2020/03/20

Iquique. Matanza en la escuela Santa María


Latinoamérica; pinceladas, imágenes y enlaces de un viaje (28)


Iquique. Matanza en la escuela Santa María
02/12/2018 - 05-12-2018

Recorrer el Norte Grande de Chile desde Copiapó hasta Arica supone atravesar cuatro de las dieciséis regiones en las que se divide el país: Atacama, Antofagasta, Tarapacá y Arica y Parinacota; son unos 1.300 km, la mayoría a través del desierto más árido del mundo, el de Atacama. En gran parte de estas regiones nada parece producir la Tierra entre el suelo y el cielo, pero la riqueza acumulada en la superficie o en el subsuelo atrajo a los seres humanos con el objetivo de explotarla. Hasta la década de 1840 el desierto de Atacama apenas estaba habitado. Pero se descubrieron grandes acumulaciones de fertilizantes que empezaban a tener gran demanda en el mercado mundial y la zona empezó a ser motivo de disputas y desencuentros entre los países vecinos. Tras la guerra del Pacífico toda esta vasta región quedó en manos de Chile, la frontera de Perú se trasladó mucho más al norte y Bolivia, además de perder su territorio, se quedó sin salida al mar.

En 1883 Perú cedió la provincia de Tarapacá a Chile. El gobierno de este país, que tuvo la oportunidad de nacionalizar la riqueza salitrera y su explotación, dejó ambas en manos de especuladores ingleses que explotarían a conciencia la región de Tarapacá, con la aquiescencia de las autoridades chilenas y el uso de la fuerza represiva del ejército cuando lo creyeron necesario. Una de las represiones más brutales y atroces se produjo el 21 de diciembre de 1907 en Iquique, la capital de la región.

La explotación del salitre en la Pampa del Tamarugal necesitaba mano de obra, que llegó para ser ella misma explotada. Quienes llegaron a la pampa para ganarse la vida pudieron comprobar que la riqueza que les prometieron para atraerlos al desierto, no era para su clase. Para los mineros y sus familias era la miseria, el calor abrasador durante horas interminables de trabajo, el frío extremo sin el abrigo necesario, castigos humillantes como el cepo…

A mediados de diciembre de 1907 los mineros de unas 30 oficinas salitreras (centros de explotación del salitre) de la Pampa del Tamarugal comenzaron a congregarse en la red ferroviaria salitrera para dirigirse a Iquique. En la región habían comenzado a principios del mes movimientos de protesta y huelgas. Los intereses británicos exigían protección para las explotaciones y mano dura. El gobierno chileno envió por mar varios regimientos. Miles de mineros pampinos fueron concentrados en la Escuela Santa María. Las negociaciones de las autoridades políticas y militares chilenas con la representación de los mineros y con los empresarios salitreros se sucedieron. Los empresarios “manifestaron que su preocupación principal no era el dinero sino un "asunto moral", ya que a su juicio negociar bajo presión de los huelguistas ponía en jaque la mantención del orden en las oficinas salitreras”. El presidente de la república Pedro Montt autorizó el uso de “todas las medidas que requiera la cesación inmediata de la huelga”.



Iquique no tenía relación con aquellos dos ejes temáticos a partir de los que diseñé el recorrido de mi viaje por Latinoamérica. Sin embargo, desde el primer momento tuve claro que Iquique sería uno de los destinos. Había escuchado tantas veces la cantata Santa María de Iquique del grupo Quilapayún[1] y me había emocionado tantas veces con ella, que siempre tuve el deseo de conocer el lugar donde fueron masacradas tantas personas solo por el hecho de pedir lo que era justo, de querer dejar de ser esclavos. Para Chomsky aquella fue “la peor matanza en la historia de los trabajadores de la cual tengo conocimiento”, e igual que para él también para mí “…algo literalmente imposible de olvidar”.

A la mujer que me atendió en el hostal en el que me alojé en Iquique ni siquiera le sonaba el nombre de la escuela Santa María. En la elegante calle Baquedano, con aceras de madera, vi apoyados contra una fachada cartelones con imágenes y textos que hacían referencia a la matanza, y pregunté por la escuela al hombre que preparaba su vendeja de libros en el paseo. Mario, que así se llamaba, me indicó cómo llegar.

–Pero no encontrarás nada que se parezca a la escuela donde se masacró a los mineros y sus familias –me dijo.

Según él el de aquella masacre es un tema que parece avergonzar en Iquique, y se quejaba de que no haya un verdadero memorial que recuerde a quienes fueron salvajemente masacrados.

Recorrí buena parte de Iquique para llegar al lugar que buscaba, y resultó estar muy cerca del hostal. Un incendio destruyó la escuela en 1928, y se volvió a reconstruir. Un terremoto la dañó en 2005, y hasta que se demolió por completo en 2011 permaneció cerrada, pero sus fachadas seguían siendo utilizadas para evitar el olvido por medio de mensajes y grafitis[2]. El edificio que hoy se ve en el lugar se llama Liceo Bicentenario Santa María, y su fachada principal está en el lado opuesto a la fachada primitiva y al lugar donde se produjo la matanza; aquel espacio también lo ocupa hoy el Mercado Bicentenario. Los nombres hacen referencia a la independencia de Chile; el de la escuela pudo haberla hecho a la masacre, pero, contra la opinión de muchos, otros decidieron que no.

No sé hasta qué punto tenía razón Mario, pero apenas vi un par de placas recordando la matanza, que fácilmente podrían pasar desapercibidas, y un pequeño monumento que tampoco me pareció destacable.

Donde sí hay un memorial es en el cementerio nº 3, al borde ya de la ciudad y teniendo como vecinas las arenas del desierto. Una estructura de madera con varias placas y leyendas, y un minero en lo alto de una torre recuerda el hecho. Contiguas al monumento hay otras dos estructuras similares que nada tienen que ver con lo ocurrido en la Escuela Santa María, y que le quitan relevancia al memorial.

En el cementerio nº 3 no están los restos de ninguna de las personas asesinadas. Pero sin estar podemos recordarlas, lo mismo que a quienes en cualquier otro lugar cayeron. En el poema “Los muertos de la plaza[3] Neruda resume todos los nombres olvidados de quienes por reclamar derechos y justicia fueron asesinados:

Yo no vengo a llorar aquí donde cayeron:
vengo a vosotros, acudo a los que viven.
Acudo a ti y a mí y en tu pecho golpeo.
Cayeron otros antes. Recuerdas? Sí, recuerdas.
Otros que el mismo nombre y apellido tuvieron.

(…)

en Iquique, enterrados en la arena,

(…)

Yo encontré por los muros de la patria,
junto a la nieve y su cristalería,
detrás del río de ramaje verde,
debajo del nitrato y de la espiga,
una gota de sangre de mi pueblo
y cada gota, como el fuego, ardía.



[2] La foto con el “Canto de Venganza” que forma parte de la imagen de la cabecera es de Farisori. Fue tomada en 2008, antes de la demolición de la escuela.
[3] Los muertos de la plaza (28 de enero de 1948. Santiago de Chile), en Canto General


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