CRÓNICAS DE UN VIAJE TRAS SAN MIGUEL DE UN ATEO SIN ESPADA
Serie de 14 episodios sobre un viaje entre Mont Saint Michel y Monte Gárgano.
A caballo entre octubre y noviembre de 2017 realicé un viaje entre Mont Saint Michel y el Monte Gárgano, para visitar cuatro lugares curiosos, espectaculares y sorprendentes. Seguí una imaginaria y misteriosa línea recta, en la que se alinean esos cuatro destinos de mi viaje. En Aiaraldea.eus publiqué 14 crónicas en euskera. Más tarde grabé 14 podcasts en castellano, cuyo texto publico aquí.
14- El misterio no está en la línea recta
Los cuatro lugares, que para mí han sido cuatro metas de mi viaje, han sufrido grandes cambios durante milenios. Ha cambiado la naturaleza y el paisaje; han cambiado las civilizaciones; ha cambiado la relación de los humanos con la naturaleza. Las magníficas y atractivas construcciones que he visto en ellos también han sufrido un continuo proceso de transformación, tan grande que ha hecho desaparecer las huellas de los primitivos fieles y pobladores. Con todo ello también han variado las creencias, y así mismo las creencias han modificado comportamientos de los seres humanos.
Mont Saint Michel estuvo consagrado al dios Belenus; era dios de la luz y del fuego, y también protector de los animales domésticos. Los romanos lo equipararon a Apolo, y un dios nuevo ocupó la residencia de Mont Tombe. Después llegó el cristianismo; y las nuevas creencias establecieron allí a San Miguel.
En cuanto a la iglesia de Saint Michel d’Aiguilhe, los intereses por convertir Le Puy en Velay en ciudad referencial para una importante comunidad, tuvieron mucho que ver en los cambios, pero el proceso de sustitución fue similar: equiparació del dios Lug por Mercurio, y sustitución de Mercurio por San Miguel.
También en el monte Pirchiriano se celebraban ritos mágicos antes de construir la Sacra di San Michele; según parece los celtas establecieron allí un lugar de culto, pero antes de construir la Sacra, el cristianismo relacionó las antiguas creencias con el diablo.
El santuario San Michele Arkangelo del monte Gárgano, fue el primero consagrado al arcángel en Europa. En el siglo VI San Miguel sustituyó a Apolo y al adivino Calcante, nieto del dios. Seguramente en el año 490 las creencias y ritos paganos se mantenían en Gárgano; Lorenzo Maiorano, obispo de Siponto, deseaba desterrarlos; para conseguir su objetivo consiguió –quizás mejor: promovió– la creencia de la aparición de San Miguel.
Una vez establecido el cristianismo no desaparecieron inmediatamente las creencias y ritos anteriores, ni la devoción por Apolo u otros dioses. Cuando el cristianismo enraizó lo suficiente, se satanizaron los perfiles de Apolo y demás dioses para identificarlos con el diablo. De esa manera San Miguel no sustituía a los dioses Apolo o Mercurio, sino que vencía al diablo. Algunas características de San Miguel y de los dioses por él sustituidos, son similares; manteniéndolas, les cambiaron a los creyentes sus dioses y mediadores.
Todo ello se completa con el fraude de la fe. Inventaron la fe, entendida como don, como modo de satisfacer el deseo de entender lo incomprensible, o para satisfacer el deseo de creer en realidades indemostrables. De esa manera la no creencia no tiene nada que ver con que aquello en lo que no crees sea irracional e indemostrable, sino con que no tienes el don de la fe. Quien da esto por válido no tiene necesidad de demostrar nada.
La elección del punto de vista en la narración de mi viaje
No es fácil huir de ese fraude del don de la fe cuando has tenido muy interiorizada su creencia. Me libré hace tiempo de ese peso. Pero cuando contaba que haría un viaje uniendo cuatro santuarios dedicados a San Miguel, más de una persona lo relacionaba con las creencias. Había quien me decía que viajar solo, era una oportunidad inmejorable para dar respuesta a los propios debates internos. ¿Debates internos? Yo lo que quería era volver a admirar tres lugares realmente incomparables que ya conocía, y conocer también el que fue precursor de todos ellos, que aún no había visto. Era llamativo para mí el mito de la virtual línea recta; el viaje se me ocurrió en el mismo momento en que tuve conocimiento de la leyenda. Pero el mito se me hacía llamativo, para nada creíble.
En ese tipo de comentarios que me hicieron antes de hacerlo, se encuentra la razón del punto de vista elegido para contar mi viaje. Y, al contrario que San Miguel, viajé sin espada.
El verdadero misterio
Antes, durante y después de viajar he leído, visto y escuchado informaciones sobre varios reinos, obispados y otros poderes. En la historia de Mont Saint Michel obispos, papas y reyes aparecen como protagonistas. En la de Saint Michel d’Aiguilhe el más renombrado es un obispo. Al parecer la Sacra di San Michele la construyó un acaudalado noble para cumplir el mandato del papa, a cambio del perdón de un oscuro y sospechoso pasado. En el monte Gárgano introdujo la devoción a san Miguel un obispo enviado por el emperador Zenón; después, según cuenta la historia, y a lo largo de siglos, diversos reinados y otro tipo de poderes construyeron el santuario que hoy vemos.
¿Aquellas personas de tanto prestigio, no tenían súbditos? ¿No ordenaron a nadie lo que se dice que ellos hicieron? Se pueden parafrasear las “Preguntas de un obrero ante un libro de historia” de Bertol Brecht:
La abadía de Mont Sain Michel, ¿quién la construyó?
¿En qué casas vivían los obreros que construyeron la admirable iglesia del Rocher d’Aiguilhe?
¿A dónde fueron los albañiles la noche en que fue terminada la Sacra di San Michele?
El obispo Lorenzo Maiorano se apropió de Gárgano. ¿Él solo? ¿No tenía ni siquiera un cocinero?
El misterio reside en supuestas e indemostrables realidades enraizadas en el imaginario colectivo, pero sin los soportes adecuados no puede durar. Los cuatro lugares que he visitado en mi viaje, y sus monasterios, son soportes de un misterio. Los han modificado a lo largo de la historia y los han hecho cada vez más atractivos; los han adecuado continuamente a la promoción del misterio. Innumerables seres humanos han tenido que trabajar en ese cambio continuado, y con toda seguridad muchos perdieron la vida en ese esfuerzo. Sin embargo todo el mérito y la fama se les conceden a obispos y reyes.
Parafraseando de nuevo a Beltol Brecht: ¿Arrastraron los obispos y los reyes los grandes bloques de piedra?
Quizás el misterio resida en todo esto.
Para escuchar el podcast:Serie de 14 episodios sobre un viaje entre Mont Saint Michel y Monte Gárgano.
A caballo entre octubre y noviembre de 2017 realicé un viaje entre Mont Saint Michel y el Monte Gárgano, para visitar cuatro lugares curiosos, espectaculares y sorprendentes. Seguí una imaginaria y misteriosa línea recta, en la que se alinean esos cuatro destinos de mi viaje. En Aiaraldea.eus publiqué 14 crónicas en euskera. Más tarde grabé 14 podcasts en castellano, cuyo texto publico aquí.
14- El misterio no está en la línea recta
Hemen argitalpen orijinala irakur daiteke:
https://aiaraldea.eus/komunitatea/Jose%20Mari%20Guti%C3%A9rrez%20Angulo/1519719872076-14-misterioa-ez-dago-alegiazko-lerro-zuzeneanEl deseo de saber de los seres humanos es uno de los manantiales de los misterios, pero si éstos pueden permanecer o durar, es gracias a la ignorancia, por lo menos cuando la ignorancia y las creencias se funden. No sabemos, y queremos saber; no entendemos, y queremos entender; no vemos, y entonces imaginamos. De esa ignorancia, incomprensión y ceguera surgen las creencias; y si las creencias satisfacen las necesidades de multitudes, ya habrá quien las colme de rigurosas normas vestidas con una atractiva liturgia. Pero, desde mi punto de vista, una de las fuentes más importantes de misterios surge del miedo; queremos espantar lo que nos atemoriza, asusta o hiere; y para suavizar todo eso, utilizamos fórmulas mágicas e inventamos realidades indemostrables. En lo que se refiere al viaje que he hecho, el misterio no está en la virtual línea recta que he seguido, sino en las indemostrables realidades enraizadas en el imaginario colectivo.
Los cuatro lugares, que para mí han sido cuatro metas de mi viaje, han sufrido grandes cambios durante milenios. Ha cambiado la naturaleza y el paisaje; han cambiado las civilizaciones; ha cambiado la relación de los humanos con la naturaleza. Las magníficas y atractivas construcciones que he visto en ellos también han sufrido un continuo proceso de transformación, tan grande que ha hecho desaparecer las huellas de los primitivos fieles y pobladores. Con todo ello también han variado las creencias, y así mismo las creencias han modificado comportamientos de los seres humanos.
Mont Saint Michel estuvo consagrado al dios Belenus; era dios de la luz y del fuego, y también protector de los animales domésticos. Los romanos lo equipararon a Apolo, y un dios nuevo ocupó la residencia de Mont Tombe. Después llegó el cristianismo; y las nuevas creencias establecieron allí a San Miguel.
En cuanto a la iglesia de Saint Michel d’Aiguilhe, los intereses por convertir Le Puy en Velay en ciudad referencial para una importante comunidad, tuvieron mucho que ver en los cambios, pero el proceso de sustitución fue similar: equiparació del dios Lug por Mercurio, y sustitución de Mercurio por San Miguel.
También en el monte Pirchiriano se celebraban ritos mágicos antes de construir la Sacra di San Michele; según parece los celtas establecieron allí un lugar de culto, pero antes de construir la Sacra, el cristianismo relacionó las antiguas creencias con el diablo.
El santuario San Michele Arkangelo del monte Gárgano, fue el primero consagrado al arcángel en Europa. En el siglo VI San Miguel sustituyó a Apolo y al adivino Calcante, nieto del dios. Seguramente en el año 490 las creencias y ritos paganos se mantenían en Gárgano; Lorenzo Maiorano, obispo de Siponto, deseaba desterrarlos; para conseguir su objetivo consiguió –quizás mejor: promovió– la creencia de la aparición de San Miguel.
Una vez establecido el cristianismo no desaparecieron inmediatamente las creencias y ritos anteriores, ni la devoción por Apolo u otros dioses. Cuando el cristianismo enraizó lo suficiente, se satanizaron los perfiles de Apolo y demás dioses para identificarlos con el diablo. De esa manera San Miguel no sustituía a los dioses Apolo o Mercurio, sino que vencía al diablo. Algunas características de San Miguel y de los dioses por él sustituidos, son similares; manteniéndolas, les cambiaron a los creyentes sus dioses y mediadores.
Todo ello se completa con el fraude de la fe. Inventaron la fe, entendida como don, como modo de satisfacer el deseo de entender lo incomprensible, o para satisfacer el deseo de creer en realidades indemostrables. De esa manera la no creencia no tiene nada que ver con que aquello en lo que no crees sea irracional e indemostrable, sino con que no tienes el don de la fe. Quien da esto por válido no tiene necesidad de demostrar nada.
La elección del punto de vista en la narración de mi viaje
No es fácil huir de ese fraude del don de la fe cuando has tenido muy interiorizada su creencia. Me libré hace tiempo de ese peso. Pero cuando contaba que haría un viaje uniendo cuatro santuarios dedicados a San Miguel, más de una persona lo relacionaba con las creencias. Había quien me decía que viajar solo, era una oportunidad inmejorable para dar respuesta a los propios debates internos. ¿Debates internos? Yo lo que quería era volver a admirar tres lugares realmente incomparables que ya conocía, y conocer también el que fue precursor de todos ellos, que aún no había visto. Era llamativo para mí el mito de la virtual línea recta; el viaje se me ocurrió en el mismo momento en que tuve conocimiento de la leyenda. Pero el mito se me hacía llamativo, para nada creíble.
En ese tipo de comentarios que me hicieron antes de hacerlo, se encuentra la razón del punto de vista elegido para contar mi viaje. Y, al contrario que San Miguel, viajé sin espada.
El verdadero misterio
Antes, durante y después de viajar he leído, visto y escuchado informaciones sobre varios reinos, obispados y otros poderes. En la historia de Mont Saint Michel obispos, papas y reyes aparecen como protagonistas. En la de Saint Michel d’Aiguilhe el más renombrado es un obispo. Al parecer la Sacra di San Michele la construyó un acaudalado noble para cumplir el mandato del papa, a cambio del perdón de un oscuro y sospechoso pasado. En el monte Gárgano introdujo la devoción a san Miguel un obispo enviado por el emperador Zenón; después, según cuenta la historia, y a lo largo de siglos, diversos reinados y otro tipo de poderes construyeron el santuario que hoy vemos.
¿Aquellas personas de tanto prestigio, no tenían súbditos? ¿No ordenaron a nadie lo que se dice que ellos hicieron? Se pueden parafrasear las “Preguntas de un obrero ante un libro de historia” de Bertol Brecht:
La abadía de Mont Sain Michel, ¿quién la construyó?
¿En qué casas vivían los obreros que construyeron la admirable iglesia del Rocher d’Aiguilhe?
¿A dónde fueron los albañiles la noche en que fue terminada la Sacra di San Michele?
El obispo Lorenzo Maiorano se apropió de Gárgano. ¿Él solo? ¿No tenía ni siquiera un cocinero?
El misterio reside en supuestas e indemostrables realidades enraizadas en el imaginario colectivo, pero sin los soportes adecuados no puede durar. Los cuatro lugares que he visitado en mi viaje, y sus monasterios, son soportes de un misterio. Los han modificado a lo largo de la historia y los han hecho cada vez más atractivos; los han adecuado continuamente a la promoción del misterio. Innumerables seres humanos han tenido que trabajar en ese cambio continuado, y con toda seguridad muchos perdieron la vida en ese esfuerzo. Sin embargo todo el mérito y la fama se les conceden a obispos y reyes.
Parafraseando de nuevo a Beltol Brecht: ¿Arrastraron los obispos y los reyes los grandes bloques de piedra?
Quizás el misterio resida en todo esto.
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Para escuchar en modo vídeo:
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