2019/09/22

De dolmen a catedral

CRÓNICAS DE UN VIAJE TRAS SAN MIGUEL DE UN ATEO SIN ESPADA
Serie de 14 episodios sobre un viaje entre Mont Saint Michel y Monte Gárgano.

A caballo entre octubre y noviembre de 2017 realicé un viaje entre Mont Saint Michel y el Monte Gárgano, para visitar cuatro lugares curiosos, espectaculares y sorprendentes. Seguí una imaginaria y misteriosa línea recta, en la que se alinean esos cuatro destinos de mi viaje. En Aiaraldea.eus publiqué 14 crónicas en euskera. Más tarde grabé 14 podcasts  en castellano, cuyo texto publico aquí.


07- DE DOLMEN A CATEDRAL
Hemen argitalpen orijinala irakur daiteke:
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No se puede ir a Le Puy en Velay para ver únicamente la roca de Saint Michel d’Aiguilhe; estar allí y no ver la catedral es algo imperdonable. La catedral de Le Puy en Velay está en el punto más alto de la ciudad. Allí, al parecer, había un dolmen. Cuenta la leyenda que en el siglo III ocurrió un milagro sobre el dolmen, y construyeron una iglesia alrededor. En una capilla de la catedral hay una losa que dicen que era de aquel antiguo megalito. Mucha gente, aún hoy, está segura de su poder milagroso.

El casco histórico de Le Puy en Velay estaba entre el hostal en el que me hospedé y la roca de Aighille. Salí a la calle muy de mañana. Era domingo, y las calles estaban vacías a primera hora. Me introduje en un laberinto medieval para atravesar aquellas callejas silenciosas, estrechas y empinadas.
El casco antiguo se derrama desde la cumbre del monte Anis hasta dos afluentes del Loira; al norte el Borne protege la ciudad; al sureste el Dolaizon. Una vez cumplida la función protectora, los dos se unen al este, 350 metros antes de entregar sus aguas al Loira.
Quería entrar en la  catedral de Notre Dame du Puy por su fachada principal; busqué la Place des Tables para comenzar el ascenso desde allí, porque en esta iglesia no se entra, se asciende. La empinada Rue des Tables termina en los arcos de la fachada principal de la catedral, pero el suelo de la nave está diecisiete metros más arriba; muy buena parte de él no está apoyado en el suelo del terreno, sino sostenido por grandes columnas y arcos.
La entrada principal se encuentra atravesando el arco central de la fachada. Desde allí una escalera te conduce hasta el centro de la nave. Por allí habíamos entrado el verano de 2017. Quería sentir de nuevo la sensación que me había producido aparecer desde abajo, casi desde las entrañas de la tierra, en el centro del templo; con ese objetivo subí por la Rue des Tables; no lo conseguí: la puerta principal solo se abre en verano. Seguí subiendo por escaleras que están por debajo de la nave para entrar por otra puerta que hay al nivel del suelo de la iglesia.
Había unos diez fieles oyendo misa. Tratando de que nadie reparase en mi presencia anduve despacio y en silencio para ver la iglesia y las obras de arte que contiene. La mayoría de los fieles se quedaron junto al altar al terminar la misa; el oficiante se sentó al final de la nave principal para hacer de confesor. Me llamó la atención que lo hiciese una vez terminada la misa, además sin usar un confesionario; todavía me sorprendió más que otro cura que hizo la labor de ayudante durante la celebración fuese el primero en acudir al confesor. ¿Quizás un servicio de urgencia?
Los fieles no se iban; al lado del altar, y delante de la virgen negra de Notre Dame du Puy, todos parecían dedicados a ejercicios de meditación. Para no importunar a los creyentes fui lo más prudente posible mientras recorría el lugar, y sobre todo me fijaba en quienes allí estaban.  Así me acerque hasta la capilla que tenía a la izquierda, a un lado del altar mayor, con el fin de ver la losa que fue del antiguo dolmen. Encima de la piedra negra y fría había una mujer tendida de bruces, inmóvil; quizás esperaba que el milagro se repitiese. Después de estar largo tiempo postrada, fue hacia el altar y se arrodilló; su semblante triste y melancólico no indicaba que se hubiese producido prodigio alguno. Era evidente que el milagro del siglo III no volvió a repetirse.
Piedra de las fiebres –“Pierre des Fièvres” – llaman a aquella losa. La leyenda explica que una mujer que estaba enferma recibió un mandato de la Virgen: tenía que postrarse en la losa del dolmen. Mientras estuvo de bruces tuvo un sueño: le rodearon los ángeles y se le apareció la Virgen; ésta quería que se le construyese allí una iglesia. Cuando la mujer volvió en sí estaba curada. Dicen que “el milagro” ocurrió en el siglo III. Pero para sustituir el santuario pagano por una iglesia, parece que tuvieron que inventar más milagros; cuentan, entre otros, el de la curación de un paralítico. Con insistente empeño lo consiguieron, y a mediados del siglo V se construyó la primera iglesia para sustituir el santuario pagano anterior.
Unos siglos más tarde el obispo Godeskalc hizo grandes esfuerzos para atraer peregrinos; él fue quien ordenó construir la iglesia de Saint Michel d’Aiguilhe. Fue jefe de la diócesis de Puy entre el año 927 y el 962. Peregrinó en 951 o 952 hasta Santiago de Compostela con una gran comitiva compuesta de soldados, sirvientes, cocineros, nobles y eclesiásticos. Le Puy en Velay  se convirtió en el punto de partida de uno de los caminos de Santiago, la llamada Via Podiensis. Los peregrinos que a partir de entonces  llegaban a Puy, eran cada vez más numerosos; para acogerlos se construyó entre los siglos XI y XII la actual catedral.
Actualmente tanto la catedral como la roca de Aiguilhe, reciben multitud de visitantes. En un programa televisivo sobre el monumento preferido de los franceses –France 2:monument preéféré des français”–, la catedral consiguió el segundo puesto en 2015; Saint Michel d’Aiguilhe el cuarto en 2014.
Si Godescalc  resucitase se sentiría orgulloso.

Para escuchar el podcast:
https://www.ivoox.com/de-dolmen-a-catedral-audios-mp3_rf_28404286_1.html
Para escuchar en modo vídeo:
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2019/09/18

Una iglesia en la punta de una aguja


CRÓNICAS DE UN VIAJE TRAS SAN MIGUEL DE UN ATEO SIN ESPADA
Serie de 14 episodios sobre un viaje entre Mont Saint Michel y Monte Gárgano.

A caballo entre octubre y noviembre de 2017 realicé un viaje entre Mont Saint Michel y el Monte Gárgano, para visitar cuatro lugares curiosos, espectaculares y sorprendentes. Seguí una imaginaria y misteriosa línea recta, en la que se alinean esos cuatro destinos de mi viaje. En Aiaraldea.eus publiqué 14 crónicas en euskera. Más tarde grabé 14 podcasts  en castellano, cuyo texto publico aquí.


06- UNA IGLESIA EN LA PUNTA DE UNA AGUJA
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Para llegar a la iglesia de Saint Michel d’Aiguilhe tuve que hacer un quiebro en la línea recta virtual que estaba siguiendo. Esta iglesia y la Sacra di San Michele, en Italia, están casi en la misma latitud; por lo tanto es imposible que la de Le Puy esté en la misma supuesta línea que une Mont Saint Michel, la Sacra di San Michele y el monte Gárgano, aunque en Aiguilhe digan que sí. De cualquier modo, es muy recomendable salir de la línea para ver este lugar.

Si el infierno existiese y fuese de fuego, se podría decir que la roca de Saint Michel d’Aiguilhe surgió directamente de él. Son los restos de un volcán, un cuello de volcán; las entrañas de la tierra salieron por aquí, y se enfriaron, y se solidificaron. Pero solo dura lo más resistente, y el trabajo paciente de la erosión ha descompuesto y hecho desaparecer los materiales más blandos de aquellos que salieron de las entrañas de la Tierra; La roca dura de Saint Michel d’Aiguilhe, en cambio, ha aguantado y resistido al tiempo y a la erosión.

Muchos millones de años después de que la roca surgiese, apareció en los alrededores una especie, al parecer, inteligente, y de mucha creatividad para dar explicaciones a lo que no entendía; o para inventar historias atractivas sobre los lugares extraordinarios que admiraba. Ahí la razón de convertir esta roca surgida de la tierra en un lugar sagrado y de culto.

Antes de establecerse el cristianismo era el dios Mercurio quien tenía su lugar en esta roca. Los romanos tomaban por manifestaciones de sus propios dioses los de los territorios que conquistaban; y a menudo los nombres romanos sustituían a los originales. Antes de su llegada, la roca en la que se encuentra Saint Michel d’Aiguilhe ya era un lugar de culto, probablemente consagrada al dios Lug o Lugus.

Lug, Merkurio y San Miguel tienen perfiles diferentes, pero también se les adjudican funciones similares. A Merkurio, por ejemplo, se le adjudicaba entre otras la función de conducir al otro mundo a los difuntos; en el cristianismo San Miguel tiene la de pesar las almas en el juicio final.

Sea como sea, yo diría que las creencias vinculadas a esta roca sólida y duradera, son también resistentes y perdurables.

Casual meta de etapa para un posible viaje
Cuando tuve la primera idea de hacer el viaje que voy narrando en esta serie de podcasts, Saint Michel d’Aiguilhe no era una meta en el mismo. El viaje se me ocurrió cuando conocí la Sacra di san Michele en la provincia italiana de Turín; allí fue donde tuve por primera vez noticia de la alineación de varias iglesias consagradas a San Miguel. Y me resultó muy llamativo.

La iglesia de Saint Michel d’Aiguilhe no estaba en la lista. Nos topamos por casualidad con ella el verano de 2017, al volver de un viaje que hicimos a Alsacia. Teníamos que hacer una parada, y nos dirigimos a un camping de Le puy en Velay. Toparnos con esta espolón rocoso fue sorpresivo; ¡junto al camping, una iglesia a 85 m de altura en la punta de una aguja! Alargamos nuestra estancia para ver la roca y la ciudad. ¡Mereció la pena!

Muy cerca de este peñasco puntiagudo hay otro, Rocher Corneille, con la cumbre a más altura, pero no es una formación tan afilada como la de Aighille. La roca de Saint Michel d’Aiguilhe tiene forma de aguja; no se puede describir con más literalidad. Llegar a su cumbre parece imposible. Para conseguir lo que es imposible, o lo parece, los seres humanos a menudo buscan o inventan medios; aquí, en un lugar que parece inaccesible, establecieron un lugar de culto.

La primera construcción de una iglesia cristiana tuvo lugar en el año 961 o 962; la ordenó construir el obispo Godescalc de Puy en el 950, al volver de una peregrinación que hizo a Santiago de Compostela. Consiguió atraer peregrinos, y la ruta de peregrinaje a Santiago que comienza en Puy, la Via Podiensis, se convirtió en una de las más famosas.

Arte y leyendas para atraer a los peregrinos
Hollé los 268 peldaños cincelados en la roca. Cuando me faltaba muy poco para llegar arriba apareció la portada de la iglesia frente a mí, todavía sobre mi cabeza. La primera iglesia construida en la cumbre (la parte que hoy rodea el altar) es del siglo X, de estilo mozárabe. El número de peregrinos se hizo cada vez más numeroso, y en el siglo XII la ampliaron. Construyeron entonces la portada y la entrada actuales, el deambulatorio y la torre, adecuando la construcción al escasísimo espacio de la cumbre. En la portada se adivina perfectamente que el estilo arqueológico fue importado de la península ibérica, sin duda a través del camino de Santiago.

El interior es impresionante, o para ser más justos, fascinante. Probablemente se hace tan atrayente por haber en tan pequeño espacio cosas tan admirables. El espacio de la iglesia originaria y el que hay sobre la entrada están lleno de frescos; en el añadido en el siglo XII unas columnas estrechas y esbeltas soportan el techo; la luz filtrada por la puerta, las ventanas y los huecos distribuidos en planos y orientaciones diferentes, lo tiñe todo de colores cálidos …

Por fuera una pared rodea la iglesia. En algunos tramos es demasiado alta y se me hacía difícil asomar la cabeza para ver el precipicio, pero las vistas sobre Le Puy en Velay son excelentes.

En la Edad Media las reliquias eran fundamentales para atraer a los peregrinos; sin embargo era materialmente imposible conseguir reliquias de San Miguel para promover su devoción, ya que se trata de un espíritu. Aunque sobre esto hay que decir que eso no impidió que en más de una iglesia de España, de Italia y de Alemania se mostrasen plumas que se atribuían a San Miguel o a San Gabriel; o reliquias de otros espíritus, como las dos plumas y un huevo del Espíritu Santo que mostraban en la catedral alemana de Mainz. En Aighille, como en la mayoría de los templos dedicados a San Miguel, no llegaron tan lejos; para atraer la atención y la devoción hacia el arcángel recurrieron a las apariciones y a las leyendas.

La leyenda más famosa de Aiguilhe se repite, aunque con algunas variantes, en otro lugar que visitaría más tarde durante este viaje. Una mujer joven vio comprometida su reputación porque se había puesto en duda su virginidad. Entonces se encomendó a San Miguel y se arrojó al vacío desde lo alto de la roca. San Miguel ralentizó su caída y la joven no sufrió ningún daño. La joven se arrojó de nuevo, y de nuevo la salvó el arcángel. La soberbia se apoderó de la mujer, y se lanzó desde lo alto por tercera vez. A la tercera San Miguel no detuvo la caída.

Yo, por si acaso, para abandonar la aguja sobre la que se construyó la iglesia, bajé por las escaleras.

Para escuchar el podcast:
https://www.ivoox.com/una-iglesia-punta-aguja-audios-mp3_rf_28379336_1.html
Para escuchar en modo vídeo:
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2019/09/15

Cueva de Skocjan, Eslovenia; la medida de la eternidad

Hace más de dos meses que no he añadido ninguna entrada a este blog; las razones han sido varias. Hoy reinicio aquí la actividad con una entrada sobre el lugar que más me impresionó en un viaje durante el mes de julio a Eslovenia.



Si la primera vez que me hicieron visualizar la eternidad hubiese sido en la cueva de Skocjan, el hipotético castigo eterno por sacrilegio me habría aterrorizado infinitamente más de lo que lo hizo durante siete u ocho años.


En un reciente viaje a Eslovenia seguimos la recomendación de un joven laudioarra que ha vivido unos cuantos meses allí, y visitamos la cueva de Skocjan. Para quien lo más atractivo de las cavidades subterráneas son las formaciones que durante decenas y cientos de miles de años se han formado en ellas (estalactitas, estalagmitas, columnas…), hay cuevas más espectaculares que ésta. Una de ellas es la de Postonja, también en Eslovenia y muchísimo más visitada que la de Skocjan. Sin embargo fue esta última la que nos sorprendió de una manera extraordinaria por la enormidad de sus espacios.
La Naturaleza (o Natura, ese organismo en el que los seres humanos vivimos como parásitos depredadores sin previsión de futuro) tiene agentes muy pacientes que han ido moldeando el planeta durante miles de millones de años. El río Reka y el agua filtrándose por las fisuras del suelo calizo, que son algunos de esos agentes, solo han necesitado unos cientos de millones de años para dar forma a la gruta y a los espeleotemas que pudimos admirar en Skocjan.

Aunque las inundaciones en la gruta pueden llegar a superar los 100 metros sobre el fondo de la misma, el río Reka no parecía caudaloso cuando visitamos la gruta en el mes de julio. El rumor del agua nos acompañó durante gran parte de los varios kilómetros de recorrido. El sifón que impide un rápido desagüe cuando el caudal crece excesivamente por lluvias o deshielo, no dificultaba el paso de la que me pareció una modesta corriente de agua. Nada más de lo que vimos se puede calificar de moderado; todo se podría adjetivar como imponente por sus dimensiones, por el tiempo necesario para su formación, por las sensaciones que su visión produce…

La gigantesca dolina por la que salimos de la gruta también es impresionante. Es la dolina Velika, una enorme depresión producida por el hundimiento del techo de la cueva hace unos cientos de millones de años. El agua del río Reka surge del interior de la tierra, se desliza por el fondo de la dolina y desaparece de nuevo en las profundidades en dirección contraria a la que nosotros traíamos. Las paredes de esta especie de caldera gigante se elevan hasta 165 metros; el río, después de atravesar el fondo de la dolina, vuelve a esconderse en las entrañas de la tierra, y no vuelve a salir a la luz hasta treinta y seis kilómetros más lejos, cerca ya de la costa del Adriático.

Pero volvamos a la oscuridad y al misterio.

La Cámara de Martel fue el espacio más grande por el que pasamos. Tiene más de 300 metros de largo y una anchura promedio de 89; la altura supera los 100, siendo su punto más alto desde el lecho del río Reka de 146 metros. El volumen de la cámara es de 2.200.000 metros cúbicos.

La visión de aquel espacio fue suficiente para quedar impresionado; pero, además, escuchar estos datos de boca de la guía me trasladó a mi infancia. Comencé a hacer cálculos sobre la duración de la eternidad, como cuando a los seis o siete años inicié ese tipo de cuentas.

No sé qué extraño mecanismo provocó tan repentino retroceso temporal, pero recuerdo con precisión por qué, en mi infancia, inicié la extravagante costumbre de medir la eternidad, costumbre que, después de muchas décadas olvidada, recordé en Skocjan, y la retomé como un juego por un día. Sin embargo, cuando era niño no se trataba de un pasatiempo.

No sé si antes, pero en vísperas de mi primera comunión comencé a imaginar el fuego eterno, siempre relacionado con el pecado y el castigo. El culpable no fue otro que el cura que nos preparaba para la primera comunión. Para que entendiésemos lo doloroso de ser consumidos por las llamas no tuvo que hacer mucho esfuerzo, pero para que visualizásemos lo que es hacerlo eternamente se explayó mucho más. Dentro de la iglesia nos hizo imaginar un pájaro que entraba en ella cada mil años para dejar un grano de trigo; cuando la iglesia se hubiese llenado, la eternidad ni siquiera habría empezado. No recuerdo que la lista de pecados mortales por los que podríamos ser castigados al fuego eterno fuese larga; además, a aquella edad, era muy improbable que pudiésemos caer en la mayoría de ellos; sin embargo, había algunos fáciles de cometer, como jurar o blasfemar, algo que a menudo oíamos hacer a los mayores. Más grave aún era cometer sacrilegio, lo que haríamos si comulgábamos en pecado mortal.

Me acabó pareciendo que, teniendo en cuenta el castigo, ser pecador tenía que ser algo muy importante. Por otro lado era muy fácil hacerse perdonar aquella maldad explicada con tanto entusiasmo por el cura; era suficiente confesarse, o en caso de urgencia hacer una acto de contrición rezando un señormiojesucristo. El caso es que cuando fui a confesarme la víspera de la primera comunión, al hacer el examen de conciencia pensé:

―¡Vaya mierda de pecados que tengo! ¡Si son todos veniales! Voy a hacer un par de mortales.

Y en la iglesia, que aquel día un pájaro pudo empezar a llenar de trigo, pronuncié en voz baja:

―¡Me cago en Dios! ¡Me cago en la Virgen!

No me atreví a confesarlo, así que al día siguiente cometí un sacrilegio.

La bola de nieve empezó a crecer y crecer, porque, aunque no me atrevía a confesar tan grave pecado, comulgaba cada vez que iba a misa, donde hacía de monaguillo. Para colmo era el ayudante mejor valorado por el mismo cura que, aterrorizándonos, nos ponía en guardia contra los tres enemigos del alma. Con seis años no entendíamos bien lo de el Mundo y la Carne, pero sí lo de el Demonio, ya que a este nos lo habían descrito con mucha precisión.

Lo cierto es que también me resultaba raro el dios que nos explicaban. Su característica principal era la perfección, y la magnanimidad era una de las cualidades de la perfección; sin embargo era capaz de enfadarse eternamente, y de imponer castigos infinitamente desproporcionados, lo que no deja de ser una grandísima imperfección. De Padre a padre (no dominaba todavía la diferencia entre la mayúscula y la minúscula), 
me parecía más perfecto el mío, quizás no en omnipotencia, pero sí en magnanimidad. No sé por qué abandoné estas primeras dudas, cuya probable resolución me habría evitado muchos momentos de desasosiego.


El caso es que de aquel grupo con el que compartí aquellas primeras catequesis fui, probablemente, quien más señormiojesucristos rezó hasta los trece o catorce años. Para esa edad, la comparación de la eternidad con el pájaro que llena de trigo una iglesia ya la había oído en templos cada vez más grandes. El crecimiento de la eternidad se iba haciendo exponencial; comencé a escuchar el relato en una iglesia de pueblo y acabé haciéndolo en una catedral. ¡La eternidad no dejaba de crecer!

Cuando conseguí librarme de esa sensación de angustia que a veces me invadía a la hora de conciliar el sueño, no fue liberación lo que sentí, sino decepción hacia quienes habían provocado en mí aquel miedo; y vergüenza por haberme dejado engañar durante tanto tiempo.

Pero eso es otra historia, y me estoy alejando demasiado de Skocjan. Vuelvo al lugar que provocó los recuerdos anteriores, y a los cálculos inútiles con los que jugué.

Los cálculos que había comenzado a plantearme durante la visita de la cueva, los terminé en la auto caravana por la noche. En mi imaginación había puesto a trabajar al pájaro que debía acarrear el trigo, grano a grano, haciendo un viaje cada 1.000 años. Tenía que reunir de ese modo los granos suficientes para llenar un espacio de 2.200.000 metros cúbicos, un espacio diez veces más grande que el de la catedral donde alguna vez me aterrorizó la duración del castigo eterno.


Aunque la densidad del trigo es variable, por depender de varios factores, calculé que un kilo de trigo tiene unos 20.000 granos, y que en un decímetro cúbico entran unos 16.000; es decir, 16.000.000 de granos en un metro cúbico; ¡dieciséis millones de granos!

Sin fijarnos en la imposible longevidad del pájaro, esto supone que la Cámara de Martel de la cueva de Skocjan se podría llenar en… (aquí sería necesario un redoble de tambor) 35.200.000.000.000 años. ¡Treinta y cinco billones doscientos mil millones de años! ¡Qué placer hubiesen sentido aquellos productores de miedo si hubiesen podido adoctrinarnos en esta cueva!

Sobre la duración del universo no hay un consenso científico, y sobre su final hay varias teorías. No hay acuerdo sobre si se seguirá expandiendo indefinidamente, si llegará un momento en el que comience a contraerse para volver a una singularidad como la que provocó el Big-Bang, … De cualquier modo la edad del que conocemos es de unos 13.800 millones de años (creo que esto es bastante aceptado por la mayoría de los científicos). Mientras ese pájaro, al parecer inmortal, llena la Cámara de Martel con granos de trigo, se podrían crear más de 2.550 universos como el nuestro. El pájaro no va a tener tiempo; decenas de billones de años antes de que hubiese podido llenar la cámara, no quedará rastro ni de la cueva de Skocjan ni del planeta en el que se encuentra.

Aunque podamos llegar a creer en seres ficticios y ponerles nombre para hacerlos parecer reales, no todo lo que se nombra existe. De cualquier modo, como no habrá nadie que crea en él, que lo nombre o que lo utilice, tampoco quedará rastro de ese dios que se enoja hasta el infinito por una simple cagada infantil.

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