Losa. Un viaje para ‘rehabilitar’ recuerdos (1)
Primera jornada: 17/05/2021
Laudio - Quincoces de Yuso
“Para un viajero procedente de un pueblo grande o de una ciudad, las fuentes de los pueblos de Losa pueden parecer, a primera vista, un derroche; y si las contemplas y las disfrutas en un día de verano con todos los campos amarillos y con el sol golpeándote la espalda, al mostrar su abundancia y su frescura vienen a ser como una muestra de soberbia y de orgullo”.
Lo anterior es un extracto de un texto escrito en 2001 tras finalizar un viaje a pie y en solitario que me llevó durante ocho días por la mayoría de la loberas conocidas de Araba y norte de Burgos. Para ello recorrí las sierras Salvada, Carbonilla y Montes de la Peña; atravesé los valles de Losa y de Valdegobía; crucé la sierra de Arkamo y sus estribaciones; pasé por la sierra de Gibijo y, por Unzá, volví a Orduña. Pero en el texto del que procede el extracto anterior no describía aquel viaje. Me limitaba a ensalzar y agradecer lo que las fuentes en las que bebí y me refresqué me aportaron cuando pasé por los pueblos de Losa.
No hace mucho, y por casualidad, encontré aquel texto en la página web del Ayuntamiento del Valle de Losa. Fue el detonante de un nuevo viaje para volver a aquellos pueblos por los que veinte años antes simplemente pasé, o me detuve para ver algo con más calma; solo los atravesé pendiente del paisaje y concentrado en el esfuerzo, o la conversación con alguna persona me retuvo lo suficiente para no olvidar el momento; apenas paré algún tiempo para reponer fuerzas y descansar, o me quedé a pasar la noche. Entonces viajaba a pie y llevaba todo lo necesario encima. Cargaba con lo imprescindible. Más que impuesta, la austeridad fue una norma necesaria. En esta ocasión he recorrido Losa en bici y, aunque sin excesos, no he optado por la austeridad; el hotel Puente Romano de Quincoces ha sido mi alojamiento durante cuatro noches.
Tres fronteras para llegar a Losa
Una vez terminado el viaje puedo asegurar que con él he superado tres fronteras: una física, otra emocional, y la tercera temporal.La primera y la segunda están relacionadas. La pandemia de la Covid-19 ha sido la responsable de que sea consciente de haberlas superado. Los sucesivos confinamientos nos han tenido encerrados en casa, en el pueblo, en la comarca, en la comunidad autónoma… Cuando te imponen límites de movimiento es cuando valoras el derecho a la libre circulación. Si tienes vocación de vagabundo esa limitación es, o se parece, a un castigo. Yo no puedo quejarme si me comparo con todas esas personas a las que se les impide llegar a donde quieren cuando lo único que buscan es poder vivir, cuando su deseo de traspasar fronteras está estrechamente ligado con la necesidad. Tampoco puedo ser como esas otras personas que se han revuelto con violencia verbal e incluso física contra los confinamientos mientras niegan —con violencia verbal y física aún mayores— el derecho a la libre circulación a los inmigrantes, a quienes no dudarían en confinar eternamente en la miseria.
Pero, en fin, en este viaje he superado una frontera física; he pasado al otro lado de la cadena de montañas que separa mi pueblo y mi comarca de otros territorios, de otro país. He pasado al otro lado de la Sierra Salvada, al otro lado de los montes que forman la línea de horizonte de mi pueblo.
La muga emocional (o sicológica) era otra, la de superar el confinamiento obligado y sus límites. Pero la he traspasado en el mismo punto. Franquear la frontera ha supuesto también pasar a otro estadio, pasar a sentirme dueño de decidir sin restricciones a dónde ir. Pasar la línea de muga es lo que lo ha confirmado. Y una naturaleza generosa y de colores primaverales me ha recibido.
La tercera frontera, la temporal, ha supuesto retroceder 20 años en el tiempo, hasta julio del 2001. El hecho de preparar el viaje ya había hecho que reviviese recuerdos que estaban dormidos; recuerdos de personas, de lugares, de sensaciones. Hace 20 años pasé por Losa caminando. Ahora lo he hecho en bici, con menos esfuerzo y más comodidad. En lugar de dormir en pórticos, cuevas o cabañas como lo hacía entonces, todos los días he vuelto a un cómodo alojamiento. He pasado por pueblos en los que no había estado y he descubierto cosas en las que hace dos décadas no me fijé. Pero los recuerdos que me han traído a este viaje me los aportaron las fuentes de Losa.
Durante los cuatro días que ahora he permanecido en Losa he tenido que ‘rehabilitar’ los recuerdos que conservaba de algunas de las fuentes de las que disfruté. Algunas las había idealizado tanto con el tiempo que me han sorprendido al volver a verlas.
(Texto elaborado a partir de los apuntes de mi diario de viaje)
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