcción. A finales del siglo XIX se justificó su derribo por su inclinación y la presunta ruina que el abandono y los elementos iban provocando en ella. La Torre Nueva era una torre civil, construida para albergar el reloj y las campanas, que gobernaban el ritmo de la ciudad al recordar a los ciudadanos la hora en la que vivían. El vestigio que hoy queda es una línea marcada por una estrecha tira de bronce que señala el perímetro octogonal de la superficie sobre la que se elevaba; la terraza hostelera que ocupa el espacio, dificulta su visión.
  
La terraza, su mobiliario y la clientela que ocupa las mesas no interfieren en la mirada de un joven convertido en bronce que sentado en el suelo y abrazando sus rodillas, eleva la vista hasta un imaginario punto situado 80 m más arriba. La estatua se sienta sobre una línea que traza una gran circunferencia en las losetas del suelo; los pies de la imagen se apoyan dentro del círculo, como si superando el límite la figura del joven reivindicase el derecho de ocupar el espacio interior y el tiempo ya pretérito en el que en ese espacio había algo extraordinario que mirar.

Espacio contaminado por una memoria impuesta

Volvimos a la enorme Plaza del Pilar presidida por la basílica. La Catedral del Salvador y la Plaza de la Seo cierran la plaza por el sureste. Al noroeste sobresale la Torre de San Juan de los Panetes, detrás de la Fuente de la Hispanidad, esta edificada en 1991. En medio está la basílica.

Basílica de Nuestra Señora del Pilar: solo el nombre puede reproducir en la mente de quien lo escucha, sin necesidad de verla, la silueta formada por sus cúpulas con sus linternas y las torres de cada uno de los cuatro vértices del espacio ocupado por la iglesia. Al menos eso me ocurre a mí, debido con toda seguridad al incesante discurso apologético con el que, desde que empecé a ir a la escuela, nos bombardeaban periódicamente; supongo que les ocurre lo mismo a muchas personas de mi generación(1).

La silueta de la Basílica del Pilar, recortada contra el cielo o reflejada en el Ebro, no fue hasta 1961 tal como hoy la podemos ver; ese año se inauguraron las dos torres del lado norte, el que da al Ebro. Tampoco la plaza era tan grande; hasta 1939 ocupaba un espacio muchísimo más reducido. Aunque el proyecto para su ampliación tenía ya unas décadas, fue a finales de1936 cuando en un pleno del Ayuntamiento de Zaragoza se le dio el impulso definitivo, y comenzó a realizarse en 1939. Para entonces la utilización de la Virgen del Pilar por parte de los golpistas estaba ya muy engrasada; después, el régimen nacional-católico y fascista la siguió utilizando exhaustivamente como símbolo para el adoctrinamiento y la propaganda. En aquel pleno de finales de 1936 el teniente coronel Loscertales, golpista y delegado militar en el Ayuntamiento, pronunció estas palabras sobre el proyecto de la “Plaza de las Catedrales(2):… hay que realizar una activa y eficaz propaganda que llegue al pueblo. Yo no quiero que este proyecto sea sólo de Zaragoza. Tiene que patrocinarlo España entera y todos los católicos del mundo que hablan el español”.

Es pasado, pero no resulta nada extraño que bien entrado ya el siglo XXI haya quien pueda preguntarse: “¿Es la Virgen del Pilar facha?”. La visita de la basílica resulta incómoda para quien sólo quiere apreciar el continente y su contenido físico sin que por megafonía te recuerden cada poco el carácter religioso del lugar, sin que las innumerables misas te impidan circular por gran parte del espacio, sin tener que soportar elementos que son apología de un régimen fascista o propaganda del fundamentalismo religioso. Pero, ¿qué se puede esperar en un templo donde se venera una imagen a la que una Real Orden concedió el título de Capitana General del Ejército Español? ¿Qué en un templo donde se venera una imagen a la que otra Real Orden proclamó patrona de un cuerpo policial golpista, fascista y represivo? En Zaragoza o en cualquier otro lugar otras vírgenes guerreras −como Atenea, o Artemisa o las valquirias...−, en quienes nadie cree, no impregnarían el ambiente de tanta referencia a un pasado deplorable.

El domingo, después de visitar la Aljafería (obligada y muy interesante visita de la que aquí no diré nada), volvimos hasta la Plaza del Pilar. Quería mirar con tranquilidad la irregular cruz de mármol incrustada en el suelo frente a la fachada de la basílica, pero pasamos de largo. Un hombre mayor y ligeramente encorvado se apoyaba en un palo o vara blanca más alta que él. De su extremo superior, adornado con un ramo de flores amarillas, colgaban mensajes demonizando el aborto, los matrimonios homosexuales, el separatismo y otros pecados contra los que invitaba a movilizarse. El sábado le habíamos visto allí toda la tarde. A quien se acercaba le hablaba también de lo que significaba aquella cruz frente a la que estaba parado: un milagro. El 3 de agosto de 1936 cayó allí una bomba que no explotó. Dos más, que tampoco explotaron, cayeron dentro de la basílica; se exponen en una columna cercana al Camarín de la Virgen; parecen recién salidas de fábrica y sin ningún rasguño. Sobre ellas hay cinco grandes banderas latinoamericanas. Estas sí pudimos verlas con calma porque la mayor parte del público se abarrotaba en el el entorno del camarín o dentro,  donde, siguiendo un estricto protocolo, pasaban sin cesar niños y bebés por el manto de la Virgen.

Algún testigo vio la bandera rojigualda en el avión que la noche del 2 al 3 de agosto de 1936 arrojó las bombas desde una altura desde la que era imposible que explotasen, algún otro la tricolor. “...En cuestión de horas elaboraron una narrativa en la que se entremezclaban el milagro y las llamadas al odio”.

Reloj Solar Multicaja-Zaragoza

Antes de abandonar la plaza camino del Puente de Piedra para pasar al otro lado del Ebro, paramos en la esquina sureste del edificio del ayuntamiento; una placa metálica y con color de herrumbre recuerda a los concejales y trabajadores municipales asesinados en 1936; para estos la Virgen guerrera no hizo ningún milagro. La placa es infinitamente más sencilla y humilde que la basílica y la plaza, pero sirve para relajar la sensación, quizás muy subjetiva, de que el fundamentalismo y la apología de una ideología concreta te rodean.

Por el Paseo de la Ribera, por su zona peatonal más pegada al Ebro, recorrimos los casi dos kilómetros que nos separaban del Parque de Oriente. Antes de pasar bajo el Puente del Marqués de la Cadena ya pudimos ver la parte más alta del gnomon del reloj de sol más grande y preciso del mundo. Sin llegar al embarcadero fluvial de Vadorrey ascendimos hasta el espacio en el que se ubica. Desde el centro de un espacio circular de algo más de 3.700 metros cuadrados el gnomon se va elevando hacia el norte en un ángulo de 41,27º; con una longitud de 46 m su extremo acaba a 30,343 m del suelo.


La idea de su creación fue del ingeniero, poeta y artista Juan Antonio Ros. Adquirió categoría de proyecto en 2008, cuando la Expo Zaragoza ya estaba a punto de inaugurarse. Desde el 10 de julio de 2013 ostenta el récord de tener el gnomon más grande del mundo, según Guinness World Records. La instalación del gnomon se hizo a finales de 2009. Sin embargo tuvieron que pasar más de diez años para que el proyecto estuviese terminado; la pavimentación de la plaza en la que se encuentra no se concluyó hasta el verano de 2020.

En la Plaza del Reloj hay un dial horario bajo el gigantesco gnomon; en él se pueden leer las horas en las marcas que señalan hasta cada cuarto de minuto. Una rampa de hormigón sube desde el dial hasta la calle del Marqués de la Cadena; en ella se proyecta a mediodía la sombra del gnomon, larga en invierno y corta en verano. Dicen que algunos días puede proyectar su sombra hasta 500 m; que a esa distancia puede verse cómo avanza a 7 m por minuto.

Reloj Solar Multicaja-Zaragoza es el nombre oficial. El nombre del ingeniero de caminos, poeta y artista Juan Antonio Ros, que fue quien lo creó, aparece en una brillante esfera de la que también es autor. Se trata de una bola de acero y latón de 2 m de diámetro; la obra tiene varios cráteres de distintos tamaños. En uno de ellos se leen los datos que hay que utilizar para saber la hora exacta a partir de la que la sombra del gnomon marca en el dial; también hay información sobre otros aspectos del diseño. Está colocada sobre un pedestal circular en el extremo sur del círculo que rodea al gnomon. El autor la llamó Asteroide.

Cuando llegamos la plaza del reloj no estaba muy concurrida, apenas algunas niñas y niños correteando o en bici mientras sus familiares les observaban o jugaban con ellos, alguna persona atravesando aquel espacio en su paseo y alguna otra con la misma curiosidad que nosotros. Recorrimos de nuevo el Paseo de la Ribera, atravesamos el Puente de Piedra y desembocamos de nuevo en la Plaza del Pilar.

Poco antes de alejarnos del centro en tranvía tomé la última foto de aquel día registrada en mi cámara. Entre la basílica y la cruz irregular de mármol incrustada en las losas de granito del suelo ya no estaba el hombre apoyado en su báculo blanco. Los mensajes de apología homófoba y fascista se habían ido con él. No había que temer que su pesado y molesto discurso te rodease al acercarte a aquel trozo de mármol. La supuesta cruz del suelo no es ni siquiera una cruz, o está tan deformada y falseada como el discurso del hombre que ya no estaba.





(1)
BELTRÁN ABADÍA, Ramón (2017): Una y grande. Ciudad y ordenación urbana en Zaragoza (1936-1957), Zaragoza, Institución Fernando el Católico.
Este libro puede consultarse en el enlace: https://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/36/17/_ebook.pdf
En las conclusiones el autor señala que en el libro:
«... se han estudiado las líneas rectoras de esas nuevas políticas municipales, que pueden resumirse en los siguientes puntos:
— Adaptación de la ciudad a las necesidades ideológicas del Nuevo Estado (...)
— Utilización del urbanismo como instrumento político de sometimiento (…)
— Utilización del urbanismo como herramienta de reproducción del capital (…)»
En este enlace puede leerse el artículo de José Ramón Marcuello titulado “¿Quien tiró las bombas sobre el Pilar?”. Se publicó en el periódico semanal ANDALÁN n.º 135 (14 al 20 de octubre, 1977) (Edición facsímil; pag. 10). En la entradilla dice:
«En la madrugada del día 3 de agosto de 1936, un avión —republicano, según los sublevados; rebelde, según versiones que sólo ahora pueden hacerse públicas-, arrojaba sobre el templo del Pilar tres bombas que, «milagrosamente», según unos, o, «lógicamente», según otros, no llegaron a estallar. El suceso —acaecido a tan sólo 15 días del pronunciamiento militar contra la II República, en una ciudad de primordial interés estratégico como Zaragoza— puede ser calibrado de decisivo en el planteamiento general de la Guerra Civil y, muy concretamente, en el sentimiento que fue su columna vertebral: el de Cruzada. 41 años después de aquella fecha, el hecho sigue pidiendo a voz en grito la necesaria clarificación que le confiera un carácter del que, mientras no se demuestre lo contrario, carece: el implacable rigor histórico».

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