4 crónicas de una travesía de cabotaje por un paisaje sin mar. (4ª)
Dejamos atrás Lussan y volvimos a las orillas del Gardón, que nos indicaría el camino hasta superar algunos puertos de las montañas Cévennes; el Tarn tomaría el relevo después. Pocas fueron las paradas antes de llegar a las gargantas de este río: una en St. Jean du Gard y otra en Florac. La primera parte del recorrido discurrió por la carretera de la Corniche des Cévennes; la tranquilidad que el escaso tráfico aportaba nos permitió atravesar el macizo sin prisas para disfrutar del paisaje otoñal. Poco después de Florac tomamos la carretera que recorre las gargantas del Tarn por la misma orilla del río, a veces a bastante altura sobre él. Entre Ispagnac y Peyreleau, la carretera, que discurre por la margen derecha, se cuelga entre la ladera del monte y el cauce del río; durante unos 55 km se suceden algunos pueblos en los que muchas de sus casas están literalmente suspendidas sobre el río. Los campings se pliegan en los espacios disponibles en la orilla y ofrecen para turistas descensos en kayak por la estrecha garganta. Todos estaban cerrados. Las pequeñas embarcaciones permanecían recogidas en sus instalaciones o a la orilla de la carretera, acompañadas a veces de mobil-homes; las habían alejado del cauce del río en prevención de las probables crecidas antes de la siguiente campaña turística.
Las tardes de noviembre son cortas. Nos detuvimos en Sainte Enimie para pasar la noche. El Tarn se deslizaba a pocos metros de nuestra furgoneta señalando la dirección que debíamos seguir al día siguiente. Antes de anochecer recorrimos el pueblo; sus calles estrechas y sus casas más alejadas del río nos recordaron a Isaba. En una fachada una placa recordaba la inundación que hace algunas décadas superó el nivel de la carretera y de las casas y comercios que se asoman a ella.Ni aquella tarde ni a la mañana siguiente encontramos tráfico en la carretera que recorre las gargantas, lo que nos permitió recorrerlas despacio y parar cuando quisimos. A partir de Peyreleau las gargantas se abren. El tráfico crecía a medida que nos acercábamos a Millau. Aquí, un viaducto diseñado por Norman Foster necesita ya 2,5 km para que la autopista atraviese la garganta del Tarn; el pilar más alto de los siete que tiene supera la altura de la Torre Eiffel. Dentro de 2.000 años, ¿seguirá en pie este puente como el Pont du Gard?
La catedral se empezó a construir en 1282 como símbolo del poder de la Iglesia Católica y en respuesta a la herejía albigense o de los cátaros. Al comienzo del siglo la Iglesia Católica puso en marcha una cruzada contra el catarismo; los ejércitos del rey de Francia fueron el brazo secular en los enfrentamientos armados contra los condes de Toulouse y sus vasallos y contra el reino de Aragón. La simbiosis entre los dos poderes fue beneficiosa para ambos: la Iglesia Católica consiguió acabar con el catarismo y el rey de Francia integró el Languedoc en la corona francesa. En 1244, casi 40 años antes del inicio de la construcción de la catedral, más de 200 hombres y mujeres cátaras eligieron morir en la hoguera a los pies del pog de Montsegur(1) antes que renunciar a su fe. Fue el final de la cruzada, aunque la Inquisición, creada para combatir el catarismo en el Languedoc, siguió actuando contra esta herejía tres cuartos de siglo más.
Conocíamos Albi; Josune y yo ya habíamos estado otras cuatro veces. Cada vez que leo u oigo el nombre de esta ciudad suelen venir a mi cabeza tres imágenes: la compacta y maciza catedral de ladrillo de Santa Cecilia construida entre los siglos XIII y XV, las pinturas murales que bajo el órgano representan el Juicio Final y los jardines del Palacio Berbie a orillas del Tarn(2).
El recuerdo de los jardines del Palacio Berbie no depende de mi memoria; su soporte es una foto sacada el verano de 1994. Habíamos regresado al Languedoc para volver a recorrer el Sendero Cátaro, y volvimos a visitar Albi. En la foto que confirma el recuerdo solo estamos Josune y yo; sin embargo nosotros vemos en ella tres personas, cuatro contando a la amiga que nos la hizo.
El palacio Berbie, que hoy es sede del museo Toulouse-Lautrec, fue el palacio episcopal. De ladrillo como la catedral, se construyó también tras la cruzada contra los cátaros. La Iglesia Católica había afirmado su poder sobre los señores feudales del territorio.
Cuando salimos de la catedral era ya de noche. Los jardines del palacio estaban cerrados. Descendimos hasta el Puente Viejo para contemplar un río muchísimo más ancho que el que vimos encajado en las gargantas del Tarn. Por la mañana volvimos al puente para atravesarlo, contemplar la ciudad desde la margen derecha y volver por el Puente Nuevo. Antes de iniciar nuestra vuelta a casa recorrimos el casco antiguo de Albi, entramos en el mercado cubierto, visitamos el claustro de Saint Salvy y volvimos a entrar en la catedral para volver a contemplar la pinturas del Juicio Final y las magníficas decoraciones de las bóvedas.
Albi espera nuestro regreso.
(1)Erlijio bateko azken fidelak. Aiaraldea.eus. 2015/28/10
https://aiaraldea.eus/komunitatea/JoseMariGutierrezAngulo/1482259759848-erlijio-bateko-azken-fidelak