Serie de 14 episodios sobre un viaje entre Mont Saint Michel y Monte Gárgano.
A caballo entre octubre y noviembre de 2017 realicé un viaje entre Mont Saint Michel y el Monte Gárgano, para visitar cuatro lugares curiosos, espectaculares y sorprendentes. Seguí una imaginaria y misteriosa línea recta, en la que se alinean esos cuatro destinos de mi viaje. En Aiaraldea.eus publiqué 14 crónicas en euskera. Más tarde grabé 14 podcasts en castellano, cuyo texto publico aquí.
07- DE DOLMEN A CATEDRAL
Hemen argitalpen orijinala irakur daiteke:
https://aiaraldea.eus/komunitatea/Jose%20Mari%20Guti%C3%A9rrez%20Angulo/1515406015104-7-trikuharri-izatetik-katedral-izateraNo se puede ir a Le Puy en Velay para ver únicamente la roca de Saint Michel d’Aiguilhe; estar allí y no ver la catedral es algo imperdonable. La catedral de Le Puy en Velay está en el punto más alto de la ciudad. Allí, al parecer, había un dolmen. Cuenta la leyenda que en el siglo III ocurrió un milagro sobre el dolmen, y construyeron una iglesia alrededor. En una capilla de la catedral hay una losa que dicen que era de aquel antiguo megalito. Mucha gente, aún hoy, está segura de su poder milagroso.
El casco
histórico de Le Puy en Velay estaba
entre el hostal en el que me hospedé y la roca de Aighille. Salí a la calle muy de mañana. Era domingo, y las calles
estaban vacías a primera hora. Me introduje en un laberinto medieval para
atravesar aquellas callejas silenciosas, estrechas y empinadas.
El casco
antiguo se derrama desde la cumbre del monte Anis hasta dos afluentes del Loira; al norte el Borne protege la ciudad; al sureste el Dolaizon. Una vez cumplida la función
protectora, los dos se unen al este, 350 metros antes de entregar sus aguas al
Loira.
Quería entrar
en la catedral de Notre Dame du Puy por su fachada principal; busqué la Place des Tables para comenzar el
ascenso desde allí, porque en esta iglesia no se entra, se asciende. La
empinada Rue des Tables termina en
los arcos de la fachada principal de la catedral, pero el suelo de la nave está
diecisiete metros más arriba; muy buena parte de él no está apoyado en el suelo
del terreno, sino sostenido por grandes columnas y arcos.
La entrada
principal se encuentra atravesando el arco central de la fachada. Desde allí
una escalera te conduce hasta el centro de la nave. Por allí habíamos entrado
el verano de 2017. Quería sentir de nuevo la sensación que me había producido
aparecer desde abajo, casi desde las entrañas de la tierra, en el centro del
templo; con ese objetivo subí por la Rue
des Tables; no lo conseguí: la puerta principal solo se abre en verano. Seguí
subiendo por escaleras que están por debajo de la nave para entrar por otra
puerta que hay al nivel del suelo de la iglesia.
Había unos
diez fieles oyendo misa. Tratando de que nadie reparase en mi presencia anduve
despacio y en silencio para ver la iglesia y las obras de arte que contiene. La
mayoría de los fieles se quedaron junto al altar al terminar la misa; el
oficiante se sentó al final de la nave principal para hacer de confesor. Me
llamó la atención que lo hiciese una vez terminada la misa, además sin usar un
confesionario; todavía me sorprendió más que otro cura que hizo la labor de
ayudante durante la celebración fuese el primero en acudir al confesor. ¿Quizás
un servicio de urgencia?
Los fieles no
se iban; al lado del altar, y delante de la virgen negra de Notre Dame du Puy, todos parecían
dedicados a ejercicios de meditación. Para no importunar a los creyentes fui lo
más prudente posible mientras recorría el lugar, y sobre todo me fijaba en
quienes allí estaban. Así me acerque
hasta la capilla que tenía a la izquierda, a un lado del altar mayor, con el
fin de ver la losa que fue del antiguo dolmen. Encima de la piedra negra y fría
había una mujer tendida de bruces, inmóvil; quizás esperaba que el milagro se
repitiese. Después de estar largo tiempo postrada, fue hacia el altar y se
arrodilló; su semblante triste y melancólico no indicaba que se hubiese
producido prodigio alguno. Era evidente que el milagro del siglo III no volvió
a repetirse.
Piedra de las
fiebres –“Pierre des Fièvres” – llaman
a aquella losa. La leyenda explica que una mujer que estaba enferma recibió un
mandato de la Virgen: tenía que postrarse en la losa del dolmen. Mientras
estuvo de bruces tuvo un sueño: le rodearon los ángeles y se le apareció la
Virgen; ésta quería que se le construyese allí una iglesia. Cuando la mujer
volvió en sí estaba curada. Dicen que “el
milagro” ocurrió en el siglo III. Pero para sustituir el santuario pagano
por una iglesia, parece que tuvieron que inventar más milagros; cuentan, entre
otros, el de la curación de un paralítico. Con insistente empeño lo
consiguieron, y a mediados del siglo V se construyó la primera iglesia para
sustituir el santuario pagano anterior.
Unos siglos
más tarde el obispo Godeskalc hizo
grandes esfuerzos para atraer peregrinos; él fue quien ordenó construir la
iglesia de Saint Michel d’Aiguilhe. Fue
jefe de la diócesis de Puy entre el
año 927 y el 962. Peregrinó en 951 o 952 hasta Santiago de Compostela con una
gran comitiva compuesta de soldados, sirvientes, cocineros, nobles y eclesiásticos.
Le Puy en Velay se convirtió en el punto de partida de uno de
los caminos de Santiago, la llamada Via
Podiensis. Los peregrinos que a partir de entonces llegaban a Puy, eran cada vez más numerosos; para
acogerlos se construyó entre los siglos XI y XII la actual catedral.
Actualmente
tanto la catedral como la roca de Aiguilhe,
reciben multitud de visitantes. En un programa televisivo sobre el monumento
preferido de los franceses –France
2: “monument preéféré des français”–, la
catedral consiguió el segundo puesto en 2015; Saint Michel d’Aiguilhe el cuarto en 2014.
Si Godescalc resucitase se sentiría orgulloso.Para escuchar el podcast:
https://www.ivoox.com/de-dolmen-a-catedral-audios-mp3_rf_28404286_1.html
Para escuchar en modo vídeo:
https://www.facebook.com/100008792851310/videos/1901062100196867/?id=100008792851310&lst=100008792851310%3A100008792851310%3A1569173143&sk=grid