2021/11/14

Una iglesia sorprendente

 


2021/11/13

Ayer atravesamos paisajes conocidos y siempre atractivos, ahora adornados por el otoño. El objetivo del viaje era ver una iglesia sorprendente: la ermita de Sanfagún, en Los Barrios de Bureba.

En algunas de las páginas que consultamos buscando información se dice que es el monumento más conocido de La Bureba. Yo no tenía noticia de él hasta que hace dos semanas Javier Pastor Cantera publicó unas fotos de la ermita en su muro de Facebook. Cuando las vi me sorprendió tanto una iglesia de la que no queda más que su cabecera cerrada por una espadaña, que pensé que tenía que verla más pronto que tarde.

Ayer abandonamos Aiaraldea por el puerto de Angulo; admiramos desde la distancia San Pantaleón de Losa, otra iglesia sorprendente por ella misma y por el lugar que ocupa; en el mismo cruce de Tartales de Cilla estuvimos tentados de parar en las Cuevas de los Portugueses o eremitorio del arroyo de las Torcas; pensando parar a la vuelta dejamos atrás Oña, donde se encuentra el sepulcro de Sancho III el Mayor, rey de Navarra, y su esposa Munia… Muchos lugares interesantes, pero priorizamos el destino para el que habíamos decidido iniciar el viaje y fuimos hasta él sin detenernos.

La ermita que íbamos a ver apareció a nuestra derecha, sobre un pequeño altozano pegado a la carretera, unos cientos de metros antes de llegar a Los Barrios de Bureba. No nos defraudó.

El sol iluminaba la ermita por el este y el sur. Entramos al solar que ocupa por el camino que desde la carretera recorre su parte meridional por debajo de ella. Nos paramos a observarla recortada contra un cielo de nubes de tonos grises y otoñales. A pesar de que el mediodía se acercaba cuando llegamos, la luz más horizontal de esta estación confería volumen a todas las líneas del ábside, sus ventanas, canecillos, imposta..., y a los vanos de la espadaña. Fue como llegar durante un atardecer de verano, pero con el telón de fondo de un cielo otoñal.

Por el oeste el sol no iluminaba la espadaña. Esta se enfrenta al ábside como si impidiese su avance para que la nave que debería desarrollarse a continuación de él, no pueda ni nacer ni crecer. Y como para confirmarse en ese empeño se hace ayudar en el empuje por dos contrafuertes; otros dos más estrechos la sujetan lateralmente al norte y al sur.

Las preguntas que surgen al ver este conjunto no las aclara el panel informativo que hay allí, ni las páginas web que consultamos, que reproducen básicamente lo que en el panel se dice (algunas plagiando con descaro, como no es raro en muchísimas paginas y blogs). ¿Cuándo desapareció lo que falta de la iglesia? ¿Por qué se arruinó? ¿Cuándo se construyó la espadaña? ¿Se hizo para proteger lo que de la iglesia todavía no estaba en ruina? Quizá dedique tiempo a averiguar más sobre la historia de esta iglesia.

Hay algo que para mí sí contesta algunas preguntas que podríamos plantearnos: ¿Quién financió la construcción de la iglesia? ¿Para quién y con qué fin se construyó? ¿Quién hizo el trabajo? En el panel informativo (lo firma Emilio Jesús Rodríguez Pajares, historiador de arte) se lee sobre los motivos escultóricos de la iglesia: “Por los motivos conservados no se conoce si la escultura respondería a un programa iconográfico completo o atiende más a un fin decorativo (…). Lo que sí se percibe es que toda la labor ha sido realizada con notable dureza y tosquedad, mostrándose la huella popular y poco hábil del escultor”.

Lo que leí me da pie para pensar que quien financió la iglesia fue el pueblo, que el pueblo lo hizo convencido de que era para su servicio y que el trabajo lo realizó el vecindario (en términos actuales: se pudo tratar de trabajo voluntario o mal pagado). Quizá la respuesta que doy a las preguntas planteadas no superaría una opinión contraria argumentada, pero si hasta la obra escultórica es popular y poco hábil, ¿quién sino el pueblo lo hizo? Y sigue en pie algo que aquellas poco habilidosas manos construyeron.

Yo voy a dar por buenas las respuestas que me doy, así que creo que voy a corregir la frase de antes: quizá no dedique tiempo a averiguar más sobre la historia de esta iglesia.

2021/11/11

El viaje como objetivo del propio viaje

 


Viajar, en su acepción más simple y sin adornos, no es más que trasladarse de un lugar a otro que esté distante. Y el viaje solo es el hecho de realizar ese traslado.

El sinónimo más cercano a viaje (al hecho de viajar) podría ser desplazamiento. Pero a los seres humanos, aunque seamos animales sociales, nos encanta marcar los aspectos que nos distinguen del resto de la especie. Creo que esa es una de las razones por las que la palabra viajero tiene tantos sinónimos: viajante, excursionista, peregrino, romero, trotamundos, aventurero, explorador, vagabundo, turista, emigrante, …

Dos de los sinónimos que sirven para adjetivar a la persona que viaja o se desplaza son viajera y turista. Para muchas personas que se definen a sí mismas como viajeras hacer turismo es antónimo de viajar.

No puedo negar que yo también haya pensado lo mismo muchas veces durante mucho tiempo. Pero cuando en setiembre de 2018 iba a comenzar un viaje de varios meses por Latinoamérica, leí un artículo del escritor Miguel Espigado: "¿Te crees un viajero? Pues eres un turista". Si dar consejos no fuese un pequeño indicativo de soberbia o vanidad aconsejaría leerlo. Yo lo leí e hice el viaje más o menos como lo tenía planeado, sin embargo mis expectativas cambiaron antes de empezarlo, y algunas de las idealizaciones que me había hecho no viajaron conmigo.

Ahora acabo de volver de otro viaje en solitario en bici (Baiona – Nantes - Mont Saint Michel – Roscoff – Redon). Cuando me siento a repasar mi diario de viaje y a valorar lo que he hecho, recuerdo el artículo que he mencionado; también una frase atribuida a Chesterton, que he utilizado más de una vez: "El viajero ve lo que ve, el turista ve lo que ha venido a ver". Y ya no sé si he sido turista, viajero, ninguna de las dos cosas o las dos a la vez. Me inclino a no renunciar a nada y pensar que he sido las dos cosas a la vez.

También recuerdo los libros de viaje de Javier Reverte (Corazón de Ulises, Vagabundo en África, …) y de Julio Llamazares (El río del olvido, Trás os Montes, Las rosas de piedra, …). Los dos cuentan viajes a escala humana y que cualquiera que tuviese interés en hacerlos los podría realizar; la decisión de hacerlos sería la única preparación necesaria. Los dos cuentan lo que ven y viajan sin esperar que el mundo se adapte a ellos. Los de Llamazares me gustan especialmente, porque se trata de viajes que se pueden iniciar simplemente saliendo de casa. Cuando escribo en mis diarios de viaje siempre me acuerdo de él.

Volviendo a mi viaje. Según entiendo el artículo de Miguel Espigado, para ser viajero no tendría que contribuir a provocar que los lugares por los que pase cambien para satisfacerme. Según Chesterton, para ser turista tendría que ver lo que hay que ver. Puedo mezclar las dos ideas y engañarme a mí mismo pensando que soy un auténtico viajero: no he contribuido a cambiar los lugares por los que he pasado y no he visto en ellos lo que el turista tiene que ver. La realidad es otra.

​Dice Espigado que “los lugares se estén transformando para adaptarse al ‘viajero’ es la mejor prueba de que el viaje de placer no nos transforma, ya que es el mundo el que se adapta a nosotros, y no al revés”. Bastantes de los lugares por los que he pasado están tan adaptados al turismo estacional que cuando el verano acaba se convierten en despoblados. Cuando pasé por muchos de ellos sus abundantes servicios mantenían todos sus reclamos a la vista, pero, como si hubiese habido un huida masiva y repentina, nadie los atendía. Podía pensar que yo no contribuía a transformar esos lugares para que se adaptasen a mis deseos y necesidades, ya que ni siquiera los iba a satisfacer. Sin embargo, no puedo olvidar que el último verano estuve en alguno de ellos siendo consumidor de la “selección de placeres locales a gusto del visitante” de la que habla Espigado.

Según Chesterton era viajero, porque simplemente veía lo que veía. Sin embargo contaba para ello con servicios a mi alcance que no habrían estado a mi disposición sin el turismo que va a ver lo que hay que ver. Pasaba por muchos lugares limitándome a observarlos, pero mi bici se desplazaba por caminos preparados para hacer la ruta asequible y segura. Esto me lleva de nuevo al artículo de Espigado; en esto de los viajes y el turismo “es el mundo el que se adapta a nosotros, y no al revés”.

Cuando ahora valoro el viaje me doy cuenta de que el objetivo era el viaje mismo, el traslado constante de un sitio a otro. En definitiva: el objetivo era viajar en su acepción más simple y sin adornos. No buscaba mucho más, aunque aprovechase para conocer mejor algún pueblo por el que pasaba, redujese la marcha para disfrutar mejor de la naturaleza que me rodeaba, o me parase en lugares que me sorprendían o me atraían, simplemente para mirarlos y no hacer nada más.

Al preguntarme por qué lo he hecho no puedo evitar acordarme de mi niñez, la primera patria. Hubo algún tiempo en el que había dos vagabundos que pasaban periódicamente por mi pueblo, cuando Lendoño, la Junta de Ruzabal y Orduña era todo el mundo conocido por mí. En mi casa les solíamos preparar en la cabaña un lugar para dormir. Siempre acompañaba a mi padre cuando les llevaba el desayuno por la mañana. La curiosidad me podía y les envidiaba por ir de pueblo en pueblo recorriendo el mundo, aquel pequeño mundo que yo conocía y otro que tenía que ser mucho más grande, porque aquellos solitarios vagabundos tardaban bastante en volver a pasar otra vez por Lendoño. Para mí eran vagabundos, lo que había oído que eran, y al verlos entendía que el significado de la palabra vagabundo era recorrer el mundo con total libertad y con poca carga. Y yo quería ser vagabundo.

He hecho bastantes viajes a pie y en bici, acompañado o en solitario; algunos muy parecidos —eso quiero creer— a los de aquellos vagabundos que envidiaba. Tuviesen el objetivo que tuviesen mis viajes a pie o en bici, el propio viaje —el desplazamiento de un lugar a otro distante— era también un objetivo en todos ellos. En el último ese ha sido el objetivo principal.

Antes de comenzar no estaba seguro de poder completar la ruta que quería hacer y me puse varias metas intermedias desde las que regresar a casa si el tiempo o mis fuerzas me fallaban: La Rochelle, Nantes y Mont Saint Michel. Aunque iba solo me sentía muy acompañado por familiares, amigas y amigos que seguían mi viaje. También esas personas contribuyeron a la motivación para completar el recorrido que me había propuesto, y al llegar a Mont Saint Michel seguí por la costa bretona hasta Roscoff para regresar luego hacia Nantes.

Mientras viajaba fueron muchas las personas que me veían y se interesaban por lo que estaba haciendo. Casi todas ellas me decían al despedirse:

Bon courage!

Pero alguien también me dijo cuando le expliqué lo que estaba haciendo:

Mais pourquoi? C’est folie!

C’est folie! Yo creo que no, aunque puede que lo sea. Pero ya está hecho.

Sea viajero, turista o lo que se quiera definir con el sinónimo que sea, espero seguir vagabundeando. Quiero creer que soy un vagabundo como aquellos que vi en mi niñez, aunque solo sea de vez en cuando.

Bidaia, bidaiaren beraren helburu

 


Bidaiatzea, adiera sinple eta apaingarririk gabean, leku batetik urrun dagoen beste batera mugitzea besterik ez da. Eta bidaia lekualdaketa hori egitea da soilik.

Bidaia hitzetik gertuen dagoen sinonimoa desplazamendu izan daiteke. Baina gizakioi, animalia sozialak izan arren, asko gustatzen zaigu espezieko gainontzeko kideengandik bereizten gaituzten alderdiak markatzea. Uste dut hori dela bidaiari hitzak sinonimo ugari izatearen arrazoietako bat: bidaiari, txangozale, erromes, abenturazale, esploratzaile, turista, emigrante...

Bidaiatzen duen pertsona adjektibatzeko balio duten sinonimoetako bi bidaiari eta turista dira. Beren burua bidaiaritzat duten pertsona askorentzat ‘turismoa egitea’ ‘bidaiatu’ hitzaren antonimoa da.

Ezin dut ukatu nik ere askotan pentsatu dudala gauza bera luzaroan. Baina 2018ko irailean Latinoamerikan hilabete batzuetako bidaia bat hastera nihoala, Miguel Espigado idazlearen artikulu bat irakurri nuen: “¿Te crees un viajero? Pues eres un turista”. Aholkuak ematea harrokeriaren adierazle txiki bat ez balitz, irakurtzea gomendatuko nuke. Nik irakurri nuen eta bidaia gutxi gorabehera planeatuta neukan bezala egin nuen, baina hasi aurretik nire itxaropenak aldatu egin ziren, eta eginak nituen idealizazioetako batzuk ez ziren nirekin joan.

Orain bizikletan egindako beste bidaia batetik itzuli berri naiz (Baiona – Nantes - Mont Saint Michel – Roscoff - Redon).

Nire bidaia-egunerokoa errepasatu eta egindakoa baloratzeko esertzen naizenean, aipatu dudan artikulua gogoratzen dut, eta behin baino gehiagotan erabili dudan Chestertoni egotzitako esaldi bat ere: «Bidaiariak ikusten duena ikusten du, turistak ikustera etori dena ikusten du». Eta ez dakit turista, bidaiari, ez bata eta ez bestea edo biak alde berean izan naizen. Ezeri uko ez egitera eta biak batera izan naizela pentsatzera jotzen dut.

Gogoan ditut bidaia-liburu batzuk ere, halaber, Javier Reverterenak (Corazón de Ulises, Vagabundo en Áfrika, ...) eta Julio Llamazaresenak (El río del olvido, Trás os Montes, Las rosas de piedra, ...). Biek giza eskalako bidaiak kontatzen dituzte, eta bidaia horiek egiteko interesa duen edonork egin ahal izango lituzke; bidaia horiek egiteko behar den prestakuntza bakarra erabakia hartzea besterik ez litzateke izango. Ikusten dutena kontatzen dute biek, eta bidaiatzen dute mundua haiengana egokitzea espero gabe. Llamazaresenak bereziki gustatzen zaizkit, etxetik aterata has daitezkeen bidaiak direlako. Beti gogoratzen ditut hauek nire bidaia-egunkarietan idazten dudanean.

Nire bidaiara itzuliko naiz. Horrela ulertzen dut Miguel Espigadoren artikulua: bidaiari izateko, ez zenuke lagundu beharko igarotzen dituzun tokiak alda daitezen zure gogoak betetzeko. Eta Chestertonen arabera turista izateko ikusi beharko zenuke ikusi behar dena. Bi ideiak nahastu eta neure burua engaina dezaket benetako bidaiaria naizela pentsatuz: igarotako lekuak ez nituen aldatzen lagundu, eta ez nuen turistak ikusi behar duena ikusi. Baina errealitatea beste bat da.

Lekuak eraldatzen ari direla bidaiariari egokitzeko esaten du Espigadok, eta hori dela plazer-bidaiak eraldatzen ez gaituela erakusten duen frogarik onena, mundua baita guri egokitzen zaiguna, eta ez alderantziz. Igaro ditudan leku asko hain daude urtaroko turismora egokituta, ezen uda amaitzen denean jenderik gabe geratzen baitira. Haietako askotatik igaro nintzenean, haien ostalaritza-zerbitzu ugariek begibistan zeuzkaten turistak erakartzeko erreklamu guztiak, baina, bat-bateko ihesaldi handia gertatu balitz bezala, ez zegoen inor balizko bisitariari harrera egiteko. Pentsa nezakeen leku horiek eraldatzen ez nuela laguntzen nire nahi eta beharretara molda zitezen, hauek asetu ere ezin izan bainituen egin. Baina ezin dut ahaztu azken udan haietako baten batean egon nintzela turistentzat aukeratutakoaz gozatzen (edo gozatzen saiatzen) Espigadok aipatzen duen bezala: “bisitariaren gustuko tokiko plazerrak hautatzea“.

Chestertonen arabera bidaiaria nintzen ikusten nuena ikusten nuelako. Hala ere, eskura nituen zerbitzuak ez ziren eskura egongo ikusi behar dena ikustera joaten den turismoa egon ezean. Leku askotatik pasatzen nintzen eta behatu besterik ez nituen egiten, baina nire bizikleta bidaia eskuragarri eta segurua egiteko prestatutako bideetatik joaten zen. Horrek Espigadoren artikulura eramaten nau berriro; bidaien eta turismoaren kontu honetan mundua da guri egokitzen dena, eta ez alderantziz.

Orain nire bidaia baloratzen dudanean konturatzen naiz bidaia bera izan dela helburua, leku batetik bestera etengabe joatea. Azken batean, aditzaren adiera sinpleenean eta apaingarririk gabean, helburua bidaiatzea zen. Ez nuen askoz gehiago bilatzen, nahiz eta igarotzen nuen herriren bat hobeto ezagutzeko aprobetxatu, ibilera murriztu inguruko naturaz hobeto gozatzeko, edo harritzen eta erakartzen ninduten lekuetan gelditu paisaia begiratzeko ezer gehiagorik egin gabe.

Zergatik egin dudan galdetzean, ezin dut saihestu nire haurtzaroaz gogoratzea, lehen aberriaz. Garai batean baziren bi ibiltari, kinkilari edo arlote nire herritik pasatzen zirela aldizka, ezagutzen nuen mundu osoa Lendoño, Larruazabal eta Urduña besterik ez zenean. Nire familiak etxe ondoko bordan lo egiteko leku bat prestatzen zien. Beti laguntzen nion aitari goizean gosaria eramaten zienean. Jakin-minak hartzen ninduen eta inbidia nien munduan zehar herriz herri ibiltzen zirelako libertate osoarekin. Nik ezagutzen nuen mundu txiki hura baino askoz handiagoa beste mundu bat egon behar zen, ibiltari bakarti haiek denbora asko behar izaten baitzuten Lendoñotik berriro pasatzeko. Niretzat vagabundoak ziren horrela deitzea entzun nuelako. Haiek ikustean vagabundo hitzaren esanahia libreki eta zama gutxirekin munduan zehar ibiltzea zela ulertzen nuen. Eta nik vagabundo izan nahi nuen.

Hainbat bidaia egin ditut oinez eta bizikletaz, lagunduta edo bakarrik; batzuk —horrela sinetsi nahi dut— inbidia nien vagabundo haien antzekoak izan dira. Oinez edo bizikletaz egindako aste batzuetako bidaien helburu nagusia zehinahi ere izan, bidaia bera ere —leku batetik urrutiko beste batera joatea— helburu bat zen guztietan. Egin dudan azkenean helburu nagusia izan da.

Bidaia hasi aurretik, ez nengoen ziur egin nahi nuen ibilbidea osatu ahal izango nuenik, eta tarteko zenbait helmuga jarri nituen, denborak edo indarrak huts egiten bazidaten etxera itzultzeko: La Rochelle, Nantes eta Mont Saint Michel. Bakarrik nenbilen arren, nire bidaia jarraitzen zuten senide eta lagunei esker lagunartean ikusten nuen nire burua. Haien jarraipena eta irudizko konpainia motibazio gehigarri handi bat izan ziren niretzat. Eta Mont Saint Michelera iristean Bretainiako kostaldetik Roscofferaino jarraitu nuen Nantesera itzultzeko gero.

Bidaiatzen ari nintzen bitartean, asko izan ziren egiten ari nuenaz interesatu ziren pertsonak. Ia guztiek esaten zidaten agur esatean:

Bon courage!

Baina norbaitek, zertan ari nintzen azaldu nionean, esan zidan:

Mais pourquoi? C'est folie!

C'est folie! Nik ezetz uste dudan arren, baliteke hala izatea. Baina egina dago.

Bidaiaria, turista edo edozein sinonimorekin definitu nahi dena izanda ere, alderrai ibiltzea espero dut vagabundo izaten. Nire haurtzaroan ikusi nituen vagabundo haiek bezalako bat naizela sinetsi nahi dut, noizean behin besterik ez bada ere.

Viaje al románico de La Bureba

  Cuando enero empezaba a envejecer, atravesamos, desde el norte, la cadena de los Montes Obarenes por el desfiladero de Pancorbo. Nos diri...