Latinoamérica; pinceladas, imágenes y enlaces de un viaje (24)
Santiago de Chile.
La dictadura no queda tan lejos
23/11/2018
NOTA:Cuando subo estas notas de viaje a este blog (mediados de diciembre de 2019) ya han pasado más de dos meses desde el inicio de las protestas y la movilización social en Chile, donde los niveles de desigualdad son de los más altos de la región. La dictadura cívico-militar, de la que Pinochet fue un títere sanguinario, instaló el modelo neoliberal y privatizó los servicios sociales más básicos; la Constitución de 1980, vigente en la actualidad, protege ese modelo, aplicado con absoluta ortodoxia en Chile. La represión de las movilizaciones ha sido (está siendo) brutal. Desde que comenzaron recibo mensajes de Nicolás Miranda, un joven artista chileno que conocí en la casa vasca Denok Bat de Santiago; en ellos se puede sentir el pulso de la lucha en la calle. Las razones del estallido se exponen con meridiana claridad en este artículo del escritor y editor chileno Galo Ghiglioto. Aquella dictadura sigue presente en Chile.
Abandoné Mendoza y crucé los Andes hacia Santiago de Chile. El itinerario fue el mismo que unos días antes había hecho en un tour turístico desde Mendoza hasta Las Cuevas, última localidad argentina antes de la muga. El autobús cruzó el túnel de Cristo Redentor para llegar al puesto fronterizo de Chile. El descenso hacia Santiago es mucho más vertiginoso que el ascenso desde Mendoza. Santiago (a unos 150 km) y el mar no estaban lejos; Santiago casi 2.400 m más abajo, el Pacífico unos 3.100.
Llegué al hotel que había reservado con tiempo suficiente como para instalarme, tener tiempo para empezar a recorrer Santiago y acercarme hasta la casa vasca Denok Bat, que quería visitar. Pero antes de salir, la dueña me quiso dar información y orientaciones para moverme por la capital; me tuvo hora y media secuestrado.
Su ideología marcadamente conservadora, clasista y racista quedó enseguida al descubierto. El talante cordial (y en buena medida paternalista) con que me hablaba, los comentarios amables con los que justificaba sus críticas racistas, y el disimulo con el que exculpaba a Pinochet, no lograban suavizar su clasismo, fascismo y aporofobia.
Me habló con desprecio de los haitianos, que después del terremoto que en 2010 asoló su país llegaron a Chile porque, según sus palabras, “la presidenta Bachelet dijo que aquí iban a tener de todo”; y añadió que “viven como animales”.
También habló largo y tendido contra de los mapuches, pueblo del sur de Chile. Allí la persecución policial y del ejército es continua, pero mi interlocutora solo veía violencia en la parte agredida, no en la policía y el ejército, que defienden los intereses de multinacionales y latifundistas.
Y deslizó un par de frases laudatorias para Pinochet, del que decía que “hizo cosas buenas”. Resumió toda su conversación con esta frase:
–En Chile no hay nada malo. Lo malo que puedas encontrar es forastero.
Entendí que en lo foráneo incluía personas, costumbres e ideologías.
Menos mal que al hacer la reserva estuve buscando un sitio barato. ¡Qué habría oído en un hotel de lujo!
A media tarde salí para empezar a recorrer Santiago, la capital de ese Chile que, según mi hospedera, quitando lo foráneo todo lo tiene bueno.
Di un largo paseo para llegar a la casa vasca Denok Bat. Faltaban algunas horas para que se hiciese de noche. El vigilante me dijo que podía pasar a ver el restaurante, el trinquete, el frontón del complejo, el txoko… Me asomé al restaurante, que a aquella hora estaba vacío. Atravesé el trinquete y llegué hasta el frontón, junto al que Denok Bat tiene otra estancia habilitada como txoko. A las puertas de este hablé con un par de personas que estaban esperando para una reunión. Aquellas personas eran desconocidas para mí y yo era un extraño para ellas, así que después de una educada y corta conversación volví sobre mis pasos para salir del complejo.
Al atravesar el trinquete me cruce con una joven que llevaba una chapa de ahobizi en su camiseta. Nos saludamos en euskera; ella resultó ser una euskaldun de Zestoa que enseñaba euskera en la Universidad de Chile y en la Universidad Católica de Santiago. Iba a una reunión para preparar el día del euskera. Volví al txoko con ella. En este enlace se puede leer lo que entonces ya conté de aquella velada.
Aquel grupo con el que compartí una velada en la que no faltaron los pinchos y el vino, me llevó a un Chile muy diferente al descrito por mi hostelera, un Chile mucho más cercano al que vive la mayoría de la población del país; seguramente mucho más cercano también a la descripción de la realidad que la dirección de Denok Bat haría. Allí conocí a Nicolás Miranda, la persona que ahora me va acercando noticias y testimonios de la lucha y movilizaciones, que el hartazgo por la injusticia que no cesa hizo estallar hace dos meses.
No salí del complejo de Denak Bat hasta pasada la media noche. A la puerta seguía el mismo vigilante que me permitió entrar.
–¿Todavía aquí? –me dijo sorprendido cuando marchaba.
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